Cuando Marcela cumplió quince años no era la más codiciada entre sus compañeros, era guapa, pero, demasiado inteligente; eso espantaba a los chicos, sobre todo si no eran mayores que ella, luego, su padre y su hermano acaban con ellos.
Las chicas no coincidían jamás con ella, mientras todas pensaban en besos, fiestas un matrimonio a futuro e hijos ella quería algo más, una carrera exitosa, reconocimiento, quería que el mundo temblara al escuchar Marcela Powell, y que su vida fuera exitosa por su trabajo, no por el hombre al que se le guindaba del brazo y los niños que llevara por la mañana al colegio. Eso le hizo pasar horas y semanas de soledad.
Ahora al final de sus treinta, se encontraba con lápiz y papel sentada en la sala de su casa acompañada por una copa de vino recordaba eso; no ser nada, ni significar nada, incluso, no sentirse deseada. Ya no estaba deseosa de enamorarse. Deseosa.
¿Cuándo dejó de escapar aquella niña? Esa que soñaba, tenía esperanza, y creía que el mundo de haber sido bien dirigido podía mejorar, aquella, que simplemente conocía el buen significado de la palabra: desear, ¿en qué momento la vida se había apagado para ella, se habría acabado?
<<No te lo tomes tan serio>>
Sería posible que el resto del mundo tuviese razón cuando le pedían que no se tomara las cosas tan en serio, que se diera un respiro. En aquellos tiempos no le precisaba uno como pero ahora le urgía una bocanada de aire fresco, tal cual, aquel que está cerca de ahogarse.
Cuando era joven lo único que quería siempre era escribir, de día y de noche, escribía en clase en lugar de hacer apuntes que la ayudaran con la materia, de camino a casa en alguna libreta, en casa con el computador, escribía toda clase de novelas y se sentía igualmente orgullosa de cada uno de sus trabajos a pesar de que uno mejorara el otro.
Un día cuando se dio cuenta que su adolescencia estaba por finalizar decidió crear un plan de vida, esto lo realizó durante las vacaciones previas a la universidad, montó su plan para que el tiempo no se le escapara de nuevo.
El plan de contingencia.
Decidió abrirlo y leerlo, para saber si quedaba algo que desear, hacer o descubrir.
Decía lo siguiente:
1. Cuando cumplas veintiuno viajarás a las Vegas; beberás y te divertirás, no se cumple esa edad todo el tiempo y probablemente la experiencia sea inolvidable.
Sí, lo hizo, se divirtió por todo lo que no hizo antes, en un bar no muy popular pero ambientado, conoció a su primer esposo y el amor de su vida (al menos eso se podía decir que era para esa época).
Todavía su piel se erizaba ante semejante recuerdo, era un hombre fuerte, alto y guapo. Inconfundible y con una presencia, simplemente era el hombre de sus sueños ante sus ojos, completamente tangible sobre todo... y real.
Él tenía 27 y trabajaba como arquitecto en la compañía de su padre, la picardía y simpatía del hombre le llevó tres años más tarde a cumplir el segundo punto de su plan.
2. Enamórate y cásate. —¡Y lo logró! —, se enamoró como una idiota y se casó como una princesa en cuento de hadas.
Su madrastra la entregó a su marido con una sonrisa, y después de la boda se dedicó a su trabajo y esposo. Durante aquella época trabajaba en un canal de chismes, lo odiaba, pero pagaban bien, el arquitecto en casa insistía en que podía salirse de eso y quedarse en la cama esperándole desnuda lo cual a pesar de ser tentador no era su sueño, y tampoco estaba en su plan de vida, por lo que no lo hizo.
ESTÁS LEYENDO
Socio, ¡tendremos un hijo! Completa en DREAME
RomanceMarcela lo ha logrado todo profesionalmente, es una mujer guapa, inteligente y premiada por su trabajo, sin embargo, tras dos fracasos matrimoniales se pone a pensar que el tiempo apremia y con la llegada de sus treinta y ocho años es mejor que se p...