Ardor en el pecho

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Yuta

—Yuta, hijo—dijo mi madre entrando a mi habitación en pijama—. Vamos, son las dos de la noche. ¿Podrías dormirte? Tienes que ir al instituto.

— ¿Qué? —Dije alzando la vista— ¿Son las dos?

—Sí, ahora duérmete.

Mamá abandono mi habitación por tercera vez y yo deje el libro en la mesa de noche. Rayos, me desvele por estar leyendo.

Reí. Nunca me había pasado aquello, no por mi cuenta. Normalmente me quedaba dormido al llegar a la mitad del capítulo, o en casos extremos, me desvelaba porque al día siguiente tenía el exámen de ese mismo libro. Pero no, ahora no es así. ¿Por qué será? ¿Por qué el libro de verdad es bueno? Sí, en verdad lo es. Desde la primera página me sentí atraído por lo que contaba, de cómo lo hacía.

Otra cosa de lo que me llamó la atención fue que el protagonista y Haru de verdad se parecían, por como actuaban frente las personas y, apuesto que piensan lo mismo.

— ¡Yuta!

— ¡Si mamá! —grite levantándome.

Camine hacía el baño y me lave el rostro.

Así que... esa es la forma que Haru piensa, ¿no? Parecido. Tan curioso, melancólico e inseguro de su alrededor.

Creo que por fin estoy empezando a conocer el verdadero Haru.

Haru

Mentiría si dijera que me siento tranquilo por volver a encontrarme con Yuta, en realidad, estoy que exploto de lo nervioso que estoy. Darme cuenta de mis nuevos sentimientos ha sido muy extraño, como llegar a una nueva ciudad y no saber por dónde partir.

Gracias al cielo, no me lo encontré a llegar al instituto. Logré tranquilizarme, incluso, olvidarlo por un buen tiempo.

— ¿Cómo estás? —me preguntó Miyuki.

—Bien—conteste suspirando.

— Te ves extraño. No me digas que de nuevo te desvelaste leyendo uno de tus libros—dijo frunciendo levemente el ceño.

— ¿Qué? No, esta vez no fue eso.

—Pero no niegas que estas extraño, ah.

Rayos. Piensa en algo, piensa en algo.

—Bueno, sí. Fue un libro de nuevo—dije alzando mis manos—, ese final fue sorprendente.

—Te he dicho muchas veces que no leas de noche, Haru—se cruzo de brazos, luego, sonrió— ¿No ves que tengo que despertarte cuándo te quedas dormido?

Esta vez, sonreí yo.

—Lo sé, lo sé.

— ¡Oh! ¿Recuerdas cuando te quedaste dormido en Química?

—Por lo que me contaste, sí.

—Esa profesora estuvo a punto de matarte, en serio. Deberías agradecerme por despertarte a tiempo.

—Lo he hecho muchas veces, no necesito repetirlo.

—Oh, vamos. Verte agradeciéndome es algo que no ocurre todos los días.

—Calladita te ves más bonita.

—Me veo bonita de todas formas.

Me reí.

Al terminar la clase me dirigí a dar una vuelta por el instituto. Por un momento me olvide de todos y empecé a observar mi alrededor, conociendo aquellos pequeños gestos que muy pocos comprenden, esas miradas insinuantes o que ocultan secretos.

Todo por un nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora