Capítulo 6.

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-Bonitas palabras ¿no?-.dijo bajando las escaleras de dos por dos, cambiado y afeitado.

Llevaba mirando mucho tiempo a la nada, viendo el desastre de cristales tirados por el suelo de madera, miraba lo pequeño que podría llegar a convertirse estando roto.

Sebastián se puso de cuclillas a mi nivel, me miro al rostro, no quería pensar como me miraba, ese pensamiento fue borrado al instante, pensaba como sus ojos azules podía tener un brillo después de todo, como sus labios pueden tener su toque rojizo después de saber que esos labios fueron besados demasiadas beses y que a pesar de todo siguen con ganas de probarlos otra vez, siento que tendrán ese toque en todas que los había solo pasado un roce.

-Madeleine, ¿Estas bien?-. Pregunto con descaro después de haberme robado el aliento con tan solo decir mi nombre de pila. Asentí.

Frunció el ceño y paso su fría mano por mi mejilla causándome escalofríos, cerré los ojos y los volví abrir para encontrarme con una sonrisa.
-¿Te gustaría ir por un helado?-.pregunta para después ponerse de pie y darme su mano, la mire insegura y creo que se dio cuenta.
-No te hare daño, lo prometo.
Sonreí y la tome con una sonrisa.
**
-¿De qué quieres tu nieve?-.pregunto para pedirla en el mostrador, miraba todos los sabores, admirada de sus colores.-Madeleine...
Voltee a mirarlo y sonreí, señale uno de color rosa.

Me senté esperándolo con nuestros helados, las calles de Londres eran hermosas, gente británica caminando con su acento y bolsas de compras a ver echo.
-Aquí tienes.-dijo Sebastián mostrándome en su conillo mi nieve rosa, le sonreí.
-Gracias.-dije tomando mi nieve, rozando su mano con la mía.
Pase mi lengua por su cobertura rosada y sabia delicioso abrí los ojos e hice un sonido de gustoso.
Sebastián se rió haciéndome sonrojar, me miraba a los ojos y mis movimientos sintiéndome un poco intimidad e incómoda.


Sebastián Anthony Wasley Maximilian.

Sus movimientos eran inseguros, desde el momento de saber si está tomando el conillo bien.
Desde que la vi con su torpeza en el ascensor, sentí enojo por pasar sobre mí con su dulzura de querer arreglar el desastre de mi papeleo y de mi mundo, esa chica con esos hermosos ojos de color violeta te hipnotizan hasta el punto de querer perderte en ellos, me porte con ella como la persona más corriente de la vida, la peor persona. Ella solo quería entregarme una carta y yo ataque, no puedo controlar mis ataques de ira y eso hace que me odie, rompí a una muñeca de porcelana y tengo que arreglarla de astilla a astilla de cristal. Cuando me abrazo, su olor de vainilla inundo mis pensamientos no pensé en nada más que no querer soltarla, su abrazo lo necesitaba, necesitaba sentir cariño humado, llevaba demasiado sin sentir calor humano. Me había rendido en sus brazos.
No eh podido cambiar, mi error esta echo pero ella me hace sentir bien con sus ojos llenos de curiosidad como si el mundo fuera mágico, tal vez las drogas me hicieron mal y ahora la veo en un unicornio montada, con un vestido que acentué esas curvas que mis dedos desean descubrir cuantos lunares oculta, drogarme con su cuello y besar esos deseosos pechos pero ahora lo único que quiero es tomar su mano, tomar su mano es lo único que necesito para ser feliz. Carajo, tengo que tenerla en todo mi tiempo a mi lado, no siento amor pero me hace sentir mejor que estos días de consumidor.

-¿Sebastián, estas bien?-.dijo Madeleine mirándome con curiosidad de inocencia.
Sentí pegajoso y era mi nieve que escurría por mis dedos, solté la nieve haciendo que cayera, maldecí y Madeleine se rió en voz baja, mi corazón se hincho de gusto de a verle podido sacar una sonrisa debes lágrimas, me odio literalmente.
-Perdóname Madeleine, quiero disculparme por comportarme con usted de la peor manera posible, no quiero hacerle daño, de verdad.-dije un poco con ojos cristalinos.
La carta de mi madre me hizo descubrir que tengo que cuidar de ella, ella no es una chica cualquiera lo presiento.

Caí en un abismo cuando supe la muerte de mi madre, odie a Madeleine por un instante saber que ella compartió tiempo con mi madre, que yo debí ser ella, celos de que tomo mi lugar pero alegría al saber que mi madre al menos no estuvo sola todo este tiempo, no pude ir a verla, me falto el coraje para poder verla a la cara y decirle que perdón, no podía aparte el trabajo se juntó con las ventas y preventas, mi negocio creció gracias a nunca dejar que nadie pasara sobre mí, siempre dos pasos a delante que los demás.
En ese instante las drogas eran mis mejores amigas, necesitaba relajarme, sentir el mundo girar sobre mí pero no fue las mejores ideas, la prensa lo arregle para quitar todo lo que se habla sobre mí comité el error pero no hare crecerlo.

-Sebastián, sé que no fue uno de tus mejores momentos, pero me dolía también a mí lo de Patricia, iba con entusiasmo al conocerte y después de verte y como me trataste creo que lo mejor es irme.-dijo Madeleine con note de voz dolida.
Dolió cada palabra dicha de su boca.
-No te vayas por favor.-dije mirándola directamente a los ojos, tome una de sus manos tibias y nunca me oí decir esto.-Quédate.


Inseguridades.Onde histórias criam vida. Descubra agora