Capitulo 12

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En la siguiente avenida tomo un taxi, el departamento de Sandra se encontraba al otro extremo de la ciudad. Durante el trayecto, pensó en lo miserable que era su vida. Trataba de saber quién carajos era en verdad, pero todo lo conducía hacia un mismo resultado, nada.

Un hilo de soledad lo hizo entristecer, por un pequeño instante pensó en Melissa, aquella dulce chica que había lastimado.

Subió por el ascensor directo hasta su puerta. Irreconocible, perturbado con un hilo de nostalgia. Llamo a su puerta, ella abrió segundos después.

─No te ves bien ─él no le sostuvo la mirada─, entra.

─Gracias.

Su departamento no había cambiado casi nada. Amplio como siempre, demasiado grande para solo una persona, en las paredes había lujosos cuadros, posiblemente de reconocidos artistas. Luces tenues adornaban las esquinas de aquellas paredes. Una agradable melodía se apoderaba de todo, algo que la caracterizaba era su buen gusto por la música clásica.

Sin permiso se sentó en aquel sofá de piel.

─Adivinare, Rachmaninoff ─era el compositor favorito de Sandra.

─Me conoces, pero mejor dime ¿qué concierto es?

Cerró los ojos, apreciaba su música, su estilo, su forma de vida. Era una mujer con clase social que tenía el mundo a sus pies. Una afamada diseñadora de modas.

─Piano Concerto No. 3 en D menor ─vio su sonrisa mientras asentía suavemente─. Casualmente fue lo último que escuche la última vez que te vi.

Paso a su lado, aquel vestido le llegaba unos centímetros arriba de la rodilla.

─¿Cómo has estado? ─la rubia cruzaba las piernas de una manera que a Santi le pareció muy seductora.

─Bien.

─¿Seguro? ─lo miro de reojo─. No lo pareces.

─No vine para hablar de mí. Tenemos una conversación pendiente.

─Tan directo como siempre ─se levantó, fue directo hacia él contoneando sus caderas, una vez en frente se sentó en sus piernas, inhalo su perfume inspirando fuertemente cerca de su cuello─. Eres tan dulce.

─Soy todo tuyo durante las próximas horas ─dijo mientras la abrazaba fuertemente.

─¿Y tú adquisitoria? ─pregunto, mientras se recostaba en su regazo.

─Dudo que le importe ─acerco sus labios a su cuello, besándola suave y lentamente─ ¿Entonces?

─Me siento atrapada ─le susurro.

─Sal con alguien.

─Ya lo intente. Resulto ser un aprovechado, todos son iguales.

─¿Estas segura? ─enarco una ceja.

─Hay excepciones ─suspiro cerca de sus labios─. No sabes las ganas que tengo de comerte.

─Y ¿Por qué no lo haces? ─sonrió sin quitar de su mente aquellos delineados labios.

─Por que no se si pueda ─provocativa se mordió el labio inferior.

─No tienes que pedir permiso.

Rincón Exquisito © (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora