Capitulo 4

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El pasillo le parecía interminable. De las paredes que rodeaban al pasillo colgaban pequeños candelabros que iluminaban el camino y eran tan altas que se perdían en la oscuridad del techo. Kate se sentía como una hormiga en comparación con ellas. Siguió caminando y al final del pasillo se encontró con una puerta igual de grande que las paredes. La empujó y la puerta se abrió fácilmente. La habitación en la que entró era bastante amplia y le dio la impresión de que era algo parecido a un despacho.

     Kate se quedó completamente inmóvil en la entrada al ver que no era la única en la habitación. Al fondo se encontraba un escritorio grande de madera y detrás de este, dos jóvenes la miraban con los brazos cruzados, uno de ellos era rubio y el otro de cabello negro. Inmediatamente se sintió amenazada.

—No debes temernos. No te lastimaremos —dijo el rubio.

— ¿Dónde estoy? —preguntó Kate.

— ¿No reconoces el lugar? —respondió el mismo chico. Ella lo miró por unos segundos antes de examinar la habitación en la que se encontraba. La reconoció después de unos minutos.

—Mi sueño... —dijo en un susurro —. Siempre se desarrolla aquí. Entonces, estoy soñando de nuevo.

—Es un sueño, si —confirmó el chico —. Pero todo lo que sucede y digamos es real.

— ¿Cómo puede ser real si se trata de un sueño? —preguntó de manera escéptica.

—Te explicaremos después. Primero debes escucharnos, por eso no tienes que huir de nosotros.

—Yo no huyo de ustedes, es la primera vez que los veo... —se interrumpió al notar que su comentario carecía de sentido. No era la primera vez que los veía, siempre que soñaba, los dos chicos se encontraban aquí, con ella. Y no sólo en su sueño, esta tarde... ambos chicos se parecían mucho a los que vio de camino a casa...

—Eran ustedes... El chico del balón —dijo apenas en un susurro.

—Así es. Tienes que escucharnos...

—No. No, esto es absurdo.

— ¿Por qué?

—Es falso, todo esto, no es real.

—Tú sabes que es real. No puedes negarlo

—Puedo y lo haré. Esto no tiene sentido

—Katelyn...

—No, déjame. No eres real, es un sueño... sólo un sueño

—No lo es —el chico rubio empezó a caminar en su dirección. Kate retrocedió unos cuantos pasos.

— ¡Apártate!

                                                                                            *********

     Despertó unos segundos después e inmediatamente notó dos cosas importantes. Lo primero fue que no se encontraba completamente frenética y con el corazón a punto de estallarle y lo segundo... que a diferencia de las noches anteriores —y pese a su intención de olvidarlo— recordaba todo. Desde su recorrido por el pasillo hasta su encuentro con los chicos. Por primera vez en varios meses, Kate finalmente fue capaz de recordar su sueño.

                                                                                        **********

     Por la mañana se sentía bastante cansada, tanto que incluso consideró la idea de quedarse en cama y dormir todo el día. Lamentablemente, su moral y dieciséis largos años de asistir puntualmente a la escuela, la obligaron a levantarse en contra de su voluntad. Salió de casa con veinte minutos de anticipo y caminó en dirección a la Universidad.

     Después de tres calles de recorrido tuvo que detenerse en una esquina para esperar a que el semáforo cambiara de verde a rojo. No era la única esperando, otras tres personas se encontraban a su lado, las miró de reojo para darse cuenta de que al igual que ella eran estudiantes. El semáforo cambió de color. Los estudiantes avanzaron para cruzar la calle, Kate dio un paso para avanzar pero alguien la tomo del brazo antes de que su pie tocara la acera.

     Alarmada, dio media vuelta para ver de quien se trataba y —en caso de que fuera un secuestrador o asaltante— gritar con todas sus fuerzas. Sin embargo, quien la detuvo no era una persona cualquiera, se trataba del mismo chico rubio del día anterior. Al inicio se relajó pues él no suponía una amenaza, pero después recordó el sueño. El chico se encontraba en el. Extendió sus ojos como si hubiera visto un fantasma y abrió la boca para gritar. El chico tapó su boca con las manos al notar su intención.

—Por favor no grites —suplicó —. No pienso hacerte daño. Sólo quiero hablar contigo.

     Kate quitó las manos del chico de su boca y considero decirle que se largara y la dejará en paz, pero en vez de eso optó por correr de regreso a su casa. El chico la detuvo nuevamente antes de dar siquiera tres pasos.

—Ven conmigo, por favor. Juro que no te lastimaré y que tampoco soy un secuestrador.

— ¿Cómo esperas que te crea? —replicó Kate.

—No lo sé, pero debes creerme. De verdad necesito hablar contigo.

— ¿Por qué?

—Ven conmigo y te lo explicaré. Lo prometo.

—No te creo —sin darle tiempo a hablar, Kate empujo al chico y aprovecho su leve tambaleo para escapar de él.

     Corrió como nunca antes en la clase de deportes, esquivaba personas ocasionales que se encontraban en la acera. Tenía un único objetivo. Su casa. No se encontraba muy lejos y aún así las calles le parecieron inmensas. Lograba escuchar la voz del chico pidiéndole que se detuviera, ella lo ignoró y continuó corriendo. Cuando le faltaba tan sólo una calle sintió que podría salvarse, pero esa sensación se evaporó en cuando la mano del chico se cerró sobre su brazo impidiéndole avanzar.

—Katelyn, por favor. No huyas —mientras hablaba ella se removía intentando quitar su agarre, pero al oír su nombre se quedo quieta.

— ¿Cómo sabes mi nombre?

—Yo... —sacudió su cabeza—. No importa, por favor, ven conmigo.

—No. Déjame, no te conozco. Podrías ser un acosador —se removió nuevamente.

—No lo soy —ella no le creyó.

— ¡Déjame! —exclamó —. Voy a gritar si no lo haces.

Para su sorpresa, el chico disminuyó la fuerza del agarre, aunque no la soltó.

—No piensas venir conmigo ¿cierto? —lo dijo en tono de derrota.

—No. Nunca —el chico suspiró.

—En ese caso no me dejas otra opción, intenté hacerlo por las buenas —Kate se preguntó a que se refería, se encontraba a punto de preguntarle cuando lo vio sacar un pañuelo del bolsillo de su pantalón.

— ¡No! —gritó en cuanto entendió lo que pretendía hacer a continuación.

     Fue demasiado tarde. El chico cubrió su nariz con el pañuelo y unos segundos después sintió como todo daba vueltas. Lo último que vio fue al mismo chico que la drogó sosteniéndola para evitar que se impactara contra el suelo. Se desmayó en sus brazos.

La Guardiana de AllerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora