| Capítulo 6.- Sentimientos |

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Sebastián

— ¿Podrías simplemente no tocar nada? — Me preguntó cruzando ambos brazos —. No sé la razón por la cual te permití entrar a mi cocina

— Entonces te obedeceré — levanté mis manos a la altura del pecho —. No tocaré nada si no me es permitido, ¿has dicho de manera correcta la palabra "no"?

— El analgésico ha hecho su efecto, aleluya — caminó fuera de la cocina, yo lo seguí. Miré hacia las paredes, había un cuadro enorme y extraño de una pintura abstracta, sólo era una mancha negra con fondo blanco, tal parecer que los años le dieron un mal gusto —. Si sólo has venido a entregarme mi anillo de compromiso, creo que puedes irte ahora

— ¿Así sin más? — alcé mi ceja izquierda, sonreí de lado —. ¿No será que mi presencia está causando otro tipo de sentimientos? — Solté de golpe, su seriedad me dio una risa —. Estoy bromeando, sólo es un juego

— ¿No tienes algo qué hacer? Apuesto a que el gran Sebastién tiene asuntos importantes de negocio que cubrir

— Existen otras maneras de correr a alguien, ¿sabes?

Volví a mirar hacia la pared, esta vez, los retratos de Alexander en distintas localidades me habían hecho sonreír, caminé hacia ellos. Agregué diciendo: —. Luces muy contento, ¿dejaste crecer tu barba?

— Fue por un tiempo relativo — respondió apenado —. Mi trabajo algunas veces me consume mucho, no tengo la oportunidad de atenderme a mí mismo. Son turnos completos.

Me giré, en el mueble debajo de la televisión habían más fotografías, tomé una entre mis manos. Alexander posando con una sonrisa de lado, la nieve a su alrededor y las mejillas coloradas del frío. Se veía joven, era el Alexander que conocí.

— ¿Cuántos años tenías aquí? — Cuestioné acariciando el marco con sutileza

— Creo que tenía veinte años, la tomó mi padre — sentí su presencia cada vez más cerca de mí, me giré un poco hacia él —. El tiempo vuela, ¿no es así?

— Sí, cuando menos lo esperas pasan diez años en un abrir y cerrar de ojos — coloqué la fotografía en su lugar. Al lado de ella había otra, Alexander con quien parecía ser Isaac, el cielo nocturno que los cubría en la mesa de un restaurant al aire libre —. Así que él es tu prometido

— Sí, él es Isaac

El tipo tenía el cabello oscuro, sus ojos celestes y una sonrisa que, a mi gusto, no era del otro mundo. Era un hombre cualquiera, al menos para mí.

— ¿Puedo quedarme un rato más? — Interrumpí, lo miré a sus ojos —. Sólo un pequeño rato y me iré

Alexander, quien acariciaba sus manos de manera nerviosa, tardó unos segundos en responder que sí podía estar con él unos instantes más. Traté de conocer las historias que ocultaban aquellas fotografías, las que incluían a Isaac también, pues quería saber qué había hecho Alexander en ella, sólo eso. Nos sentamos en el sofá, él luchaba contra sí para no mirarme de manera directa, lo noté un par de veces. Mientras yo sólo estaba ahí, existiendo de la manera más amena que podía, escuchándole hablar y hablar, con esa voz apacible.

— Acompañaba a mi padre a pescar, no éramos muy fanáticos en realidad, pero es relajante, ¿lo has hecho alguna vez? — Me interrogó, yo asentí —. En esta fotografía él había atrapado a un enorme pez, sin embargo, me pidió que posara con él para presumirle a sus compañeros que su hijo de quince años había hecho esa pesca por sí mismo — Sonrió y me entregó la fotografía —. Una mentira que no le hace daño a nadie, siempre me enalteció y lo sigue haciendo.

Cenizas [YAOI-GAY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora