Capítulo 1 "Cuando todo cambió"

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Estrés.

Eso es lo que hay en mi vida llena de problemas.

Mentiría si dijera que no tengo problemas porque todos los tenemos, sean mayores o menores, están ahí presentes.

Hace tiempo hubiera dicho que no tenía mucho de qué preocuparme, pero ahora, que paso tiempo y me pongo a analizar todo lo que he vivido, debo admitir, que problema era la palabra que mejor describía mi vida en estos últimos cinco meses.

No podría contar por arriba todo lo que sucedió porque sería una pérdida de tiempo, no entenderían, ya que cada detalle es necesario. Pero algo voy a aclarar antes de empezar.

Cuando piensas que todo marcha bien y sus días son rutinarios ahí hay que estar preparados, lo digo por experiencia, ya están advertidos, yo no lo estuve pero me hubiera servido mucho estarlo.

•••

Mi cabeza dolía, mis ojos dolían, todo me dolía. No creo que esté preparada para correr, ni para caminar, ¿qué digo? No me gusta siquiera pararme, viviría acostada, durmiendo, disfrutando de mi cama, mi almohada, y cobijas. Pero no puedo, porque estoy en medio de la calle yendo para mi casa después de haber tenido que correr dos kilómetros en gimnasia para aprobar la materia.

Decido tomar un atajo y agarro por un callejón muy poco transitado.

El frío se acerca, estamos a principios de mayo y puedo sentir cómo el viento provoca que mi piel se ponga como las patas de un gallo y ya se nota que dentro de poco hará más frío porque cada vez anochece antes; son las 17 h. pasadas, casi las 18 h. de la tarde, y el sol ya se está ocultando dejando ver los últimos rayos de luz que dará por hoy.

Y como si fuera poco el frío, estoy algo inquieta, pero no por ir sola en un callejón, sino porque tengo la sensación que alguien me está siguiendo.

Volteo varias veces pero no hay nadie, estoy sola. Mi cabeza vuelve a doler otra vez; es el tercer día donde aparece este dolor. Me agarro las sienes y aprieto los ojos, espero unos segundos que se me hacen eternos y abro nuevamente los ojos. Efectivamente el dolor desapareció.

Doy un paso para seguir con mi camino... pero unas manos me sujetan desde atrás y luego me tapan la boca. La desesperación me invade y reacciono clavando mi codo en las costillas de la persona que me sujeta.

-¡Auch! - escucho un quejido de una voz muy conocida a mis oídos - me golpeaste fuerte Sheila - escucho que Jazmín, mi mejor amiga, me dice.

- ¡Cómo vas a asustarme así Jazmín Antonieta Berúti! - le grito con nombre y apellido completo porque sé que le molesta. - ¿Vos sus loca? ¿O te falla un poco? Sí, para mí que es eso.

-Pffff - dice mientras veo como rueda los ojos. Algo muy común en ella. - La loca soy yo por acompañarte y cuidarte. Idiota.

- Pero en vez de cuidarme podrías haber provocado que me agarre un infarto y ahora estarías corriendo al hospital conmigo en brazos. - le riño en broma.

- ¡Ah cállate mejor! Qué raro, vos exagerando, ya vamos quieres.- dice mientras intenta que no se le escape una risita.

Todo el transcurso del colegio a nuestras casas lo pasamos haciendo pavadas y riendo. Cuando estamos cerca de nuestro destino nos despedimos, ya que ella vive a la vuelta de mi casa y yo sigo derecho media cuadra más, mientras ella dobla y también hace media cuadra para dar con su casa.

Saco la tarjeta de mi bolso y la apoyo en el identificador de la puerta, para que esta se habrá. Cuando cierro la puerta escucho esa irritante voz.

- Bienvenida Sheila a tu hogar - dice la robótica voz de la mujer.

-¡Llegué! - grito para que todos se enteren.

Me adentro más en la casa y voy hasta la cocina donde encuentro a mi mamá cocinando con Taylor, mi hermana de nueve años.

- Hola, hija - dice mi mamá mientras prueba lo que está cocinando - ¿cómo te fue hoy?

- Bien- grito ya cerca de las escaleras y me dispongo a subir a mi cuarto cuando escucho la máquina avisando que está entrando una llamada, voy hacia la mesita donde está el teléfono y cuando lo estoy por agarrar, un leve mareo me invade y me sujeto para no caerme. Qué raro...

- ¿Hola? - digo cuando atiendo y me siento por las dudas.

- ¡Hija! ¿Cómo estas, bebé? - dice mi papá del otro lado de la línea.

-Bien pa, ¿pasó algo? ¿Te paso con mamá? - le pregunto preocupada porque es raro que llame a casa.

- Sí Shey, pásame con mamá - dejo el teléfono en la mesa y le grito a mi mamá desde el pasillo.

- ¡¡¡MAMÁ!!! - le aviso- ES PAPÁ AL TELÉFONO- mientras subo.

Abro la puerta y al fin en mi cuarto, dejo la mochila cerca de la puerta y me pongo cómoda en mi cama, tengo varias cosas que hacer pero el cansancio me gana y estoy por sumergirme en un agradable sueño. Pero nuevamente la voz robótica llega a mis oídos.

- Mensaje. - pausa unos segundos- Mensaje.- y ahí ya termina.

Agarro el celular y veo que es un mensaje de Jaz.

Jaz.

¡Hey! Shey, ¿venís después de comer a casa y vamos juntas mañana al colegio?

Yo.

¡Hey! ¿Por qué nos escribimos y saludamos así? ¡Es raro! Sí boba, después de comer voy.

Dejo el celular en la cama, menos mal que me hizo acordar, sino, me olvidaba que ya habíamos quedado.

Me paro y me dispongo a terminar la tarea que comencé hace días. Encontrar el anillo, y no cualquier anillo, sino el que me regalo mi abuelo.

MI ABUELO.

Cómo lo extraño, parece como si hubiera pasado años desde que no lo veo; y fue hace apenas diez meses que lo encarcelaron y sentenciaron a muerte. Dos días antes de que esto pasara, me regaló un anillo, me dijo que lo cuide con la vida, porque era lo último que iba a tener de él. Después lo entendí.

Mi abuelo era la persona más dulce, buena y hermosa que pudiera existir en este mundo, pero si me dijo que eso iba a ser lo último, era porque sabía que se había metido en líos, y que era probable que lo castiguen y para que eso pase es porque algo mal hizo, en ese caso El Mayor y los Superiores deben hacer justicia, sino, nada hubiera pasado; no lo hubieran culpado de no ser así.

- Sheila - el grito de mi mamá hace que salga de mi mundo con mi abuelo, y se lo agradezco porque ya me estaba doliendo la cabeza- a comer, hija.

Me cambio rápido la ropa del instituto y bajo, cuando llego a la mitad de los escalones, dirijo mis ojos a la mesa y veo a mi mamá en la punta. A su izquierda, Taylor, concentrada en su comida; al frente de ella, Nathan, mi hermano mayor, pero no le veo el rostro ya que está a espaldas de la escalera. Al lado de él, también en la punta, está mi papá, con cara de enojado y a punto de lanzar humo por las orejas . Vuelvo a mirar a mi mamá y veo una lágrima que se desliza por su mejilla. Genial. Otra pelea.

Termino de bajar y me siento, incómoda por la tensión en el ambiente prefiero pensar en otra cosa pero no puedo. Cuando están así, es siempre por lo mismo, mi padre quiere vender la casa, porque dice que gracias a lo que paso con mi abuelo, su trabajo corre riesgo, y al estar en un alto cargo, aún más, y como en la familia hubo problemas con la justicia insiste en venderla. Pero mi mamá no quiere acceder, ella dice que es lo único y último que le queda de su papá, los recuerdos donde creció y el cariño que le brindaron, y no quiere desprenderse de eso, no quiere perderle como a mi abuelo, y en eso, tiene mi infinito apoyo.

tCle

SubversivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora