You should not underestimate me.

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El entrenamiento posterior al conflicto entre Zain y yo la noche anterior fue cuanto menos, curioso. Ambos nos comportábamos con cautela, lo cual llamaba mi propia atención ya que los dos éramos impulsivos, al menos en el sentido de los entrenamientos: él me decía sin rodeos lo que pensaba de mis progresos y me forzaba a aprender, mientras que yo, le soltaba a cada minuto comentarios hirientes -aunque nunca más hirientes que los que él me lanzaba a mí- como contestaciones a las manifestaciones de sus opiniones en cuanto a mi trabajo. Sin embargo, aquel día en cuanto pisé la enorme sala de entrenamientos, tuve carta blanca para hacer todo lo que quisiese, y me propuse demostrarle a Zain lo que ya tenía asimilado y bien preparado, que eran meramente la resistencia y mi habilidad con el disparo, que curiosamente, era algo que incluso en la mirada de Zain había visto reflejado como positivo, teniendo la oportunidad de comprobar con satisfacción su sorpresa ante mis avances. 


— Estás avanzando... más de lo que esperaba y mucho más rápido de lo que creía, sin duda —lo observé, rascándose la corta barba que se había dejado mientras buscaba algo más que decirme.


Una hora después estábamos en las frías calles de Las Vegas, trotando de camino a uno de los campos de golf situados en la zona más alejada del corazón de la ciudad. Zain me había asegurado que teníamos permitido entrar a los campos para correr, y yo le creí, ¿por qué me mentiría? ¿no? Pues lo hizo. Cuando contábamos con aproximadamente treinta minutos en el reloj en los que habíamos estado corriendo, un carrito de golf con dos guardias subidos a él venía hacia nosotros. Mi entrenador y yo cruzamos miradas y su sonrisa ladina me indicó que era aquello lo que estaba esperando, gesto que no me tranquilizó en absoluto. De hecho, mi reacción fue correr tan rápido como mis piernas me lo permitieron, escuchando a lo lejos los gritos de los guardias: "¡Deténgase, señorita!". Gruñí, frustrada, al ver a Zain adelantarme y escuchar su risa burlona. No me dejaría allí dentro, ¿cierto? Y como no quería conocer la respuesta a mi propia pregunta, conseguí reunir fuerzas para acelerar mi paso y no situarme tan lejos de Zain.


— ¡Abajo! —Me ordenó, siguiendo su propia ordenanza. El hecho de verlo deslizarse por una de las verjas rotas situada entre arbustos espinosos me hizo comprender que ya conocía aquella salida, por lo que no dudé en imitar su gesto.


Gemí de dolor al conseguir pasar al otro lado de la verja, ya que la sudadera se había deslizado hasta mi pecho y tenía rasguños esparcidos a lo largo de la espalda y el vientre. Con suerte, había podido cubrirme la cara y no sufrí daños en zonas demasiado dolorosas, pero odiaba a Zain por el hecho de haberme mentido.


No había tenido tiempo para volver a adoptar unos ritmos respiratorio y cardíaco normales cuando la mano de Zain había tirado de mi brazo para ponerme en pie y así salir corriendo de nuevo, en mi caso, sin dirección. Zain parecía tener claro dónde nos dirigíamos a pesar de que no estábamos tomando el mismo camino que seguimos al llegar. 


— ¡Eres estúpido!


— ¡Me arriesgo, Lilith, algo que tendrás que imitar si piensas seguir con esto!


Una vez nos hubimos alejado lo suficiente del campo de golf, aminoramos notablemente la marcha hasta conseguir un trote moderado con el cual nos dirigimos a un skatepark repleto de adolescentes practicando y perfeccionando sus trucos con el skate. El lugar era amplio, lo suficiente como para que unos setenta adolescentes disfrutasen de la construcción diseñada para la diversión en bicicleta o uno de los aparatos con ruedas a los que no me subiría jamás. Las ruedas de coches, motos y bicicletas eran las únicas que no temía, ya que las de skates, por ejemplo, me aterraban. Sabía que moverme en ellos no sería difícil, pero sí ridículo, sin contar que aquí precisamente no era el movimiento callejero lo que se buscaba, sino la práctica de trucos: lo que me aterraba. Llamaba la atención cómo justo en aquel lugar, si te despistabas, podías confundir a todos aquellos chavales, ya que la vestimenta que portaban todos era prácticamente igual: gorras con visera, camisas innecesariamente anchas, pantalones holgados y zapatillas desgastadas. 

You'll lose some || z.m auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora