Confiar

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Nunca se había visto tan molesto, era un hecho inexplicable para muchos estudiantes de aquel instituto. Su ceño fruncido, la forma con la que apretaba la mandíbula y esa mirada desinteresada y enfadada eran claros signos de que nada iba bien.

Haru llegó a su aula de ciencias y se instalo a esperar al profesor.

Las clases trascurrieron con lentitud.

Por primera vez en tanto tiempo estoy aburrido— Se decía Haru.

Mantenía la mirada hacía la ventana, buscando algo con qué distraerse. Pero no dio resultado. Suspiraba con pesadez y jugueteaba con el lápiz mientras oía la molesta voz de aquel hombre de mediana edad.

La campana sonó.

— ¡Por fin! — Exclamó para sí mismo. Tomo sus pertenencias encaminándose hacia su casillero para guardar esos gruesos libros intercambiándolos por uno mucho más pequeño.

Sí, eso sí que es tranquilidad. Su campo visual no era contaminado por estudiantes estresados, sino por un gran mar de césped y platas. Se acomodo en el árbol y abrió su libro.

Él sonreía por cada palabra que leía, sonreía mientras imaginaba cómo sería vivir aquellas aventuras de sus personajes. Eso, vivir en un mundo diferente. Que falta le hacía poder escapar de su mundo, como todos.

Pero nunca sería posible.

Su lectura fue interferida por un crujido de alguna rama no tan lejos de él.

— ¿Hay alguien ahí? —Preguntó.

Silencio.

—Vamos.

Un suspiro.

— ¿Quién es? —Volvió a preguntar.

—Y-yo...—Contestó una voz.

—Muéstrate.

Lentamente esa persona salió de su escondite y, al momento que su rostro se reveló Haru frunció el ceño.

—Escúchame, por favor—Suplico Yuta.

Agh. ¿En serio? ¿Y si mejor te obsequio un lindo pasaje a la mierda? ¿Eh?

—Por favor...

Bueno, bueno. Ya que...

—Está bien—Aceptó—¿Qué quieres?

—Sólo... necesito que me perdones.

¿Y otra vez con eso?

— ¿Por qué?

—Bueno, eh... Me siento muy culpable por lo que ocurrió... No debí haber hecho eso.

— ¿Cuánta culpa sientes? —Cuestiono el pelinegro.

—Lo suficiente como para acosarte por una respuesta.

Entonces, ¿Si no te doy una respuesta, si no te perdono me seguirás buscando? Ugh. No, mejor deja de hacerlo.

Haru suspiro.

Sin otra cosa que decir, contesto: —Está bien.

El chico de cabellos otoñales sonrió levemente.

— ¿En serio?

—Sí, sí. Pero eso no significa que deje de verte como un imbécil.

— ¿Eh? —Yuta ladeo la cabeza—Y si mejor... ¿Somos amigos?

—No te pases. —El pelinegro intercambio una pequeña mirada con el otro chico mientras se levantaba del suelo— Me lo pensaré.

Se largo.

Yuta

En estos momentos desearía olvidar mi pasado y tener la oportunidad de empezar con algo nuevo. Todo esto; De querer ayudarlo, de que seamos amigos, es sólo un pequeño paso en un nuevo camino.

Me quede solo.

¿"Me lo pensare"? ¿Eso es como una pequeña oportunidad? Espero que sea eso, ya me estoy haciendo ilusiones. Bien. Suspira y relájate. Lo estás haciendo bien, Yuta, sólo debes dejar de acosarlo y comportarte como un chico normal que quiere hacerse un amigo.

Tras la jornada de clases ya acabada, busqué a Haru. Se encontraba saliendo del instituto con su libro en mano. ¿Acaso nunca se cansaba de leer? Es como si tuviese poderes para leer y caminar sin tropezar.

  — ¡Haru!— Corrí hacía él.

— ¿Eh? ¿Cómo sabes mi nombre? — Me preguntó cuando llegue a su lado.

— Oh, bueno. Simplemente le pregunte a alguien...

Haru pareciera extrañado. Se giro y volvió a su caminata.

— Oye, aún no he terminado de hablar contigo— Le dije siguiéndolo. 

— Pues, yo sí lo hice.

Fruncí los labios.

— ¿Por qué tan cruel?

— Simplemente te pago con la misma moneda— Contestó recogiéndose de hombros. — Ah. Y deja de seguirme.

 —Nop. Te acompañaré hasta tu casa.

— No te lo he pedido.

— No, lo hago porqué quiero.

Haru paro en seco y se giro su rostro hacía mí.

— ¿Qué tengo que hacer para que me dejes tranquilo?

— Hmmm. Déjame pensarlo — Conteste colocando mi mano en mi mentón observando levemente el cielo—Ah. Que me dejes ser tu amigo.

 — ¿No te basto con tener mi perdón? Eres muy molesto.

— Me lo han dicho muchas veces— Le dije caminando hacía él con las manos en la espalda.

— ¿Por qué no te vas a casa, Yuta?

¿Qué? ¿También sabe mi nombre?

  — ¿También sabes mi nombre?

La expresión de Haru se relajo y se quedo quieto.

— Ah... Sí— Y retomo su camino, nuevamente.

— ¿Cómo lo sabes?

— Me lo dijeron.

— Ah...

Seguí caminado detrás de Haru. 

— Oye... 

No contesto.

— Haru.

Nop.

Infle mis mejillas. ¿Ahora me ignorará? 

— Haruuu. Haruuu. Haruuu.

— Dime, Yuta. ¿De a qué viene eso de obtener mi perdón y ser mi amigo?

Su pregunta me tomo desprevenido.

— Ah... Es una larga historia, pero... En resumen me he dado cuenta que no estoy a gusto con la vida que he llevado en estos años y he decidido cambiar. Así de simple.

— ¿Y qué tengo que ver yo?

— Me prometí dejar de ocasionar dolor a la gente. Te ocasioné dolor y es mi deber que dejes de hacerlo.

Llegamos a su casa y abrió la reja.

— Aceptaré que seas mi amigo— Dijo al fin —, pero — Oh, no. El "pero" de nuevo— primero demuéstrame que puedo confiar en ti.  

— ¿Confiar?

— Los amigos confían entre ellos ¿no? Demuéstrame que haz cambiado y, entonces, podríamos ser amigos. 

Todo por un nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora