Torcerte el tobillo duele.
Menstruar duele.
Imagina torcerte el tobillo y rematar con una buena menstruación mensual. Suena bien, ¿cierto? Ligamento roto y expulsar periódicamente por la vagina un óvulo maduro no fecundado con sangre y otras materias procedentes del útero suena como un buen plan para la semana. Para culminar esta hermosa escena, puedes añadir un triste temporal que acompañe tu humor: lluvias, frío y tormenta.
Pues así me hallaba yo el diecisiete de abril de dos mil quince, un planazo para entretenerme. Lo bonito del cuento era que al vivir sola, nadie me ayudaba y más de una vez me había avergonzado de mí misma al verme reflejada en los cristales de los muebles cojeando y maldiciendo ser mujer por decimoctava vez en el día. La venda en el pie mantenía el calor demasiado bien concentrado en dicha zona y yo creía explotar del picor que ello me provocaba. Sumando a esto que las visitas al baño no eran demasiado fáciles de realizar con mi torpeza.
Sin embargo, debía admitir que la torcedura de tobillo era un plus en cuanto a trabajo y amistades. Casi todos mis contactos telefónicos se habían pasado por mi casa de visita cargados de dulces, chocolate y flores: definitivamente eso era lo mejor de la situación.
Aquel día primaveral habían decidido acercarse a casa a visitarme mis mejores amigos y unas horas más tarde habían aparecido Meredith e Ian.
— ¿Cómo va ese pie, Eastwood?
— Iría mejor estampado en tu cara, Max, pero me conformo con tenerlo vendado y doliendo cada vez que algo lo roza —bromeé, guiñándole el ojo derecho a mi mejor amigo.
— Qué agresiva, nena, ¿un cigarrillo para bajar esos humos? Aunque el cigarrillo tiene humo, así que te los subiría...
— Una triste broma más de ese estilo y juro que te destrozaré la cara a bofetadas, Max Byrne.
Acepté con gratitud el pitillo que el rizado me entregó, pellizcando suavemente su mejilla una vez conseguí encenderlo con el mechero más puñetero con el que me había topado en mi vida. Expulsé el grisáceo humo a través de mis labios en forma de O, alzando las cejas y bajándolas repetitivamente sin despegar mi mirada azulada de la verdosa de Max.
— Lil, creo que te abandono por esta chica, ¡es genial! —Oí a Daya gritar desde la otra punta de la sala de estar.
Alcé una ceja y dirigí mi mirada hacia Daya, la cual estrechaba entre sus morenos brazos el pálido cuerpo de Meredith. Le mostré la lengua y con ayuda de Max, conseguí ponerme en pie para coger las muletas y acercarme a ellas.
— La rubia es mía y del señor aquí presente.
— Eso es cierto, que me costó lo mío ganarme su corazoncito.
Reí al ver la mueca de disgusto de Meredith al escuchar a Ian ser cursi, observando con cariño cómo mi amigo envolvía los brazos alrededor de su novia y le despeinaba la melena dorada que caía en cascada sobre sus hombros pero que ahora se encontraba apuntando a todas direcciones. Meredith hizo una nueva mueca, aquella vez de disgusto, y al mismo tiempo intentó alisar los mechones rebeldes dejando vagar una mano entre ellos.
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You'll lose some || z.m au
FanficLilith Eastwood está decidida: Va a vengar la muerte de sus padres, atrapar a ese cabrón que los mató era su propósito, y tras ello, hacer que su corazón dejase de latir. No estaba dispuesta a dejar el asunto pasar, llorar abrazada a Floyd y esas es...