Cuatro: Una chica desaparecida

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-¿Dónde está Natsuki? – pregunto Serika, Saki que en ese momento estaba cocinando no supo que responderle, desde ayer que Natsuki no había vuelto a casa.

-Ya volverá... debe estar entreteniéndose con algo – dijo Saki, estaba preocupada, ayer luego de donar sangre Natsuki se había adelantado pero parecía que nunca había llegado a casa.

Por la tarde Saki decidió que tenían que ir a buscarla, preguntaron a todos sus conocidos si la habían visto, hicieron correr la voz por toda la ciudad vampírica que era bastante grande.

Pero todos los esfuerzos fueron en vano, nadie la había visto, nadie sabía dónde estaba, nadie tenía pistas... los amigos de Natsuki comenzaron a desesperarse.

Ayumu estaba muy preocupado por su "hermanita mayor" y una semana después hizo una locura, había pasado todo el día preguntado por Saki hasta que por la desesperación termino llamando a propósito la atención de un vampiro.

-Por favor tienen que ayudarnos – susurro en voz baja Ayumu -. Mi hermana Natsuki desapareció... a ustedes tampoco les conviene que su ganado desaparezca ¿Verdad?

Saki que pasaba cerca en ese momento se puso pálida, corrió junto a Ayumu, lo tomo de la mano y lo jalo lejos de aquel vampiro.

-Discúlpenos por molestarlo – dijo Saki temblando de miedo he inclinándose para demostrar respeto.

Solo por un segundo vio el rostro del vampiro y esos ojos azules... azules y no rojos, y ese rostro ¿Dónde lo había visto antes?

El vampiro no dijo ni una palabra mientras los observaba marcharse y cuando desaparecieron de su vista siguió su camino.

Había pasado casi un mes desde que Natsuki había desaparecido, no habían podido descubrir ninguna pista de su paradero, en silencio para evitar algún castigo, todos los amigos de Natsuki culpaban de su desaparición a los vampiros.

Saki despertó muy temprano una mañana y al bajar al primer piso para hacer el desayuno, una cesta con comida sobre la mesa llamo su atención... luego de examinarla se dio cuenta de que no solo contenía alimentos sino que también llevaba ropa, juguetes, zapatos y jabones.

Al principio le dio mala espina que hayan dejado todas esas cosas en su casa, pero mientras hacia el desayuno y sacaba los pocos ingredientes que tenía en la cocina para hacer el mismo plato de todos los días, la misma comida que les servía de desayuno, almuerzo y merienda, esa comida que ya los tenía hartos de su monótono sabor, no pudo evitar regresar la mirada a aquel canasto lleno de todo tipo de verduras... y carnes ¿Hace cuánto tiempo que no comieran carne? Ya había olvidado que sabor tenía.

Sin poder resistirse cocino lo que estaba en la canasta, cuando los demás chicos bajaron a desayunar se quedaron asombrados por la deliciosa comida que les esperaba.

-¿De dónde has sacado esto? – pregunto Misaki con ojos brillantes de la emoción.

-Alguien ha dejado una canasta con toda esta comida – respondió Saki.

-¿Quién lo ha dejado? – pregunto Hideki.

-No tengo idea... no sé si ha sido buena idea cocinarlo.

A todos les parecía extraño que una canasta llena de comida apareciera de la nada, pero aceptaron la comida gustosos.

Desde ese momento una vez a la semana, una nueva canasta aparecía misteriosamente sobre la mesa durante la noche.

En una ocasión Hideki se escondió en la cocina la noche anterior al día donde siempre amanecían las canastas de provisiones en la mesa, se quedó en vela toda la noche, hasta que con un ligero chirrido la puerta comenzó a abrirse, Hideki miro la puerta con suma atención y distinguió entre la oscuridad una mano deslizarse por el marco de la puerta, a Hideki se le corto la respiración cuando distinguió una pulsera que Serika había hecho hace años y que las chicas de la casa llevaban siempre.

-¡Natsuki! – grito Hideki y la mano retrocedió, cuando el muchacho corrió a la puerta, no había nadie y en una de las gradas que subían a la casa estaba aquel misterioso canasto.

La sangre del pasado y futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora