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Blaise era asquerosamente leal. Aun con todo Hogwarts en contra se había negado a dejar de ser su amigo.

Y lo agradecía. Lo agradecía porque esos gestos, esos pequeños gestos; el ridiculizar a un Hufflepuff en clase usando bromas viejas de Draco, ponerle en su plato comida que sabía no iba a comer, dejar la luz prendida a la noche y hacer como si los gritos a las 3 de la mañana no fueran más que el viento, lo hacían querer reír con él, golpearlo, gritarle o llorar hasta agotarse.

Pero ya no sabía cómo.

Así levantaba levemente la comisura de los labios (si la broma era realmente buena), lo miraba frunciendo levemente el ceño (cuando las tortas y caramelos aparecían al frente de él), gruñía levemente (aunque él se veía incapaz de apagar las luces) y se dejaba abrazar con fuerza (cuando a la mitad de la noche las pesadillas eran mas fuertes que él).


Cariño, no valgo la pena.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora