Un recital.

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 Vas tranquila, haciendo la fila para entrar al show, mientras escuchas los instrumentos en la prueba de sonido, observas a todos mientras hacen la previa en la plaza, toman cervezas, fumando algún que otro cigarrillo, el olor a porro que se adueña de la cuadra ya que todos están fumando por los nervios,quizás. La ansiedad te gana, ya querés entrar, escuchar esa canción que te hace poner la piel de gallina con cada canción, en cada estrofa. 

 A medida que pasan los temas, te adaptas al pogo, con tu amiga/amigo y gente que apenas conociste ahí, los gritos, la cantidad de gente, el calor y la adrenalina generan que se vayan desarmando.  


No querés que esa noche se termine más, querés estar eternamente ahí porque sabés que ese es tu lugar. El lugar que te da paz y emoción, posiblemente muy poca paz. No te importa si estás lejos, si estás cerca, si ves, si no ves, si te empujan, si te apoyan, si te putean o si te mojan con cerveza, vos sabes que no te importa nada más que escuchar como tocan y cantan, cada acorde, cada letra, esas que te llenan de emoción y te identifican. 



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