La chica de la gorra azul.

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<<Odiaba esta sensación, siempre la he evitado. No soporto sentir estos nervios en mi estómago. Intento por todos los medios pensar en cualquier otra cosa, pero ahí están. Recordándome lo débil que soy.

Toda mi vida he intentado ser fuerte, siempre he sido demasiado independiente. Me gusta estar sola y hacer las cosas a mi manera. Esta manía ha incrementado con el paso de los años. Y ahora mírame, tengo miedo a las personas.

Sé que suena estúpido, es decir, una de las necesidades biológicas del ser humano es la de relación, el ser aceptado en una manada. Puede que sea hereditario, nuestros ancestros necesitaban a un grupo de los de su misma especie para sobrevivir.

Ahora no ha cambiado nada, seguimos necesitando de los demás para poder existir. Incluso yo.

Pero intento evitarlo. Es cobarde, soy consciente de ello. Escondiéndome de las personas no me va a ayudar a superar mi miedo. Miedo al rechazo, no, pánico.

Recuerdo como las piernas me temblaban cada vez que me sentía atrapada. Mis muslos quedaron entumecidos. Como en las pesadillas que tenía de pequeña. Esas en las que un monstruo me perseguía, yo perdía la sensibilidad de mis piernas mientras corría y caía.

Justo así.

He ido a dos psicólogos, ambos opinan que tengo miedo al rechazo social y que por eso me encierro en mi burbuja. Puede que así sea.

Pero entonces no explico otro de mis errores. Así como busco la aceptación de las otras personas. Evito el contacto. Mi mente es un mar de contradicciones, porque quiero estar rodeada de amigos, pero me agobio si alguien está conmigo mucho tiempo.

Por eso nunca he tenido novio. Siento casi la misma sensación de nervios y opresión que cuándo voy a un lugar con gente nueva. Me siento atrapada y sin salida. No puedo depender de alguien, no puedo compartir con nadie el resto de mi vida y mucho menos casarme y tener hijos.

Mi destino es el de permanecer sola el resto de mi vida. Acepto mi futuro conforme. Por eso soy cobarde, me oculto en mi monótona vida en vez de intentar superar mi fobia.

Él fue el único que pinchó esa burbuja.

Él es la excepción que confirma la regla. Lo necesito. Dependo de él.

Y me contradigo a mi misma, pero con él es diferente.

Pero ya no está.

Ya no sé que hacer con mi vida. He perdido cualquier chispa de iniciativa. Solo dejo pasar los días. Desde que se fue, he estado sumida en un trance. He perdido amistades, ya no hablo con nadie, todo a mi alrededor queda ralentizado, como si yo solo fuera una espectadora más. Todo está tan lejano.

Hoy es un día nublado. El día 86 desde que se fue. Como todas las mañanas, me pongo una gorra para tapar mis ojos, si hay algo que no aguanto, es que las personas me miren a los ojos, siento como si pudieran llegar hasta el más miserable de mis pensamientos, eso me asusta, no quiero que nadie más intente llegar hasta mí>>

Noah quedaba nadando en sus pensamientos, siempre los narraba en su mente, el único lugar al que otras personas no podían acceder. Contaba su vida a si misma, se relataba hasta los más pequeños detalles. Se hacía diarios mentales, para acordarse de cómo era.

Si, hoy era el día 86. Desde hace 86 estaba sola, por lo menos ella se sentía así, vacía, rota... estaba cansada de todo. Solo deseaba que él la hubiese llevado con él.

Pero no hay marcha atrás, solo le quedaba su promesa.

Parecía un poco estúpido llevar gorra en un día nublado, Noah era consciente de ellos, pero poco le importaba. Era como estar en una película antigua, todo en blanco y negro, insonorizado. A veces el tiempo pasaba más deprisa, tanto que incluso perdía la noción de los días. Otras un segundo era dolorosamente lento, sentía como su vida se le escapaba sin control. No hacía nada ante esto. No sin él.

La última vez que lo vio, fue en aquella barandilla a las orillas del mar. Pero no era un día nublado, estaba soleado y una brisa fresca rodeaba la situación. Como si la ciudad se despidiera alegremente de él.

Noah lloró, nunca antes había llorado de esa manera. Perdió el apetito por más de dos días, no había manera de hacerla comer. Sus padres estaban tremendamente preocupados.

Ella no quería hablar del tema, se ahogaba en su dolor, no quería que nadie más se infectará de ella. Puso una sonrisa y le mostró a sus padres que su crisis ya había pasado.

Todos las mañanas, no importaba la excusa, acudía al lugar de la despedida. Cerraba los ojos y se dejaba llevar por el recuerdo. Era el único momento en el que su vida volvía a tomar color. Sonreía, pasaba horas mirando aquel mar. Esperando paciente que él posara una de sus manos sobre los hombros de ella, le sonriera y dijera:- volví-

Pero nunca pasó eso, no por ello Noah perdía la esperanza. Lo esperaba ansiosa.

<<volverá, él volverá, lo prometió...>> se decía a si misma cada mañana al despertar.

Volviendo al principio. Esos nervios en su estómago que tanto odiaba habían vuelto, ahí estaban, danzando burlones ajenos a la situación. Era la misma adrenalina que sentía uno antes de subir a una montaña rusa. Excitación y miedo. Sobre todo miedo.

Sus ojos se abrieron, era él.

Ahí estaba, paseando tranquilamente en la acera de enfrente. Con un cigarro entre los labios y el pelo oscuro despeinado.

¿Era él? Quería gritar, llamarlo por su nombre. Que él se girara y le dedicará una de sus sonrisas.

¿Era él? Ya nada importaba, su figura se alejaba. Lo iba a perder, no podía permitírselo.

Sin pensárselo. Sus piernas comenzaron a correr, la figura delgada de él se difuminaba entre la gente. ¡no!

Chocó contra alguien pero no se molestó ni es disculparse, no podía perderlo de vista.

Corrió sin apartar la vista de esa sombra efímera. Cruzó la carretera.

Un coche avanzaba en su dirección, no lo vio venir.

Apartó unos segundos la vista de su amado para llevarla hasta el coche que se acercaba a ella peligrosamente. Sus piernas no le respondían ¿Así iba a acabar todo?

El coche dio un volantazo, el chirrido de las ruedas sobre el asfalto se grabó en su mente a fuego lento. El coche pasó como una ráfaga por su derecha. Pudo soltar el aire entonces. Pero no acabó ahí.

Un golpe. Demasiado fuerte para haber sido un simple frenazo.

Se giró temblorosa, esto era culpa suya.

El coche negro estaba empotrado contra el maletero de uno azul que no había arrancado tras el semáforo en verde. Había humo por todas partes, las personas de las calles se llevaban las manos a la cabeza asustadas.

Noah abrió los ojos impactada, esto era culpa suya, había sido una imprudente.

Con paso lento se acercó a la otra acera. No pudo apartar la vista del coche negro que había girado para no atropellarla. La parte delantera del auto estaba irreconocible y se fusionaba entre nubes de humo con la parte trasera del otro.

Unos ojos negros, la miraban idos desde dentro del auto.

¿Qué había hecho?

~{No Hero}~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora