_____ levantó la tapa. Inhaló el delicioso aroma del cordero marroquí hecho a fuego lento. Murmurando algo entre dientes, echó un generoso puñado de cilantro por encima y bajó el fuego al mínimo.
No debería haberse metido en todo ese lío, pero estaba nerviosa y cuando estaba nerviosa, cocinaba. Otra gente hacía deporte, daba largos paseos o se medicaba, ella cocinaba.
Había afrontado el instituto cocinando.
Se había enfrentado cocinando a la muerte de su padre cuando tenía dieciocho años.
Cocinar era terapéutico. Era relajante. Pero al mirar a su alrededor en la cocina, el cuscús remojado en limón, las verduras rehogadas y las alcachofas a la parrilla, los zucchini y los tomates, supo que había habido poca relajación y mucho estrés implicados en la receta a la que se había lanzado.
Buscó su vaso de vino y bebió un saludable sorbo. Estaba demasiado cansada para saborear el divino Clare Valley Shiraz.
Él llegaría en cualquier momento. Una sola boda más y ya no tendría que fingir en otra ceremonia.
La mayor parte del tiempo se sentía feliz soltera, pero había algo en esa boda, algo en Mattie uniéndose a sus otras amigas en la felicidad conyugal que le molestaba.
Aunque le encantaba salir con sus mejores amigas y sus hombres, la presión constante de ser la única sin pareja y estar rodeada de felicidad conyugal le hacía sentirse como una tercera rueda la mayor parte del tiempo. Y un poco triste, si tenía que ser sincera.
Con un poco de suerte, aparecer con Logan al lado le daría la excusa perfecta para mendigar unas pocas reuniones después de que el arroz de la boda se hubiera asentado.
Una vez que hubiera sobrevivido al siguiente mes y a todos los eventos relacionados con la boda, podría volver a dedicarse a lo que mejor se le daba: trabajar. Y relajarse a su modo, en su casa, sin la expectativa de tener que hacer vida social para encontrar una pareja.
No podía confiar en la gente. Lo había aprendido de la peor de las maneras. Su negocio, su casa eran algo estable, y le gustaba que fuera así.
Llamaron a la puerta y se bebió lo que quedaba del Shiraz en el vaso, miró por última vez su reflejo en la puerta del horno y recorrió a un paso deliberadamente lento el pasillo.
Abrió la puerta y dedicó a Freddy la sonrisa de seguridad que había pasado semanas practicando cuando había abierto su negocio, Soirée. Dado que Freddy la miraba como si fuese una diosa de la belleza, era lo menos que se merecía.
—Esto es para ti.
Le tendió un ramo de hermosos tulipanes. Nada de las manidas rosas por parte del señor Encantador.
—Gracias, pero no tenías por qué hacerlo.
—Pero lo he hecho. Estoy practicando mi papel de pareja —traspasó el umbral.
—Buena idea, pasa.
—Algo huele estupendamente.
—Espero que tengas hambre —dijo ella sonriendo.
Con la cantidad de cena que había preparado, podría haber servido la comida de algunos de los eventos que organizaba Soirée para el Ayuntamiento. Entró en la cocina y se acercó al fuego sabiendo el preciso instante en que él entró tras ella.
—Qué de...
Se dio la vuelta y se echó a reír al ver la expresión de asombro. Le hizo un gesto para que se sentara en el banco que ocupaba el centro de la estancia.
—¿Esperamos compañía?
_____ sacudió la cabeza y dejó hervir un minuto más el tagine antes de apagar el fuego.
—Me gusta la cocina. Es relajante.
—La de gourmet, por lo que veo.
Tomó un trozo de verdura cruda y lo mojó en su salsa especial de salmón ahumado y Camenbert antes de llevárselo a la boca. Su expresión de satisfacción hinchó su corazón de chef.
Con mano temblorosa llenó una copa de vino para él y se sirvió otra para ella.
—Esto está fantástico.
—Prueba de esto también.
Le colocó bajo la nariz una bandeja de samosas al curry. Encantado, se metió tres en la boca en rápida sucesión. _____ estaba feliz de que se comiera el contenido de toda la encimera si eso le mantenía callado.
Aunque eso era una tontería si se pensaba que tenían que preparar la historia que le contarían a Linda, Carol y Mattie y tenía que parecer real. Pero tenerlo en casa la había alterado más de lo que había anticipado.
Su casa era su santuario, el único lugar donde podía aislarse del mundo y ser ella misma. Su máscara de seguridad caía en cuanto se quitaba las lentes de contacto y se limpiaba el maquillaje. Se relajaba al instante, se quitaba la ropa de diseño y se ponía unos vaqueros desteñidos y una camiseta vieja.
Había pasado años construyendo una personalidad profesional para ocultar a la chica insegura que había sido, pero en cuanto atravesaba la puerta recuperaba su antigua piel. Allí era donde se sentía más cómoda que en ningún otro sitio.
Con la copa en la mano hizo un gesto en dirección al jardín.
—¿Quieres sentarte un rato fuera o te mueres de hambre?
—Después de las cositas esas que me he comido —se dio una palmada en el estómago—, mejor nos sentamos fuera.
Salieron al jardín.
—Has cambiado.
Las suaves palabras de él quedaron vibrando en el aire hasta que _____ consiguió alzar la vista y mirarlo a los ojos. Encontró en ellos un brillo de deseo que reflejaba el suyo.
—Supongo que ya no soy una cretina, ¿no?
Tras ocultar su gesto de sorpresa con una sonrisa, dijo:
—Los niños pueden ser muy crueles.
Oh, sí, ella lo sabía de primera mano.
—Era una cretina. Los chicos sólo describían lo que veían.
—Yo nunca te llamé así.
—Lo que no soy capaz de saber es por qué.
—Sé que no quieres hablar de eso, pero tenemos que hacerlo.
—Lo que sucedió esa noche es irrelevante.
—No pienso así. Esa noche fui un imbécil.
Algo oscuro, casi doloroso apareció en sus ojos. Algo que no era acorde con el engreído muchacho que había atraído la atención sin intentarlo, que no cuadraba con el hombre seguro y poderoso que era.
—La mayor parte del tiempo, no.
—Cuando más contaba.
Su imponente mirada se clavó en la de ella rogándole que recordara. Necesitó poco para recordar cuando los ojos bajaron a sus labios, haciendo que reviviera el momento exacto de la velada en que todo se echó a perder... el segundo antes de que sus labios se rozaran.
—No te tortures. Casi nos besamos y... Entonces nos vieron tus colegas, se rieron de ti y tú dijiste que no significaba nada —lo empujó suavemente hacia la mesa del patio—. Tenías razón, no significaba nada. Y ahora siéntate que voy a sacar unos entremeses.
Por el brillo decidido que vio en sus ojos, era evidente que quería seguir con el tema, hablar de que ella le había quitado importancia a lo sucedido, pero a _____ no le apetecía hablar de eso.
—Incluso aunque no hubiera sido así...
—Vuelvo en un segundo.
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Siempre Dama De Honor
FanficEsta novela es adaptada Las actualizaciones seran un poco lentas