Lucía estaba orgullosa de su plan. Era justo lo que había imaginado. Pero pronto comenzó a ver las fallas. En las clases de teatro había hecho amigos por primera vez, sin embargo, no podía hacer planes con ellos ni invitarlos a su casa, porque fuera de la escuela de artes, ella no era Josefina. Se dio cuenta que tarde o temprano, su madre conocería a su profesora y se referiría a su hija como Lucía, no con su falso nombre. La peluca podía salírsele, y entonces ya nada sería igual y nunca podría volver a actuar.
Todo esto preocupaba a Lucía y por eso evitaba hablar de sus clases de teatro en casa o de su vida con sus compañeros de teatro. Se aseguraba la peluca de todas las formas que se le ocurrían y eso provocaba que los peinados con lo que se presentaba en la escuela de artes fueran realmente extravagantes.
Un día surgió otra dificultad en su plan: volvía a su casa tras una hora de improvisaciones. En la puerta de la escuela, una de sus amigas le dijo en voz alta mientras ella cruzaba la calle:
-¡Chau Jose!- y ella correspondió al saludo con una sonrisa. Se adentró en el edificio donde tenía su departamento y se quitó la peluca al pisar el primer escalón de la escalera.
De pronto escuchó una voz tras ella:
-¿Lucía?- Se dio vuelta y se encontró cara a cara con la Sra. Pérez. -¿Vos tenías la peluca? ¿En qué obra hay una Josefina?- Lucía no supo qué decir y se echó a llorar sentándose en la escalera. -¿Qué pasa querida?- La Sra. Pérez la ayudó a levantarse y la guió hasta su casa, donde le sirvió una taza de café con leche, se sentó a su lado y le preguntó amablemente -Lucía, ¿qué pasó? ¿estás bien?- Lucía se secó las lágrimas, dejó la peluca sobre la mesa y, en voz muy bajita, le contó sobre su plan.
-Ahora se arruinó todo, debí haber supuesto que no funcionaría. Este tipo de cosas nunca lo hacen y no sirven para nada-
-Querida, no digas eso- la tranquilizó la Sra. Pérez -Las cosas sirven, siempre y cuando el que las haga lo crea-
Lucía asintió, recibiendo el consejo, y dio un sorbo a su café.
-Ahora contame, ¿por qué vas disfrazada?- preguntó al Sra. Pérez.
-Es que me da vergüenza hacerlo como yo misma-
-Bueno, si te ayuda a soltarte, es bueno que lo hagas, pero tené en cuenta que tarde o temprano vas a tener que contárselo a todos. No se puede vivir en una mentira-
-Lo sé, pero por ahora lo necesito- Lucía terminó su café y luego de charlar un rato con la Sra. Pérez, se fue a su casa con una sola idea en mente: su plan saldría bien, y las fallas que surgieran servirían para mejorarlo.
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Encontrando a mi verdadero yo
Storie breviLucía, una muchacha tímida e introvertida, vivía encerrada en su departamento al cuidado de su vecina. Hasta que una peluca la hace salir de su exilio voluntario y encontrar toda la confianza en sí misma, su verdadera pasión y su verdadera identidad.