Sean se limitó a asentir con la cabeza.
—Muy bien —murmuró, en un tono que parecía indicar que esperaba esa respuesta.
Después, salió del comedor abruptamente.
Aliviada al no haber provocado su furia con mi respuesta, también yo salí del comedor para subir a mi habitación.
¿He olvidado describir mi habitación? No creas que es porque no merece la pena, ya que era, y sigue siendo, la habitación más hermosa y elegante del castillo.Cuando entré en ella el día anterior estaba demasiado preocupada como para fijarme en nada. Pero esa noche iba de una cosa a otra, examinando los objetos que habían sido colocados allí para mi deleite hasta que, por fin, mis ojos reposaron en la extraordinaria cama en la que debía dormir. En las columnas que sujetaban el dosel había talladas figuras de animales salvajes que parecían ir subiendo hasta el capitel, donde había un hombre muy atractivo con una corona. Yo no entendí el significado de las figuras, pero no dejaba de mirarlas porque, a pesar de mis humildes orígenes, no se me escapaba su belleza.
Al lado de la cama, un gigantesco ramo con no menos de cien fragantes rosas reposaba plácidamente en un enorme jarrón de fina porcelana. Y ni un solo día faltaron las más maravillosas flores recién cortadas en mi habitación.
La ropa de cama era tan extraordinaria como todo lo demás y sentí un escalofrío de gozo al meterme entre las suntuosas sábanas de seda. Fue una sensación tan placentera que tuve la tentación de quitarme el camisón. En lugar de hacerlo, pasé la mano suavemente por el embozo de la sábana... y mis sentidos se despertaron de inmediato ante tal lujo, tal belleza.
Pero la sensación fue bruscamente interrumpida cuando oí unos golpecitos en la puerta.
— ¿Quién es? —pregunté, cubriéndome con la sábana.
—Soy yo, tu humilde servidor, Sean.
Sus maneras eran tan atractivas y cálidas como aterradora era su apariencia.
—Entra —le dije.
Sean abrió la puerta, pero no entró en la habitación. Gracias a la antorcha del pasillo podía ver su silueta recortada en el umbral; una silueta que habría sido aterradora de no ser por su porte de caballero.
—Sólo quería preguntarte si todo es satisfactorio, Jeannie —dijo él, sin moverse.
— ¿Satisfactorio? —repetí yo, sorprendida—. No, en absoluto. Jamás se me ocurriría describir esta habitación como «satisfactoria» —sonreí entonces, divertida por la broma, mientras apartaba las sábanas y encendía la luz del candil que había al lado de la cama.
Sean permaneció en silencio, mirándome con gesto de sorpresa. Al ver su expresión me di cuenta de que mi réplica debía de haberle enfadado y me apresuré a explicar:
—Oh, Sean, no. Quería decir... bueno, que todo es más que satisfactorio. Eso es lo que quería decir.
Pero ocurría algo. Era como si Sean no me hubiese oído. Sin pensar, salté de la cama y me acerqué a él para explicar. Pero sólo conseguí dar un par de pasos antes de detenerme, horrorizada.
¿Había oído un gruñido? No, imposible. Y, sin embargo, sus ojos tenían un brillo poco natural. Estaba inmóvil, como un animal preparado para atacar...
—¿Sean? —lo llamé, tanto una súplica como una pregunta.
Y entonces, de repente, desapareció.
Yo me quedé de pie durante unos segundos, sin saber qué hacer, intentando controlar los nervios. Me miré las manos, que temblaban... y fue entonces cuando me fijé en el camisón. ¡Era absolutamente transparente, de la cabeza a los pies! El candil que había encendido sólo servía para destacar mi desnudez bajo la tela.
No volví a ver a Sean hasta la cena del día siguiente. Y se mostró tan amable y refinado como el día anterior.
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La Bella y La bestia
FanfictionTodas hemos leído este maravilloso cuento. Todas hemos visto la película.... Pero... no sabemos sobre los "sucios detalles"