II

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He estado todo el día en el hospital, me siento realmente cansado. Son las tres y media de la tarde, yo debería de estar saliendo de la escuela, pero he faltado, Hailey debe de estar preocupada.

-Y bien, Rubén ¿Haz entendido? - preguntó el doctor Byron.

-No - rasqué mi cuello. - En realidad no le he puesto atención - me encogí de hombros.

-Tus pulmones han estado empeorando - El señor de la barba blanca, anotó algo en su libreta. -Me temo que te tendremos que hospitalizar un día antes.

-Eso no - fruncí el ceño. la mamá de Rubén apretó los labios y secó bruscamente sus lágrimas. -Rubén, cariño, es por tu bien - me tomó de la mano.

- Puedo aguantar - mi voz tembló. El doctor Byron negó al instante. -Me temo qué no.

Al final no pude hacer nada y tuve que aceptar. Me iban a hospitalizar el jueves en la tarde. Camino a casa, mi madre rompió el incómodo silencio que había entre ambos;

- Rubén, cielo, tienes que empezar a empacar tus cosas - pude notar como le costaba hablar.

-De acuerdo.

Llegamos después de un rato y ahí estaba mi castaña mejor amiga, tirada en la puerta principal de mi casa, con las rodillas a la altura de su rostro, llorando sin cesar.

-Hailey ¿Qué haces aquí? -pregunté acercándome a ella.

-¡Como que, qué hago aquí!, no has llegado a la escuela y me tenías preocupada - me abrazó aferrándose a mi torso.

- Fui al doctor - me encogí de hombros.

-¿Qué te ha dicho? - preguntó aún abrazándome.

-Que empeoré, me internarán, el jueves - sus ojos se oscurecieron y comenzó a sollozar.

-Te quiero, Doblas - soltó en llanto.

-Te quiero, Hai.

Entramos a mi "Humilde morada" y la ojicafé me contó que la profesora de Francés, se había puesto a llorar, por que un indefenso ratón del laboratorio se coló entre sus cosas.

Tenerla cerca me hacía sentir lleno, dichoso, feliz. Me acerqué para quedar a unos escasos centímetros de su fino rostro y susurré "Señorita, usted es mi persona favorita en éste mundo". Sonrió por inercia y ambos nos fundimos en un profundo y tierno beso. La estaba besando, no lo podía creer. Un escalofrío recorrió toda mi espina dorsal, ocasionando de igual forma, que mi corazón latiera a mil por hora. Me estaba quedando sin aire, así que sin más, me separé.

- Te amo - lágrimas corrían por su fino rostro.

-Y yo a ti.

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cáncerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora