Contra la Oscuridad: El comienzo de una Batalla.

El Comienzo

-¡Nooo!

 ¡Dejala en paz!...

-¡Noooooo!-

-¡Matt, Ayuda!

-Di adiós, pequeña estúpida, jajaja...

De pronto despierto y estoy bañado en sudor y alterado, mi corazón esta apunto de salir de mi pecho mis ojos están completamente oscuros, mis labios resecos, sentía tanto miedo en ese momento, mis manos temblaban no podían estar quietas. Empece a calmarme un poco, a respirar hondo, después de un rato logre calmarme, entonces encendí la luz y me dirigí a la cocina por un vaso de agua, me fue tan relajante y delicioso beber un vaso de agua helada, sentir el agua resbalando por mi garganta, me dirigí a mi cuarto de nuevo, para poder dormir, ya que debía trabajar en el campo con mi padre, y mi abuelo. Dos hombres bastante lejos de la juventud, que los años ya les pesaban en la espalda y la cara, ellos desde muchos años atrás se encargaban de trabajar en el campo de vegetación, plantando y desenterrando cultivos para dar de comer al pueblo, lo hacían sin recibir nada a cambio, de ves en cuando recibían monedas de plata por parte de señoras y mujeres que necesitaban dar de comer a sus hijos. 

Mi padre siempre alegre cantaba una canción que decía ''Días soleados vengan a mi, días nublados váyanse de aquí, ¡yo solo quiero ser feliz!''. La cantaba con una alegría de vivir, con una felicidad por tenerme a mi abuelo y a mi, porque en realidad solo nos teníamos nosotros tres, ya no teníamos a nadie mas que pudiera acompañarnos. En mi cumpleaños numero 19, mi padre llego con un regalo que nadie mas me había dado, algo tan especial que yo deseaba, una guitarra de color negro clásico, fue un regalo tan hermoso de su parte que me sentí tan feliz de ser su hijo, pero esa felicidad terminaría pronto un día mi padre obtuvo una cortada bastante larga al costado de su brazo queriendo desenterrar un cultivo una piedra puntiaguda se enterró en su brazo, causándole una infección, no teníamos los recursos para ayudarlos, estábamos muy lejos de un medico. Lamentablemente, ya no había nada que hacer, fue entonces cuando me di cuenta que seria la ultima vez que vería a mi padre, el sentimiento de perderle me lastimaba mucho, pero debía aceptarlo. Mi padre puso su mano sobre mi cuello y me dijo. 

-hijo, quizás no hemos vivido en las riquezas que siempre quisiste desde muy pequeño, pero te daré un tesoro que vale mas que todo el dinero del mundo.

Arranco un collar de piel que colgaba entre su cuello, un cordón desgastado por los años, pero el collar era una mano, una mano con un bebe en ella, la mano era de color blanco y el bebe de color azul como el mar. Mi padre me miro fijamente.

-es el único recuerdo que tengo de tu madre, antes de que ella falleciera, cuídalo bien, te traerá mucha suerte, cuando estés perdido por la vida el te revelara el camino. Ahora es mi turno de irme, debo acompañar a tu madre, seguro ella se siente muy sola allá arriba. Yo con lagrimas en los ojos lo abrace y no lo solté, el cerraba sus ojos por ultima ves, pero antes de irse para siempre tarareo algo que no pude escuchar, solo alcance a leer sus labios, dijo algo mas o menos como 

-Ahora es tu turno- 

Mi padre callo muerto sobre mis brazos, con el corazón roto el ya se hallaba en un lugar mejor, mi abuelo devastado por la muerte de su hijo mayor le rompió el corazón, me dijo secando sus lagrimas, vamos a darle un entierro honorable a esta gran persona. Cavamos una tumba realmente profunda para mi padre, envolvimos el cuerpo en una manta de color blanca, tapamos cada parte de su cuerpo, con una soga lo bajábamos lentamente, hasta que llegara a fondo, sin darnos cuenta estaban todos los campesinos detrás de nosotros llorando por la perdida de un héroe del pueblo, de pronto un hombre llego detrás de mi, no podía ver su cara, estaba tapando su cara con una capucha, únicamente podía ver sus labios. El me dijo con una voz bastante ronca