Uno: La ciudad subterranea

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Cuatro años han pasado desde la última vez que vio el sol, pero Natsuki no tenía ni idea del paso del tiempo, solo observaba su cuerpo y el de sus amigos crecer sin saber en qué fecha cumplirían años.

Se entretenía jugando con sus compañeros de casa, mirando la calle desde la pequeña ventana del segundo piso, en aquella ciudad no habían muchas cosas que hacer, así que pasaba sus días sentada en una banco de piedra mirando a los demás chicos pasar, los conocía a todos por fuerza de verlos, incluso le parecían ya familiares los pálidos rostros de los vampiros.

¿Por qué son así? ¿Qué creo aquellas criaturas tan similares a nosotros en apariencia y tan diferentes en naturaleza? Se preguntaba mientras miraba a la gente pasar. ¿Cuál era el sentido de su vida? Desde hace cuatro años solo se había limitado a sobrevivir, se había vuelto amiga de aquellos compañeros con los que compartía su hogar ¿Pero que debía una persona como ella esperar del futuro?

De vez en cuando Saki, una de sus amigas y compañera de casa, se le acercaba y hablaban, al principio Natsuki no hablaba con nadie, escuchaba las conversaciones de los demás niños con poco interés, pero poco a poco fue abriéndose con ellos.

Pasaba los días jugando con sus amigos, pero no podía ser feliz en esta ciudad, no podía simplemente dedicarse a sobrevivir, quería aprender, quería tener alguna meta en la vida, un sueño que perseguir.

Una tarde se quedó mirando con sus ojos llenos de admiración a un vampiro, uno de esos vampiros de bajo rango que llevan la cabeza siempre cubierta por una capucha.

-Ganado – dijo el vampiro con repugnancia en su voz, entonces un muchacho de cabello negro y llamativos ojos verdes se lanzó contra él.

-¡Cómo te atreves a llamarnos ganado tu tonto vampiro! – grito aquel niño, un muchacho rubio corrió tras él.

-Perdónelo señor, no sabe lo que dice – dijo el chico rubio mientras obligaba a su amigo a bajar la cabeza y se lo llevaba lejos.

Pobre chico, ese niño debe darle mucho trabajo pensó Natsuki, pero esa palabra "Ganado" siguió en su mente por mucho tiempo, medito mucho sobre ella y decidió que era la manera perfecta de describir la vida que llevaban, tenían que pagar la cuota de sangre y fuera de eso solo sobrevivían.

Al igual que el ganado veían los días pasar de forma monótona;

Despertarse – desayunar – jugar – cocinar - Almorzar – donar sangre (Una vez por semana) – merendar – dormir.

La cuota de sangre era dolorosa, los vampiros clavaban la aguja en su cuello y luego cuando le permitían marcharse, terminaba tan débil que bebía de un bocado el jugo le daban después de donar sangre.

Todos los días se repetía eso de forma cíclica, sin nada nuevo, siempre pretendía sonreír para mantener el buen ambiente en su casa, los niños más pequeños de su casa eran Serika y Ayumu, quienes habían llegado allí de cuatro y cinco años respectivamente.

Siempre era la ultima en dormir, todas las noche se sentaba junto a la ventana, miraba el paisaje y con mucha fuerza intentaba recordar la mayor cantidad de detalles de cada cosa del mundo de afuera, temía que de alguna forma perdiera esos recuerdos tan preciados. En la ciudad subterránea reinaba una eterna noche, la única forma de distinguir el día o la noche eran las farolas que por la mañana se encendían muy brillosas y por la noche alumbraban con una luz amarilla y opaca.

Tenia recuerdos que valoraba mucho en la ciudad subterránea también, eran recuerdos de los momentos que había vivido con sus amigos, casi se habían convertido en una familia para ella, los mayores cuidaban a los menores y todo el mundo se esforzaba en ayudar, eran como una familia.

Una noche mientras miraba al techo de la ciudad subterránea, imaginando que podía atravesar con la mirada la tierra y las piedras que le impedían ver el cielo.

En medio de la noche y justo debajo de su ventana, un grupo de niños se escabullo silencioso, los reconoció a todos, pero no conocía el nombre de ninguno. Los miro fijamente mientras se alejaban, se pregunto a donde irían, los siguió con la mirada hasta que desaparecieron, entonces miro el cielo de piedra un poco más y se fue a dormir, cayendo casi de inmediato en un sueño profundo.

Y esa fue la última vez que se vio a esos niños en la ciudad subterránea.

La sangre del pasado y futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora