Capítulo III: Mudanza.

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Seguimos de pie y en completo silencio pasados un par de minutos. Turno mi mirar: un segundo miro a Brian, quien luce completamente relajado, y otro miro a mi padre, quien parece todo lo contrario a mi hermano. Haner está visiblemente nervioso, posiblemente por miedo a cómo pueda reaccionar ante su noticia.

Trago saliva, me aclaro la garganta y me armo de valor para romper con el incómodo silencio que abunda en la sala desde que Haner dijo que era algo sumamente importante y serio.

—¿Y bien? —hablo, pero mi intento de sonar relajada es en vano, ya que mi voz sale temblorosa. Mi padre dirige su vista hacia a mí y levanta las cejas, dándome a entender que no sabe de qué hablo y pidiendo que sea más específica—. Sobre todo esto... ¿Qué quieres decirnos que es tan importante?

Haner deja escapar un largo y muy pesado suspiro, casi tomando pausas para así prolongarlo aún más. Noto que mira a Brian, le hace una seña con la cabeza, y casi al momento mi hermano sale disparado hacia el patio donde se encuentran los chicos. ¿Pero qué carajo? Frunzo el ceño, me cruzo de brazos, y miró a papá con mi mejor intento de mirada amenazadora.

—¿Por qué lo dejas ir a pasar el rato si es algo importante?

—Porque con él ya hablé de esto.

Lo miro, indignada y completamente furiosa. ¿Mis razones? Porque siempre que en el clan Haner se trata un tema "serio", siempre, siempre, lo hacemos todos juntos. No por partes.

—Bien —digo al fin—, entonces creo que no es tan importante como dices.

—Ah, vamos, Taylor —suspira con pesadez, poniéndose de pie al mismo tiempo y da un par de pasos hacia mí—... Sabes que no es porque te haga de lado.

—Entiendo —susurro.

Haner me da una sonrisa de medio lado, pero sin embargo su mirada luce apagada, triste, como si estuviera a punto de perder algo. No puedo evitar pensar en el día que mamá nos dejó; su mirada es casi la misma, sólo que no está cristalina.

—Venderé la casa —dice en voz baja—, y nos mudaremos.

Abro la boca sorprendida. Entiendo por qué se ve mal. Los recuerdos, todas las cosas que vivimos aquí al lado de Elizabeth, mi madre, todo queda en nuestro hogar.

—¿Qué? —es lo único que logro articular, con la voz quebrada.

—Lo que escuchaste. Venderé la casa y nos vamos a New Jersey.

—¡¿New Jersey?! —repito. Él se limita a sonreír aun con la mirada gacha.

No. No, no, no, no. ¡No! Es un rotundo no.

Simplemente me niego a aceptarlo. ¿Cómo es posible que así de simple quiera dejar todo atrás? Desde hace diez años que vivimos en esta casa, ¿y ahora simplemente quiere dejar todo? Olvidar nuestro hogar, el lugar donde me crié. ¡Largarnos a New Jersey! ¿Qué acaso sólo piensa en él? Tantas cosas que tenemos en California, las amistades, lugares, buenos recuerdos...

—No quiero —digo firme, a pesar del tremendo nudo que se ha formado en mi garganta.

—No estoy preguntándote, Taylor. Nos vamos.

—Pero...

—Es definitivo. El camión de mudanzas viene el viernes. Nuestro vuelo es el sábado. Y comienzas la escuela el lunes. Todo está arreglado.

Aprieto los labios, y una lágrima rebelde sale de uno de mis ojos.

—No llores...

—¿Así nada más? Ni siquiera preguntaste qué pensaba al respecto —espeto, sintiéndome totalmente menospreciada—. ¿Qué hay de Brian? —pregunto recordando a mi hermano.

T.W.I.U.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora