Un Santos entre dos mundos

Capítulo 7

Parte 7

(María Teresa llegó al bar del pueblo preguntando por un teléfono. Se había sentido mirada desde el momento en que había puesto un pie en el lugar. Como diría Santos, era hembra y bonita y eso bastaba para que todas las miradas se posaran en ella, hasta las de los más borrachos que intentaban sostener la resaca de la noche anterior y que habían hecho un esfuerzo sobrehumano para levantar la cabeza de la mesa. Se acercó al mostrador e intercambió algunas palabras con la mujer que atendía en aquel lugar. Minutos después se dirigió al fondo del bar y entró a una especie de cabina telefónica. Necesitaba hablar conNany, hacerle saber que estaba bien pero que todavía no podía volver a "La Tormenta". No pensaba decirle nada de Santos. Podría creer que estaba loca, ya una vez lo había creído cuando apareció repentinamente Santiago Guanipa. Ella necesitaba encargarse de Santos sin ninguna ayuda, después de todo estaba en juego su felicidad y su vida nuevamente al lado del hombre que amaba. Su prioridad era Santos. Mientras estuvieran juntos, nada ni nadie importaba)

(Bárbara entró al lugar, necesitaba un trago antes de ir a hablar con la mujer que pretendía robarle a su hombre. Desde el momento en que había cruzado la puerta, el silencio había invadido el lugar. Los hombres en las mesas habían levantado nuevamente las miradas como hacía unos pocos minutos, uno atrás del otro, como efecto dominó. Definitivamente, era una mujer que no pasaba desapercibida y de las pocas que entraban al bar, sin inhibirse. Todavía era una mujer muy bonita o por lo menos verdaderamente atractiva pero no la miraban precisamente por eso sino porque su presencia se imponía y obligaba a todos a prestarle atención. Algunos le tenían miedo y los que no, le tenían respeto. Nadie quería tener problemas con la Doña. En el fondo, era una mujer a la que querían domesticar y por la única que creían poder dejarse domar. Conocían su fama de "devoradora de hombres" y aunque a ninguno de los hombres presentes les gustaba perder el control ante una mujer, con ella fantaseaban perderlo aunque fuera por tan solo una noche. Sin embargo, todo terminaba pasando tan solo en sus cabezas porque ninguno se había atrevido a insinuarle nunca nada. Ella era demasiado intimidante y además era evidente que se conformaba con su hombre por el que era capaz hasta de matar sin piedad seguramente. Con él era con el único que bajaba la guardia, él era el único que lograba domar a esa potra salvaje, los demás no calificaban.)

(Bárbara se sentó del otro lado del mostrador y pidió un aguardiente. Levantó el vaso que todavía chorreaba bebida y giró su cuerpo hacia las mesas. Su rostro se endureció y se puso seria enseguida. Bebió el vaso y lo apoyó contra la mesada. Sus miradas se encontraron inmediatamente en medio del ruido del lugar y de los hombres que se cruzaban continuamente en el salón, para buscar un trago, ir a alguno de los cuartos con alguna compañía femenina o tan solo buscar una silla donde dejar descansar la borrachera. Cada uno estaba en su mundo y nadie notaba que aquellas mujeres estaban retándose a duelo con las miradas. No hacían falta palabras para expresar el disgusto que sentían al encontrarse. No esperaban hacerlo de esa manera tan repentina pero sabían que no estaba todo dicho entre ellas, tendrían que volver a hablar de lo único que las unía)

(Bárbara se levantó de la banqueta sin quitarle los ojos de encima, caminó hasta la mitad del salón y frenó frente a una mesa, donde dos borrachos jugaban cartas y bebían las últimas gotas de alcohol)

Barbara (desvió la mirada hacia la mesa): "QUÍTENSE"

(Los hombres levantaron levemente la mirada y volvieron a concentrarse en sus cartas. Algunos de los peones de Bárbara que estaban en el lugar se levantaron inmediatamente de la mesa vecina y se acercaron con caras de pocos amigos. Bárbara levantó la mano frenándolos)

Bárbara: "Tranquilos, muchachos. Todo merecen una segunda oportunidad"

(Desenfundó el arma del cinturón rápidamente y apoyó la punta debajo del mentón de uno de los hombres sentados frente a ella. El otro se paró inmediatamente, mientras ella levantaba a su compañero con la ayuda del arma bajándola lentamente hasta el centro de su pantalón)