Issabella

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Fin de semana, como te extrañe.

Desperté al escuchar las gotas de lluvia azotando contra mi ventana, era una mañana fría, simplemente perfecto.

Hay muchas personas que odian la lluvia, no se porqué, pero desde mi punto de vista, la lluvia es una de las maravillas mas grandes que tiene la naturaleza, el sonido de las gotas golpeando contra ventanas, árboles, autos, entre otros objetos dejando ese eco sordo al chocar, es una de mis canciones favoritas, crea un sonido vacío que no esta vacío, no tiene sentido si uno lo piensa mucho.

Me levanté de mi cálida cama, sin antes voltear unas cuantas veces con gran arrepentimiento y con deseos de volver a meterme dentro del suave conforte y calidez de mis sábanas.

Me lave la cara y cepille mis dientes, tome mi cabello y lo coloque sobre mi cabeza haciendo un moño descontrolado, sin mayor importancia a mi apariencia baje a la cocina, nada me apetecía más que una buena taza de chocolate caliente y un buen libro para empezar el día.

Encontré a Martha, nuestra ama de llaves y la salude dedicándole una cálida sonrisa, en respuesta a la que ella me había dado.

- Buenos días señorita Ford, ¿cómo amaneció?- dijo mientras preparaba el desayuno.

- Muy bien, buenos días para ti también Martha, sabes que puedes decirme Issabella, Isa o con Bella es suficiente.- dije mientras buscaba en las gavetas la bebida achocolatada que tanto deseaba.

-No me acostumbro Bella, a pesar de que te vi crecer.- dijo riendo mientras secaba los trastos.

- Ahí tienes razones suficientes para llamarme como quieras.- dije mientras esperaba a que hirviera el chocolate.

Ella sólo soltó un par de risas y salió de la cocina, no sin antes darme un beso en la frente y decir: "Eres una gran chica Bella".

Coloque la bebida hirviendo en una taza y encima le puse una cantidad abundante de malvaviscos, si, la mejor manera de empezar mi día.

Tome mi libro favorito hasta el momento, y digo favorito porque es el último que he leído.

Abrí la puerta que conducía hacia el jardín, y me senté en la silla móvil, el olor a humedad llenaba mis pulmones, tome un sorbo de la excelente bebida que reposaba en la mesa y comencé a leer.

Y sin darme cuenta ya tenía unas cuantas horas de esta manera, pero... ¿quien cuenta, cierto?

En manos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora