Mi vida

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Soy Javier, solo soy un niño de 14 años.

Me encontraba en la escuela sentado en una banqueta mientras un montón de estudiantes uniformados caminaban de un lado a otro mientras conversaban.

Estaba con la cara decaída, tanto que cualquiera que me volteara a verme pensaría que estoy a punto de quedár dormido.
Casi siempre duermo tarde debido a que las discusiones de mis padres me arrebatan el sueño.
Cerré los ojos, pero los abrí de golpe cuando escuché el timbre sonar.

Me levanté de la banqueta, tomé mi mochila y fui a mi salón de clases.

De verdad no tengo la menór idea de lo que estaban dando en clases, solo quería volver a mi casa y hecharme a dormir.

-Javier -Dirigí mi vista hacia quien me había llamado-, pon atención a la clase

El profesor de matemáticas era el que menos toleraba a estudiantes que se distraian en su clase, pero no era nuestra culpa que su clase fuese tan aburrida.

Suspiré y traté lo más que pude de concentrarme, al menos una clase tenía que entender sin que un compañero me la explicase en otro momento.

...

Horas después, por fin el timbre que indicaba la salida sonó.

Cuando salí de la escuela caminé a paso lento hacia mi casa, la cuál solo se encontraba a unas cuantas cuadras.

Ya cuando me encontraba frente a la puerta de mi casa, di un gran suspiro y giré la perilla para entrar a la casa.

En la sala se encontraba mi padre sentado en el sofá mirando el televisor, mientras que mi madre aspiraba el suelo.

Solo fui a la mesa para encontrarme con un plato de comida tapado con otro para subir las escaleras e ir a mi habitación y encerrarme.

Ya dentro de mi habitación, coloqué la comida que me habían guardado encima de un escritorio, lancé mi mochila a un rincón y me quité la camisa del uniforme para quedar con la camiseta blanca que llevaba debajo. Luego acerqué una silla y la coloqué en frente del escritorio y tomé una cuchara que se encontraba allí para comenzar a comer de lo que me habían guardado.


Ni esta deliciosa comida podía llenar el gran vacío que sentía en mi interior, vacío que necesitaba ser llenado por el amor y afecto de mis padres, cosa que estaba seguro que nunca tendría.

Tan solo un "¿Cómo te fue hoy?" me gustaría que me dijesen, pero no, lo único que recibía era un gruñido de parte de mi padre para dejar bien claro que no disfrutaba de mi presencia.

Una véz encontré una foto de mis padres cuando eran jóvenes, ambos se encontraban muy felices, tanto que llegué a pensar que se lastimaron las mejillas al poner una sonrisa como esa frente a la cámara. Pero desde que tengo memoria, nunca vi esa sonrisa en sus rostros.

Era como si yo hubiese sido la causa de desaparecer su felicidad, como si sus vidas se arruinaran por completo a mi llegada.

¿Pero qué culpa tenía yo? Si no me querían solo debían darme en adopción o abandonarme en una caja y entregar su sufrimiento a otra familia.


Por lo menos tenía un poco de fuerza para soportar todo esto, pero aún así espero con ánsias ese momento en que alguien se me acerque para brindarme un poco de amor.

En el momento en que terminé de comer tomé el plato y bajé a la cocina para dejarlo en el lavaplatos.

Solamente volví a mi habitación para hecharme a dormir, pues no tenía nada más que hacer.

No se exactamente cuanto tiempo pasó, pero cuando desperté y miré por la ventana me di cuenta de que había anochesido.

Sinceramente no quería levantarme, estaba muy cómodo, pero un par de minutos escuché como alguien tocaba la puerta...

-La cena está lista -después de los toques, escuché la voz de mi madre del otro lado

Suspiré, al menos saber que se preocupaba por que cenara me hacía sentir un poco bien.

Me levanté, pero antes de salir de mi habitación me cambié el pantalón, pues casi olvido que traía puesto el de uniforme.


Bajé las escaleras y me dirigí al comedor, viendo que habían tres platos servidos.

La cena era la única de las comidas en la que estaba con mis padres, pero aún así no disfrutaba el momento debido a que nadie se inmutaba a dirigirme la palabra, por lo que sería inútil que fuera yo quién les hablara.

...


El molesto ruido de mi despertador provocó que abriera los ojos con incomodidad.

Vaya, ayer la cena pasó demasiado rápido.

Me bañé, me vestí y bajé a la sala e ir a una sala desierta.

Como les mencioné anteriormente: la única comida que paso con mis padres es la cena.

Para mi no era nada nuevo, siempre se iban temprano a trabajar dejándome el desayuno en la mesa, o mas bien, mi madre me lo deja.

Desayuné sin ninguna prisa, después de todo era temprano.

...

Ya estaba a una calle de la escuela, y era raro, un poco cerca de la entrada podía ver como un señor con ropa formal se acercaba a los estudiantes para entregarles folletos.

Unos lo aceptaban mientras que otros lo rechazaban.


Sinceramente no me interesaba en lo absoluto saber el contenido del folleto que el hombre estaba regalando.

Traté de pasarle por el lado mientras se los ofrecía a otros dos estudiantes que pasaban, pero justo cuando pensé que iba a escapármele, me detuvo posando su mano en mi hombro.

-Espera

Cuando me di la vuelta, de inmediato entró su mano en el bulto que llevaba y sacó un folleto para entregármelo.

Sonreí falsamente y volvió a donde se encontraba para seguir regalando los folletos.

No tuve el coraje para rechazarlo, pero no importa, hay un basurero cerca.

Cuando extendí mi mano justo para tirarlo, el timbre de la escuela sonó.

Que extraño, pensé que era temprano. Pero bueno, me deshago del folleto después, no quiero llegar tarde a clases, pues si te retrasas solo un minuto te puenden dejar fuera del salón (si, suena estricto, pero es para que no se pierda el tiempo esperando a los estudiantes)

Sé que sucedió hace unos segundos, pero recordé habér visto varios otros folletos tirados dentro del basurero.

Pero no pude evitar mirar el título del folleto antes de ardarlo en mi bolsillo.

La solución a tus problemas...

...

Durante la clase me concentré como pude debido a que no podía dejár de pensar en el título del folleto.

¿Será verdad que el folleto contenía la clave para la solución de mis problemas?

Era la primera vez que apresuraba el paso para llegar a mi casa.

Me comencé a impacientar para encerrarme en mi habitación y leer el contenido del folleto.

Mi vida cambióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora