Capítulo primero: Encuentro

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No se habían vuelto a cruzar desde el incidente de los baños termales, hecho que cobraba importancia si se tenía en cuenta que tenían que convivir por la fuerza bajo el mismo techo durante un tiempo indeterminado.

Lo cierto es que Levy se sentía bastante avergonzada por los acontecimientos, y en especial por su fuerte complejo e inseguridades. Era consciente de que a diario se rodeaba de hermosas figuras femeninas propias de una representación de la Diosa de la fertilidad, y que sin embargo, ella no podía presumir de las curvas que caracterizaban a sus compañeras. Era pequeña, siempre había sido pequeña; apenas tenía pecho y esta carencia se veía remarcada por la anchura de sus caderas y sus sobresalientes glúteos.

Odiaba su físico de niña eterna.

No era de extrañar, por tanto, que intentara a toda costa evitar al dragón de hierro con tal de no encontrarse con su mirada de decepción, ni recordar aquellas palabras que escupió al caer sobre ella «Qué son estas cosas pequeñas.» Cosas. CO-SAS. Nadie había llamado así a sus pechos. Aunque, también era verdad que nadie había rozado siquiera sus senos en toda su vida...

Por otro lado, Gajeel no sentía especial interés en encontrarse con la maga después de caer desnudo sobre ella, y mucho menos tras ver su mirada de vergüenza y sufrimiento. Se sentía desgraciado, siempre andaba detrás de ella y no obstante siempre encontraba la manera de alejarla de él. «¿Por qué narices tuve que emplear ese término?» Se lamentaba el dragón slayer para sus adentros. El joven había vivido sumergido en la soledad durante tantos años, que a menudo olvidaba cómo debía de comportarse ante los demás. De hecho, se cuestionaba si de verdad conocería algún día el modo de tratar a las personas, y lo más importante aún: no tenía ni idea de si llegaría el tiempo donde comprendiera los comportamientos sociales. Y no cabía duda, de que entender los sentimientos ajenos era un paso primordial para regular sus palabras y actos para poder llegar hasta el corazón de Levy.

No obstante, el encuentro entre ambos era inevitable y la noche les traería un nuevo canto inesperado...

El hostal que les había proporcionado el maestro de Blue Pegasus estaba próximo a las aguas termales y se encontraba dividido por dos sectores, en el ala oeste estaban ubicadas las habitaciones de las mujeres, mientras que el ala este formaba parte de las estancias de los hombres. A su vez, y para desgracia de nuestros protagonistas, el baño era un establecimiento de uso común, razón por la cual era toda una odisea acudir a un acto tan rutinario como el hecho de cepillarse los dientes, ducharse o asearse, todo ello con el reto de evitarse el uno al otro. Aquella noche, las jóvenes habían decidido amontonarse todas en la habitación más grande con tal de compartir una velada de sonrisas y confidencias entre féminas. De tal modo, se habían ataviado con sus mejores galas, o mejor dicho pijamas, y se habían reunido en círculo como si de un pequeño aquelarre se tratase.

Al inicio de la pequeña reunión, Levy se puso en pie antes de que fuera demasiado tarde o se quedara dormida, con tal de dirigirse hacia los aseos para poder cepillarse los dientes. De este modo, reinició su ritual de cada día para evitar dejar un rastro para Gajeel, subiendo y bajando escaleras con tal de no toparse con éste. Mientras caminaba con sigilo, acto que siempre le pareció sencillo gracias a su baja estatura, se sobresaltó al oír una voz.

—No seas capullo, Natsu. Te he dicho que mañana me toca a mí.

—¿En qué momento hemos acordado eso? ¡Estúpido pervertido!

Levy suspiró levemente, no eran más que Natsu y Gray discutiendo por alguna nimiedad como hacían siempre. Esbozó una pequeña sonrisa de alivio, se dispuso a seguir su camino con cautela, cuando de pronto chocó contra algo grande y robusto y cayó al suelo boca arriba.

El encuentro evitado (Próximamente en re-edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora