Capitulo 1

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— Señorita Simons, ¿Puede darme la respuesta al ejercicio?—la voz del profesor se alzó sobre la de los alumnos, causando que todos dieran un pequeño brinco en sus asientos.

     Katelyn Simons, quien minutos antes se encontraba recargada sobre su escritorio, con los brazos cruzados y su cabeza escondida entre ellos, se sobresaltó al escuchar la voz del profesor. Levantó la vista y apartó un par de mechones castaños, parpadeó un par de veces antes de que su cerebro fuera capaz de procesar lo que sucedía a su alrededor. El profesor la miraba fijamente, aguardando por una respuesta. Miró al pizarrón, donde se encontró con una ecuación un tanto sencilla. Haciendo rápidos cálculos mentales logró dar con la respuesta.

—La respuesta es equis igual a la raíz cuadrada de 27 —dijo sin dudar. El profesor asintió con la cabeza.

—Asegúrese de poner atención ¿de acuerdo? —dicho esto dio media vuelta para continuar explicando el proceso de la ecuación.

     Una de las ventajas de hacer la tarea era que si te encontrabas en una situación como esta podrías salir fácilmente de ella. Miró su libreta sólo para darse cuenta de que no tenía ningún apunte de la clase, rápidamente anotó unos cuantos ejercicios, pero incluso eso le causaba un gran esfuerzo. Lo único que quería en ese momento era cerrar los ojos y dormir profundamente. Se sentía realmente cansada y gracias a eso el profesor terminó regañándola... todo por culpa de esa pesadilla.

     No era la primera vez que no dormía bien por culpa de un mal sueño, pero sí era la primera vez que se quedaba dormida en clase. La campana sonó, indicando el final del día. Aliviada, Katelyn tomó sus cosas y las guardó en su mochila. Por un momento pensó que el profesor la detendría para hablar con ella, pero él continuo borrando el pizarrón, completamente ajeno a su presencia. Sin desaprovechar esta oportunidad salió del aula y no miró atrás.

                                                                                    *********

— ¿Otra vez ese sueño? —preguntó Lindsey, lanzándose directo a la cama de Katelyn.

—Si. Comienza a molestarme —dijo ella.

— ¿Has hablado con tus padres sobre esto? No puede ser bueno que sigas sin dormir.

— ¿Y qué les digo? Ni siquiera puedo recordar con claridad el sueño

     Pese a que llevaba varias semanas soñando lo mismo, cada vez que se despertaba —alerta y con el corazón latiéndole a una velocidad que no creía posible— los pequeños fragmentos del sueño se disipaban y mientras más trataba de recordar, más rápido se borraban sus recuerdos.

— ¿Ni un poco? Debe haber algo... aunque sea pequeño

—Nada. Lo juro, me he esforzado por recordar pero no puedo —con un suspiro de derrota Katelyn se lanzó en la cama, a lado de Lindsey.

—No te preocupes, ya encontraremos la solución —dijo esta con un tono de motivación.

     Lindsey Green era ese tipo de persona que sin importar lo mal que resulte una situación siempre estará buscando el lado bueno de ella. Su lazo de amistad con Kate no se dio hasta hace aproximadamente tres años. Algunas de las mejores amigas se conocen prácticamente de toda la vida, pero para ellas tres años es lo mismo que toda una vida. Nunca sospecharon que en un futuro inmediato se convertirían en parte importante de la vida de la otra.

—No importa, no te llamé sólo para contarte mis penas —dijo Kate —. Pensaba salir y quiero que me acompañes.

—Wow, espera. ¿Tú quieres salir? —Lindsey se incorporó hasta quedar sentada sobre la cama —. ¿Quién eres y que has hecho con mi amiga?

Katelyn rodó los ojos y con una sonrisa comento:

—La he secuestrado y mandado a Australia.

— ¡Lo sabía! —exclamó —. Oh, pobre de mi amiga. Debe estar confundida y sola.

—Seguro. Entonces ¿me acompañas? No me hagas rogarte.

— ¡Por supuesto! —la chica se levantó de un salto —. ¿A dónde iremos?

     En vez de responder, se limitó a encogerse de hombros. Un gesto que entre ellas sólo podía significar una cosa. El lugar al que iban era sin duda al mismo que frecuentaban cada vez que conseguían el dinero suficiente para pagar.

—Será sorpresa.

                                                                             **********

     Para cuando salieron de la librería el sol estaba a punto de ocultarse. Ambas chicas decidieron caminar en dirección a la casa de Lindsey, era la que vivía más cerca de donde se encontraban ahora. Mientras caminaban, no dejaban de hablar sobre lo hermosa que resultaba la portada del libro recién comprado, así como también de todo lo que podría encontrarse en el interior del mismo. Ambas se morían por leer la continuación y ahora que Katelyn finalmente consiguió el libro, su duda quedaría resuelta.

     Llegaron a la calle donde tendrían que separarse, se despidieron, no sin antes de que Lindsey le hiciera prometer que no leería el libro sin ella. Kate aceptó y caminó calle abajo para llegar a su propia casa. No le faltaban más de dos metros para llegar, cuando lo vio.

     Un gato gris, con rayas negras se encontraba en su patio delantero. No era la primera vez que lo veía. El gato solía rondar por el vecindario y de vez en cuando Kate le daba un poco de comida. En cuanto se acercó, el gato caminó en su dirección. La chica se agachó para acariciar su cabeza.

—Hola, chico. Comenzaba a preguntarme si te volvería a ver —dijo en un susurro.

     Su madre solía decirle que no debía tocarlo. Pero ella la ignoraba. Tal vez su madre tuviera razón, era un gato callejero, sólo Dios sabe en donde ha estado y aun así ella aun le dejaba comida en una pequeña tapa de plástico. Kate siempre quiso una mascota, pero debido al asma que padecía su hermana esa ilusión se vio aplastada.

— ¿Quieres comer algo? —le preguntó al gato, el cual ronroneó en aprobación.

     Entró en la casa dejando la puerta entre abierta, fue a la cocina donde obtuvo una pieza de pollo de la comida de ayer. Tomó la tapa que siempre ocupaba para dejarle comida y colocó el pollo en ella. Llenó un tazón pequeño con agua y salió al patio. El gato aún estaba ahí.

—Aquí tienes —dejó la comida y el agua a un lado del gato —. Asegúrate de terminar antes de que mis padres vuelvan.

     Regresó a la casa y esta vez cerró la puerta. Subió a su habitación para terminar sus deberes pendientes y justo cuando el reloj marcaba las diez de la noche salió al patio para recoger los restos de comida del gato. Pero al igual que las veces anteriores, sólo encontró la tapa y el recipiente vacios. El pequeño animal no se encontraba en ningún lugar a la vista.

     Lavó los platos y se encamino a su habitación, pensó que era todo por un día y se preparó para dormir. Desde que la pesadilla empezó le daba miedo cerrar los ojos, pero debía hacerlo. No podía permanecer despierta eternamente. Se cubrió bien con la sabana, cerró los ojos y unos minutos después de caer dormida el sueño empezó...

La Guardiana de AllerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora