Capitulo 14

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Capitulo 14

—¿Que carajo? —dijo Hyuk con un jadeo.

En ese momento una segunda bala agujereó la puerta del patio y pasó zumbando junto a su cabeza tan cerca, que sintió el viento que levantó en su pelo. Sus impactados ojos verdes se encontraron con los de color avellana, y los brazos de Hae le agarraron con fuerza de la cintura antes de que el enorme hombre les llevara al suelo a los dos de golpe. Lo único que Hyuk podía hacer era aferrarse con todas sus fuerzas a Hae mientras éste le arrastraba hacia el otro lado de la mesa de la cocina.

—¡DongHae!
—¡No te levantes! —le susurró Hae, y se puso lentamente de rodillas para mirar por encima de la mesa—. ¿Tienes el móvil? Llama a la policía —le ordenó al ver que asentía.
—¡Hae!

Hyuk puso cara de susto al ver que Hae se ponía en pie, y alargó el brazo para intentar agarrarle de la camiseta.

‹‹¿Qué carajo está haciendo?››.

Tras sacarse el móvil del bolsillo, Hyuk marcó el 911 y le contó a voces la situación a la operadora, dando su nombre y dirección.

—No, nadie está herido —le gritó—, ¡pero nos están disparando, así que deje de hablar y manden a alguien!

Se puso de rodillas y vio que el gran estúpido de Hae se movía lentamente alrededor de la mesa y miraba hacia la oscuridad que había al otro lado de las puertas del patio.

—¿Estás loco? ¡Vuelve aquí!

Hyuk se quedó mirando a Hae con incredulidad cuando éste le ignoró y simplemente le hizo una señal con la mano.

—¿Qué pasa? Escuché un...

Hyuk giró bruscamente la cabeza al escuchar la voz de Sora proveniente del vestíbulo; el corazón parecía que se le iba a salir del pecho, bombeando sangre a toda velocidad. Antes de que pudiera reaccionar, Hae ya se había dado la vuelta y se había abalanzado sobre la puerta de la cocina para evitar que entrara. Se oyó un tercer disparo, y vio horrorizado cómo dio un salto junto al quicio de la puerta y cayó desplomado.

—¡DongHae!

El sonido de su hermana gritando el nombre de su guardaespaldas rompió el silencio del lugar, y Hyuk se arrastró por el suelo hasta su lado. Levantó la cabeza de Hae y la puso sobre su regazo, acariciando los oscuros mechones de su frente. En otro momento y lugar se habría parado a pensar con más detenimiento en que Hae parecía un adolescente, pero en ese momento lo único que le preocupaba era la palidez de su cara y la sangre que fluía del brazo.
Pudo oír el débil sonido de las sirenas que se acercaban y dio gracias a Dios por la rápida respuesta de la policía de Dallas. Agarró la mano de su hermanita y le dio indicaciones en una voz que sonaba más segura de lo que él se sentía para que fuera a abrir las puertas de seguridad y la puerta principal para la policía.

—No te voy a dejar —dijo Sora entre lágrimas y con cara de pánico.
—No me va a pasar nada, cariño —le tranquilizó Hyuk, con un tono más suave—. Yo me quedaré aquí con DongHae. Ve.

Se le cortó la respiración al ver cómo Sora se apresuraba a hacer lo que le había pedido. En unos minutos, la cocina y el jardín se llenaron de policía, y un paramédico estaba intentando quitarle a Hae de los brazos.

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—¿HyukJae? ¿Sora?

Hyuk apartó la vista de sus manos al escuchar la voz de su madre, y se levantó de la silla de plástico del hospital al ver que Olivia se dirigía a toda prisa hacia ellos en la sala de espera de urgencias.

—¡Oh, Dios mío! ¿Qué ha pasado? ¿Estáis bien? ¿Dónde está DongHae?

Hyuk ignoró la retahíla de preguntas y pegó la cara al cuello de su madre mientras ella les abrazaba a él y a Sora, envolviéndoles en ese aroma familiar; el aroma que en cierto modo siempre hacía que todo fuera mejor.

‹‹Entonces, ¿por qué todavía te sientes mal?››.

—Todavía está con los médicos —respondió Sora, frotando con la mano a Hyuk por la espalda para consolarle—. Le pegaron un tiro, mamá —dijo rompiendo a llorar—. Si no me hubiera empujado hacia el vestíbulo, podrían haberme dado a mí.
—¡Un tiro! ¿Está bien? ¿Qué han dicho los médicos?

A Olivia le tembló la voz mientras seguía disparando preguntas intercaladas con besos a sus hijos.

—Estoy bien.

A Hyuk le dio un vuelco el estómago al oír la voz de Hae y se alejó de su madre para mirar a esa estúpida pero preciosa cara. Llevaba el brazo en cabestrillo y los restos deshilachados de la manga colgaban ensangrentados de la parte superior del brazo. Al ver las manchas de sangre en la tela, Hyuk sintió nauseas recorriendo su estómago, pero pudo contenerlas.
Olivia se dio la vuelta y abrazó a Hae.

—DongHae, salvaste a mis niños. ¡Gracias, muchas gracias! —le dijo antes de echarle un vistazo—. ¿Estás bien? ¡Me ha dicho Sora que te han disparado!
—Estoy bien, Olivia. Sólo me hizo un rasguño —la tranquilizó Hae.
—Pero caíste como un tronco, y había muchísima sangre.

Hyuk se pasó una temblorosa mano por el pelo mientras miraba al otro hombre.

—Sí..., eh... El médico dice que debí de abrirme la cabeza con el quicio de la puerta, me noqueé yo solo —dijo Hae, sonrojándose, y con una pequeña sonrisa en los labios.
—¿Te noqueaste tú solo? —Hyuk puso los ojos como platos y habló con tono de incredulidad al ver que Hae asentía tímidamente—. ¿Te noqueaste tú solo? ¡Cabrón, creí que estabas muerto!

Una inexplicable ira se desató en el interior de Hyuk, dio media vuelta y salió hecho una furia por la puerta de salida, ignorando la voz de su madre llamándole por su nombre.
Recorrió a zancadas el aparcamiento buscando la limusina, no porque fuera especialmente difícil encontrarla entre los utilitarios y los monovolúmenes. El corazón parecía que se le iba a salir del pecho, y movido por la ira abrió la puerta de un tirón y se encaramó al interior, sin ni siquiera saludar a Michael, que estaba al volante. Abrió el armario de las bebidas, agarró uno de las botellitas de whisky, le quitó el tapón y se la bebió de un solo trago. El alcohol le quemaba por la garganta, y dio un resoplido, ya que le sentó como una patada en el estómago.

‹‹¿Se noqueó él solo? ¡Gilipollas! Haciéndome creer... Haciéndome sentir››.

Alargó el brazo para coger otra botella y se la bebió rápidamente del mismo modo que la primera. Se pasó los dedos por el pelo, por tener algo que hacer más que nada, y vio los ojos de preocupación de Michael a través del espejo.

‹‹Genial, ¿ahora está haciendo que parezca un bastardo delante de mis trabajadores?››.

Se echó hacia un lado y pulsó el botón de la puerta que levantaba el biombo para tener privacidad. Reclinó la cabeza sobre el asiento de cuero, con los ojos cerrados, mientras se acomodaba. ¿Qué le estaba pasando? ¿Qué le estaba haciendo Hae? Primero el cariño y las confidencias, y luego el beso, seguido del terror que sintió cuando el hombre cayó al suelo. Un terror cuya fuerza nunca había experimentado en toda su vida.
Hyuk no abrió los ojos unos minutos después cuando se abrió la puerta y Hae subió, cerrando de un portazo. No los abrió cuando el cuero de su lado rechinó al sentarse Hae. Y no los abrió cuando escuchó el chirrido del biombo y Michael preguntó si estaban listos para irse. Si los abría y veía la cara de Hae, tenía el presentimiento de que no sería capaz de contener la necesidad irresistible de darle un puñetazo en la nariz.

—¿HyukJae? —dijo Hae con voz suave y dubitativa.
—Ahora no —respondió Hyuk con los ojos todavía cerrados.
—Pero...
—He dicho que ahora no, DongHae.

Ni siquiera un parpadeo. Hyuk sintió el suspiro de Hae, no porque lo oyera, cuando el otro hombre se dejó caer sobre el respaldar y un maravilloso silencio regresó a la limusina.
Cuando Hae abrió la puerta principal, Hyuk pasó a toda prisa a su lado, dejándole que se ocupara de la alarma y de darle las buenas noches a Michael. Se paró en la puerta de la cocina, fijando la mirada en la sangre del suelo, la sangre de Hae. La misma sangre que había cubierto sus manos mientras trataba de detener el flujo. Se fijó en las huellas de barro que los policías dejaron en el suelo de baldosas cuando volvieron de comprobar los alrededores. Hannah no podía ver su cocina así, se caería de espaldas. Dicha idea le rondó la cabeza, junto al alivio que sintió porque estuviera pasando la noche en casa de Carlos.
Estaba de rodillas con un trapo y un cubo de agua con jabón, cuando sintió, que no oyó, a Hae entrar a la cocina. Mientras frotaba de forma mecánica la sangre y escurría el trapo en el cubo, sintió como algo pesado en el pecho. No había planeado decir nada, pero no pudo evitar que las palabras se le escaparan.

—Tendré que llamar a un contratista mañana. —Su voz le sonó extraña, como si fuera la de otra persona—. ¿Te lo puedes creer? Recogieron los cristales, pero dejaron la sangre. ¿Quién hace algo así? —Continuó sumergiendo el trapo en el agua y escurriéndolo, observando fascinado cómo el agua goteaba de color rojo al estrujar el trapo—. Es decir, habría que limpiar la sangre. Alguien se podría resbalar con ella y abrirse la cabeza.
—Hyuk...
—Creía que estabas muerto —dijo Hyuk tragando saliva. —Frotó las últimas manchas de sangre de los azulejos, pero frunció el ceño al ver el cerco rosa que quedaba en los azulejos impolutos. Hannah sería capaz de quitarlo, o eso esperaba—. Había mucha sangre —dijo negando con la cabeza lentamente—. En serio, pensé que habías muerto.
—Pues aquí estoy, estoy bien.

Hyuk sintió la cálida mano de Hae sobre su hombro y se la quitó de encima para levantarse.
Vació el contenido del cubo en el fregadero y se lavó las manos por lo que debía ser la décima vez esa noche. Pasó junto a Hae y le habló de forma cortante.

—Me voy a la cama —le dijo por encima del hombro.
—¡HyukJae! —Hae salió al trote tras él, agarrándole del brazo con su mano sana—. ¡Espera! ¿Puedes parar un momento?
—¿Para qué? —Hyuk se volvió sobre sus pasos y se quedó mirándole. No quería hacerlo, no lo hizo. Ese... Ese... deseo, esa necesidad. ¡No, no lo haría!—. ¿Qué quieres de mí, DongHae? —le dijo levantando la voz, que resonó en todo el vestíbulo.
—¿Por qué estás tan enfadado? No lo entiendo. Yo creía...

A Hae se le pusieron los ojos como platos al ver que Hyuk se adentraba en su espacio personal.

—¿Creías qué? —dijo Hyuk lentamente. Su tono ahora era muy suave y pausado, y puso las yemas de los dedos sobre el borde de la cinturilla de Hae, rozando la piel que allí quedaba al descubierto—. ¿Quieres continuar donde lo dejamos, señor guardaespaldas? —Hyuk ignoró el grito de "¿qué carajo haces?" que le daba su voz interior, y se le acercó tanto que su respiración abanicaba los labios de Hae—. Bueno, después de todo me salvaste la vida; quizás deberías tener una recompensa. ¡Oh, espera un momento! —El tono de su voz era cruel, quizás más cruel de lo que pretendía por la forma en la que Hae se encogió, como si las palabras de Hyuk fueran agujas—. Para eso te pago. Lo siento, Hae, pero creo que los dos esquivamos una bala esta noche —le dijo dando un paso atrás y mirando de forma insolente todo el cuerpo—. Para mí es una norma no "follar" con los sirvientes.

Subió sin prisas las escaleras, sintiendo la ardiente mirada de Hae sobre él durante todo el tiempo. Ya en su habitación, se quitó la ropa y se quedó en bóxers para meterse entre las sábanas.
Cerró los ojos y se acomodó sobre las almohadas, pero se sobresaltó cuando Hae dio un portazo al
otro lado del vestíbulo. Dio un suspiro, pero prefirió no analizar por qué se sentía tan vacío, o el
remordimiento que había sentido al ver el daño y el desconcierto de los ojos de Hae. Él era Lee HyukJae, no sentía remordimiento. No se lo podía permitir, y ningún estúpido y grandullón como Lee DongHae iba a hacer que lo sintiera.
Los párpados de Hyuk se cerraron y empezó a soñar, el mismo sueño que había tenido desde que llegó a casa.

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Estaba tumbado en la cama de una enorme habitación, y aunque no reconocía la decoración, se sentía cómodo, como si se supusiera que debía estar allí. No estaba solo. Unas cálidas manos le acariciaban la piel, y las yemas de unos dedos le buscaban y encontraban lugares oscuros y secretos, su durísima verga y su constante presemen goteándole sobre el vientre. Esos lugares hacían que Hyuk arqueara la espalda y respirara dando jadeos. Una gruesa y dura erección le penetró y escuchó sus propios gemidos de éxtasis. Podía ver ropa tirada por el suelo bajo la tenue luz de la lámpara de la mesita de noche. Pero no podía ver la cara del hombre, sólo sombras danzando sobre unos fuertes músculos y una suave piel. Quería ver a su amante. Quería saber quién le estaba llevando a lugares en los que no había estado antes, haciéndole volar más alto que nunca. Pero por mucho que lo intentara, no lo podía intuir. Cada vez que se movía dentro del campo de visión de Hyuk, era demasiado rápido como para que Hyuk pudiera fijarse en él, y lo único en lo que se podía concentrar era en el empuje de esa carne dentro de él, empujándole hacia el borde del abismo. Mientras gritaba al terminar, había algo extraño: habría jurado que escuchaba a un perro ladrando.

Hyuk abrió los ojos lentamente y se estiró, con el sueño aún fresco en su mente, y puso cara de asco al ver la sábana mojada debajo de él. ‹‹¡Dios!››. Se había corrido mientras soñaba, de nuevo. El sueño había sido tan intenso, tan real, que se había descargado como un niño de trece años. Hyuk rodó sobre su espalda para alejarse de la humedad. Notó dolor, probablemente debido a que Hae le había lanzado al suelo de la cocina la noche anterior, por lo que sus costillas estaban un poco más delicadas esa mañana. Sacó las piernas sobre el borde de la cama, se levantó y fue hacia el vestidor para sacar un pantalón de chándal y una camiseta. Bajó las escaleras descalzo y fue hacia la cocina, encogiéndose por lo frío que sentía el mármol de las escaleras en las plantas de los pies. Pero a su nariz no le preocupaba esa molestia; podía oler comida.
Hyuk se detuvo en la puerta y se inclinó sobre el quicio; Hae estaba delante de la hornilla, preparando el desayuno y canturreando algo. No pudo evitar que una sonrisa se apoderara de sus labios; Hae no estaba precisamente lo que se dice afinado. De forma espontánea, recorrió con la mirada la musculosa espalda de Hae hasta bajar por la curva del culo, que estaba ataviado con unos pantalones cortos de gimnasia desgastados. Hyuk trató de ignorar el cosquilleo que le hacía el estómago al recordar lo que era palpar esos músculos con sus propios dedos.
Cuando Hae alargó el brazo para coger un trapo con el que secar un vaso, Hyuk se apartó del quicio y le recorrió una sensación de mareo. Fue como si la cocina desapareciera y Hae no estuviera delante de la hornilla, sino detrás de algún tipo de mostrador, limpiando otro tipo de vaso, mirándole con esos ojos color avellana llenos de ternura. De repente, la imagen se evaporó, y se encontró mirando de nuevo la espalda de Hae, en su propia cocina.
Levantó la mano y se taponó la nariz, deseando que se le pasaran las náuseas, y se apoyó con la otra mano en el quicio para mantenerse en pie.

—¿Estás bien?

La voz de Hae sonó con preocupación, y el calor de su mano se filtró a través de la camiseta de Hyuk al guiarle hacia un taburete. No se movió ni le retiró la mano, después de que Hyuk se sentara. Simplemente se puso en cuclillas a su lado y se quedó mirándole, esperando una respuesta.

—¿HyukJae? ¡Háblame! Estás blanco como la nieve.
—Nada. Estoy bien —dijo Hyuk negando con la cabeza.

Las palabras sonaron entrecortadas y bruscas, y rehusó la ayuda de Hae. Levantó la mirada al ver que Hae suspiraba y volvía a la hornilla. El chico parecía exhausto, como si no hubiera dormido mucho la noche anterior, y Hyuk sabía que probablemente él fuera la causa. Hyuk se quedó mirando sus pantalones y arrancó un hilo del agujero que tenía en la parte de la rodilla. No es que le preocuparan los problemas de sueño de Hae, se dijo a sí mismo rápidamente.
Volvió a levantar la mirada cuando le pusieron una taza de café por delante, seguida de un plato con huevos, tostadas y beicon.

—Gracias —dijo con voz ronca.

Le sorprendió que Hae le hubiera cocinado algo, y se sintió ciertamente emocionado por el gesto cuando agarró el tenedor que Hae le puso por delante.

—La poli llamó mientras todavía estabas durmiendo —murmuró Hae mascando su desayuno —. Estarán aquí en una hora para tomarnos declaración a cada uno sobre lo que pasó anoche, y mandarán a alguien a casa de tu madre para hablar con Sora. Por suerte, ella no vio mucho. Menos mal que ya se había ido a la cama.

Hyuk frunció el ceño y cogió una tostada. No había escuchado ese tono del normalmente feliz y bromista Hae. Su voz era monótona y sin ningún tipo de emoción, como si estuviera cansado de esforzarse.

‹‹¿Quieres parar de preocuparte por su estado de ánimo? ¿A ti qué más te da?››.

Hyuk mordió la tostada y la masticó de forma pensativa.

—Tengo que llamar a Junsu para ver cómo lleva la búsqueda del paradero de ese dinero. Quizás deba decirle a la poli que alguien me está robando. Quien quiera que sea probablemente es sospechoso de querer matarme.

Hae recogió su desayuno sin apenas haber comido y lo tiró a la basura; dejó el plato y los cubiertos en el lavavajillas.

—Si van a hacer una lista, espero que tengan tiempo —murmuró, rodeando la mesa para irse de la cocina—. Voy a darme una ducha y a vestirme. Hay más huevos en la sartén si quieres.
—DongHae...

Esta vez fueron las palabras de Hyuk las que fueron interrumpidas antes de que pudiera pronunciarlas.

—No te preocupes por poner tu plato en el lavavajillas. Yo lo haré cuando baje. Después de todo —añadió Hae con sarcasmo—, eso es lo que hacen los sirvientes, ¿no?
—¡Bastardo! —le respondió Hyuk con un grito.

Se quedó mirando hacia el lugar en el que Hae estaba antes de salir huyendo por los disparos.
Oyó a Hae dar un portazo tan fuerte que le sorprendió que la puerta no se saliera de los goznes. ¿Qué demonios quería el tipo de él? No le mostraba empatía, no se portaba mejor con otros. Se pasó la mano por el pelo y, tras dar otro suspiro, empujó el plato hacia delante.
Maldita sea, había tenido que aislarse emocionalmente para llegar a donde estaba, para ganarse el respeto de sus colegas. Estaba convencido de que no iba a dejar que ese enorme, irritante y provocador chico de campo, le calara hasta los huesos y derribara los muros que había construido con tanto cuidado, ladrillo a ladrillo. Por el amor de Dios, todavía estaba intentando asimilar el hecho de que tenía un agujero de seis meses en su vida. Y por no hablar de que alguien le había robado quince millones de dólares de la empresa y... ¿qué era lo otro? Ah sí, alguien estaba intentando matarle.
Todo estaba colgando sobre su cabeza como la espada del puto Damocles y no podía respirar por el peso que todo eso suponía, le estaba aplastando. Lo último que necesitaba era tener al puto Lee DongHae mirándole con esos ojos de perrito mojado. No lo necesitaba en absoluto. Lo único que necesitaba era retomar su vida, toda su vida.

—¿Qué carajo ha pasado aquí? —dijo Hannah desde la puerta.

Se quedó mirando el rostro de Hyuk y recorrió la cocina para abrazarle.

—Dios, no te puedo dejar solo ni cinco minutos, ¿a que no? —le dijo poniéndole las manos a ambos lados de la cara y levantándole la cabeza para mirarle a los ojos—. Pareces cansado. ¿Dónde está Hae?

Hyuk volvió a reposar la cabeza sobre el hombro de Hannah y suspiró sobre su pelo, unos largos mechones castaños. Olía a Chanel y al champú de fresa que usaba; familiar, reconfortante.

—Ha subido a darse una ducha. La poli va a venir a tomarnos declaración dentro de un rato. Le pegaron un tiro anoche. Pero está bien —añadió rápidamente al verla sobrecogerse—. Sólo le hizo un rasguño. Se hizo más daño al golpearse él solo en la caída.

Hannah le acariciaba la espalda haciendo círculos y le abrazó aún más fuerte.

—¿Hay algo que no me estés contando? ¿Te portaste como un cabrón?

Hyuk resopló indignado.

—¿Por qué asumes que fui yo? ¿Por qué nunca es otro el cabrón? —Una ceja arqueada y un suspiro fue lo único que hizo falta para hacer que se derrumbara como un castillo de naipes—. Vale, sí, fui un bastardo. No me mires así —se quejó, viendo que había dejado de reconfortarle por su confesión—. ¿No tengo ya suficiente?
—Hyuk, te quiero como si fueras mi propio hijo, siempre te quise y siempre te querré. Pero a veces es difícil no darte un guantazo. —Hannah le dio un beso en la cabeza y le soltó—. Te estás poniendo en evidencia.
—¿Qué demonios se supone que significa eso? —Hyuk la vio adentrarse en el lavadero y regresar con un cepillo, una fregona y un cubo—. ¿No me lo dices?
—Averígualo —le respondió Hannah al encender la radio para ponerse a limpiar el suelo de la cocina.

Hyuk supo por su tono que la conversación había terminado. Hizo un gesto de desesperación con los brazos y resopló como un adolescente malcriado. Subió las escaleras dando zapatazos, se fue a su habitación y cerró de un portazo.

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DongHae estaba tumbado en la cama. Se había duchado y llevaba puestas unas bermudas y una camiseta sin mangas; tenía mechones de pelo mojados por la cara. No quería recrear el recuerdo de la noche anterior, pero parecía que su mente pensaba de otra forma, y dejó que se le cerraran los ojos una vez que la desesperación se volvió a apoderar de él. "No follar con los sirvientes". ¿Cómo habían pasado de estar envueltos en un abrazo, con los labios de Hyuk tan suaves y necesitados sobre los suyos, a "no follar con los sirvientes"?
Las piernas le habían llevado de forma automática a su habitación después de que el estruendo causado por el portazo de Hyuk resonara por las escaleras, pero sólo habían sido capaces de llevarle hasta el umbral. Cerró la puerta y se quedó apoyado en ella. Sus músculos se convirtieron en gelatina y se fue deslizando lentamente hacia el suelo, con la espalda contra la puerta. Para ser sinceros, no tenía ni idea de cuánto tiempo estuvo sentado allí. Debió haberse levantado en algún momento, porque cuando se despertó después de dar una cabezada estaba en la cama, vestido por completo.
Y respecto al desayuno... Se llevó la mano a la cara. Le había lanzado miraditas a Hyuk mientras comían, observando su cara en busca de señales de familiaridad, especialmente cuando probó el primer bocado de los huevos especiales de Hae. En ese momento había tratado de ignorar la risa histérica de su voz interior.

‹‹¡Vamos, tío! ¿Qué crees? ¿No te recuerda, pero tus huevos iban a hacer que todo volviera?››.

Pero el hombre que tenía en frente ya había vuelto a levantar los muros y los arqueros ya estaban en las almenas. Nadie se le iba a acercar. "Su" Hyuk estaba encerrado a buen recaudo en su torre, y no importaba lo alto que fuera el príncipe, ya que su espada no era lo bastante afilada como para abrirse paso por las zarzas y llegar a él.

‹‹¡Genial, DongHae! ¿Has visto demasiado Disney?››.

Alguien llamó a la puerta y le sacó de su ensimismamiento. Se aclaró la garganta.

—Adelante.
—Hola, cariño —le dijo Hannah asomando la cabeza por la puerta y sonriéndole con ternura—. La policía está abajo. Quieren hablar contigo y con Hyuk. —Entró en la habitación y se acercó a la cama. Una vez que estuvo junto a Hae, alargó el brazo y le quitó el pelo de la frente—. ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo?

Hae sacó las piernas por el lado de la cama y se encogió de hombros.

—Un poco, pero no mucho —le respondió con una ceja levantada al verle cara de preocupación —. No irás a forzarme a tomar calmantes, ¿verdad?
—Si me das problemas, sí —le respondió Hannah, pasándole los dedos por el pelo para después acariciarle la mejilla—. Gracias, DongHae.

Hae agradeció la caricia y asintió antes de ponerse en pie.

—Supongo que será mejor que baje y salve a la policía de Hyuk, antes de que les toque las narices y haga que le arresten.

Sonrió al ver que Hannah soltaba una risita y bajó las escaleras para ir hacia la sala de estar.
Hizo una mueca antes de abrir la puerta al escuchar a Hyuk hablando en voz alta; suspiró y giró el pomo.

—En fin. ¿Qué estabas haciendo? ¿Echar una cabezadita mientras yo hablaba?

Hyuk tenía la cara colorada y miró con ira a Hae cuando cerró la puerta al entrar.

—Éste es el detective Mitchum de la comisaría de San Antonio. Éste es mi guardaespaldas, Lee DongHae.

‹‹¡Mierda!››.

Hae se paró a mitad de camino y se quedó mirando al hombre mayor.

‹‹¡Por favor, Dios, no dejes que me delate!››.

—Encantado de conocerle, señor —le dijo educadamente.

Cambió de dirección y se detuvo delante del detective, tendiéndole la mano. El corazón le latía como una locomotora en el pecho, y durante unos segundos llegó a pensar que se le saldría del pecho y caería sobre la cara alfombra de debajo de sus pies.

—Señor Lee —le dijo Mitchum asintiendo con la cabeza y estrechándole la mano—. Ya me he enterado de su acto de valentía de anoche —le dijo mirando el vendaje del brazo—. Una idiotez si me lo preguntasen, pero valiente en cualquier caso.

Hae respiró aliviado, ya que Mitchum simplemente inclinó ligeramente la cabeza al ver que Hae se quedaba en silencio. Después dejó los ojos entreabiertos, lo cual le indicaba que iba a recibir un sermón. Era la misma cara que ponía su padre cuando se metía en líos.

—Gracias. Tal y como ya se le ha dicho, es por lo que me pagan. —Hae ignoró el balbuceo de Hyuk y se sentó en uno de los sillones—. Está muy lejos de casa, detective.
—Lo que pasó aquí anoche se filtró al mentidero oficial, así que la comisaría local pensó que sería buena idea coordinarse. Es obvio que los incidentes están conectados. No creo que haya ninguna duda acerca de eso —dijo Mitchum reclinándose en su asiento y cruzando las piernas.
—¿Esa era la información "urgente" que tenía para mí? ¿Que está trabajando con la policía local? —le espetó Hyuk.
—En parte —le replicó Mitchum, sin inmutarse ante el tono de Hyuk—. Señor Lee, apareció alguien que vio en las noticias su salida del hospital. Me complace decirle que ya sabemos dónde estuvo durante esos tres meses.

Hyuk puso cara de sorpresa y se inclinó hacia delante.

—¿Dónde, por el amor de Dios?
—Estuvo viviendo encima de un bar en el que trabajaba, en el centro de San Antonio.

Mitchum levantó la mirada de su libreta y miró a Hae primero, y después a Hyuk.

—¿Estuve trabajando en un bar? ¡No he trabajado en un bar en mi vida! ¿Alquilé una habitación en la casa de arriba o algo?

Hyuk estaba inquieto, y Hae sabía que era porque pensaba que las respuestas a las preguntas que buscaba tan desesperadamente estaban al alcance.

—No alquiló una habitación —respondió Mitchum—. Vivía con el dueño.

Hae supo por la cara de Hyuk que estaba totalmente atónito. Estaba sorprendido y con la boca abierta.

—¿Vivía con el dueño? ¿Qué... quiere decir con que... "vivía" con el dueño?
—Sí, tenía una relación con él que empezó... —dijo Mitchum mientras comprobaba sus notas— ... casi un mes después de que empezara a trabajar allí.

A Hae se le encogió el estómago por la mirada que le lanzó Hyuk, y se encogió de hombros con tanta indiferencia como pudo.

—¡Guau, estabas viviendo con alguien! Eso es algo bueno, ¿verdad?

Hyuk negó con la cabeza con firmeza, y toda esperanza que rondaba el corazón de Hae fue despedazada con ese simple movimiento.

—No, está mintiendo, quien carajo sea. Algún paleto vio mi cara en televisión y pensó en ganar dinero fácil. ¿Que yo me mudé con alguien después de conocerle sólo un par de semanas? —dijo Hyuk con una risa burlona—. Ni siquiera quedo con nadie. De ninguna manera me habría mudado con alguien que apenas conociera.
—Mire, señor Lee. Vi fotografías de los dos, pruebas de una vida en común. Usted tenía una relación con este chico. Le dije que le contaría a usted lo que había descubierto y eso he hecho. Le puedo dar sus datos y se puede poner en contacto con él si...

Mitchum se detuvo a mitad de la frase cuando Hyuk le interrumpió.

—No, gracias —dijo de forma rotunda—. Lo siento. Incluso si tenía "una relación" —dijo haciendo la señal de las comillas con los dedos— con ese chico, no estoy interesado en un pueblerino que lleva un salón de billares. Lo siento, pero no, gracias.
—Voy a ayudar a Hannah con el café —dijo Hae en voz baja antes de salir del salón sinmirar atrás.

Se reclinó sobre la pared contigua a la sala de estar, apoyando la cabeza. Respiró profundamente y trató de recomponerse. No podía seguir escuchando más. Mitchum le había dicho a Hyuk que tenía pruebas fotográficas de su vida; joder, de la vida de los dos juntos. Y Hyuk ni siquiera había parpadeado. Simplemente lo había rechazado agitando la mano.
Hae se pasó las manos por el pelo y atravesó todo el vestíbulo hasta la cocina; sonrió a Hannah al sentarse en un taburete. Recibió con agrado la perspicacia de Hannah, que le puso un café sin mediar palabra desde el otro lado de la mesa de la cocina. Hannah asintió al ver que Hae agarraba la taza y siguió pelando patatas. Sabía que debía irse a casa. ¿Cuántas veces más tendrían que atizarle en la cabeza con el hecho de que "su" Hyuk se había ido y nunca iba a volver? Estaba agotado, física y emocionalmente, y si se quedaba, la única persona que iba a acabar haciéndose daño era él. Apoyado en los codos sobre la mesa de la cocina, tomándose la segunda taza de café, así es como Mitchum le encontró diez minutos más tarde.

—Hola, señora —dijo el hombre mayor, tendiéndole la mano a Hannah—. Soy Hank Mitchum, de la comisaría de San Antonio. ¿Le importa si tomo prestado a DongHae para dar un paseo por los jardines? Quiero hacerme una idea de cómo están las cosas.
—Por supuesto que no, detective —respondió Hannah, secándose las manos con el delantal para estrechársela a Mitchum—. Tendré café preparado cuando terminen.

Hae evitó mirar a la cara a Hannah al acompañar a Mitchum hacia el patio; al salir pisaron los cristales rotos del pavimento exterior. Caminaron una larga distancia por el jardín en silencio, hasta que Hae no pudo aguantar más y habló, de forma atropellada, después de comprobar que estaban lo bastante lejos de la casa como para que no le oyeran.

—¡Ya no puedo más! ¡Suéltelo de una vez! ¡Me va a matar!
—¿En qué demonios pensabas, chico? —le espetó Mitchum con evidente gesto de enfado.

Hae se pasó la mano por el pelo, a sabiendas de que el detective estaba intentando mantener la calma.

—No estaba pensando. No estaba pensando en absoluto. Necesitaba verle. —Se metió las manos en los bolsillos y se encogió por el dolor de la herida del disparo—. Sólo quería verle, hacer que me viera. Pero después de una serie de malentendidos cuando llegué a la oficina, pensaron que estaba allí por la entrevista para ser guardaespaldas, y yo no...
—Y no te molestaste en corregirles —le interrumpió Mitchum frustrado—. ¿Estás loco? Te das cuenta de que pudieron haberte matado anoche, ¿no? O a HyukJae, o a su hermana. ¡Por Dios santo, DongHae! ¡Tuviste suerte de que esa bala no te volara tu estúpida cabeza!
—¿Cree que no lo sé? —dijo Hae volviendo a caminar—. Está casado, ¿verdad?

Mitchum asintió y Hae prosiguió.

—Entonces respóndame a esto. Si creyera que ha perdido a su mujer para siempre, pero de repente le dieran la oportunidad de volver a estar con ella, aunque fuera con un mínimo de posibilidades, ¿no se aferraría a ella y que le den a las consecuencias? Yo tenía que aferrarme. ¿No lo ve? Sólo tenía que aferrarme a ella.

—DongHae, hijo —le dijo Mitchum, con un tono más suave, pero todavía firme, al ponerle la mano en el hombro—. Lo siento por ti, chico. Sé que le amabas, y por lo que sé, él a ti también. Pero el Hyuk que amabas y el que está ahí no son la misma persona. Tú mismo lo oíste. Le dije que había iniciado una nueva vida con alguien y lo desechó como si nada. ¿Es ése el hombre con el que quieres pasar el resto de tu vida? Porque ése no es el hombre que amabas ni es el hombre que te amaba a ti. No creo que el hombre que está ahí sea capaz de amar a nadie.
—No siempre actúa así —saltó Hae en defensa de Hyuk; aunque sabía que no se debía molestar, no pudo evitarlo—. Detective Mitchum, el hombre que amo está ahí, y mientras esté en peligro, no me voy a ir.
—DongHae, no estás preparado para...
—Lo sé, lo sé, estoy preparado para servir cervezas y hacer cócteles —exclamó Hae con exasperación—. Pero haré cualquier cosa para proteger al hombre que amo, ya crea usted que todavía existe o no. —Se quedó mirando a la cara al hombre mayor de forma suplicante—. Por favor no se lo diga, por favor. Yo se lo diré en su momento, cuando todo este jaleo haya acabado, cuando sepa que está a salvo, lo haré. Sólo... Sólo necesito estar cerca de él..., por favor.

Mitchum suspiró y se frotó la cara con la mano.

—Está bien, no se lo contaré, por ahora. Pero tienes que tener cuidado, DongHae. Esto no es un juego. Quien quiera que sea el culpable le quiere muerto. Lo han intentado tres veces y no quiero que estés en la línea de fuego otra vez, ¿me entiendes? No quiero cargar con tu muerte sobre mi conciencia.
—Prometo mantenerle informado y no hacer ninguna estupidez.

Hae sonrió y pudo relajar la espalda.

—¿Qué? ¿Como lanzarte delante de una bala? —dijo Mitchum con ironía mientras caminaban por el césped de vuelta a la casa.
—Vale, tengo que admitirlo, eso fue muy estúpido —le dijo Hae con una risita.

Dejó que el detective entrara antes que él en la cocina, y allí se encontraron con Hyuk, que estaba tomando café con Hannah. Hae tomó la taza que le ofreció Hannah y le hizo señas al detective para que se sentara junto a la mesa de la cocina.

—¿Encontrasteis algo de interés en las azaleas? —preguntó Hyuk una vez que los dos se sentaron—. Parecía que teníais una conversación profunda ahí fuera —añadió a modo de explicación ante las caras de asombro que le pusieron.
—En realidad no —respondió Mitchum, antes de darle un sorbo a su café—. Sólo hemos repasado lo que pasó anoche y hemos puesto en orden algunos detalles.
—Hablando de detalles —dijo Hyuk con firmeza—, le agradecería si le dejara perfectamente claro a ese camarero que no estoy interesado, ni ahora ni en el futuro. No quiero que aparezcan pretendientes indeseados en la puerta.

Hae trató de pasar por alto el dolor que sentía por dentro por el rechazo de Hyuk, pero cada vez le resultaba más y más complicado hacerlo.


Una fe inquebrantable [ADAP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora