No era un ángel, era mucho más

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- Despierta imbécil. 

Ni siquiera abrí los ojos. Cogí la almohada que no estaba usando y la tiré hacia la dirección de la voz. Creo que di en el blanco, porque el idiota se quejó. 

- No soy tu niñera y hoy tienes que hacer el trabajo ese...

- La niña rica - murmuré de mala gana. 

Esa clase de chicas siempre me han resultado molestas. Es tan fácil seducirlas, que me dan ganas de matarlas por no tener un poco más de orgullo. 

Gale siguió molestando hasta que me levanté. Desde que nuestro padre se había ido de viaje a buscar a no sé quién, él se creía el rey de la casa solo por ser mayor que yo. Cuando en realidad ambos sabemos que si nuestro padre tuviese que elegir a alguno, bueno digamos que ese sería yo. 

Me metí en la ducha y cuando salí me miré en el espejo. Ya tenía el pelo demasiado largo, un corte no me vendría mal. Y entonces me di cuenta del pequeño espacio sin tinta que tenía en mi pectoral izquierdo. Pensé en poner el nombre de mi madre, pero para qué. 

Probablemente lo dejaría siempre vacío, igual que lo está mi corazón. 

Me puse una camiseta de manga corta negra con la que se marcaba bien mi torso trabajado, a las niñas buenas siempre les gustan los chicos fuertes. Me puse unos vaqueros rotos por las rodillas y unas zapatillas. 

Cogí el casco de la moto y salí sin despedirme de nadie. Tampoco es que hubiese nadie importante de quien despedirse. 

Me subí en la moto de Gale y me encaminé hacia la ruta que ella siempre hacía en coche, según mi padre hoy era su cumpleaños y seguro que quedaría con sus amigas en la cafetería más pija de la zona. Me entraron arcadas solo de pensar la voz de pito que tendría la chica esta. 

Vi a lo lejos su Audi negro, no sé como se enteró mi padre que le iban a regalar este coche, pero bueno siempre sabe todo. No sé porqué me sorprendo. 

Cuando iba a llegar hacia mi calle arranqué. Chocamos levemente, menos mal que fui lento, porque no es muy rápida de reflejos. 

¿Qué esperas Dylan? No dan más de sí. Me dije a mí mismo. 

  - Idiota de mierda, mira lo que has hecho a mi regalo de cumpleaños - me empezó a gritar... A mí. Intenté relajar mi respiración, hace mucho que nadie me habla de esta manera - Vas a pagar esto, lo quiero como hace unos minutos...  

Me levanté del suelo, con algún que otro raspón sin importancia. Y entonces la miré. 

Era relativamente alta, aproximadamente metro setenta, llevaba un vestido blanco bastante elegante que le sentaba muy bien. Se le marcaban las curvas, pero sin verse de forma exagerada. No estaba maquilla y eso me sorprendió, la mayoría de las mujeres que conozco se maquillan más que una puerta. 

La di un buen repaso de arriba a bajo y era como ver a un ángel. Me acerqué a ella con paso lento pero decidido y mi mirada se centró en sus profundos ojos azules grisáceos. En cuanto estuve lo suficientemente cerca se le escapó un temblor. La daba miedo, estupendo, eso me daría ventaja. 

Enarqué una ceja divertido.

  - ¿Tienes miedo? - no me contestó, solo bajó la cabeza como una cobarde. Y no sé que se me pasó por la cabeza para decirle - Te enseñaré a no tener miedo a nada.   

Ambos nos sorprendimos por mi comentario. Tenía que cambiar de tema cuanto antes. 

- ¿Cuántos cumples? - abrió muchos los ojos sin entender a qué venía mi pregunta, pero al poco tiempo respondió. 

- Diecinueve - me lo dijo en un susurro, como si la costase contestarme. 

No sé exactamente porqué mi padre quería que la vigilase, pero iba a ser jodidamente fácil que se enamorase de mí y me siguiese a todas partes. 

  - Te invito a tomar algo si tu pones el transporte. 

Se quedó quieta, como si fuese demasiado información para ella. Era guapa, estaba buena y encima no iba maquillada, pero era bastante tonta y lenta. 

- Vamos - susurré cerca de su oído para que mi aliento colisionase en su cuello. 

Caminé hay su coche, se lo había dejado completamente abierto y con las llaves en el contacto. Me senté en el asiento del conductor y le hice gestos con la mano para que se subiese en su propio coche. 

Estaba ahí parada aún analizando todo y de repente habló con mayor valentía:

- ¿Y tu moto?

Vi que estaba tirada interrumpiendo el paso. Me levanté y fui a ponerla derecha y en la acera para que al menos nosotros pudiésemos pasar. Si la robaban o se la llevaba la policía me daba igual, ni siquiera era mía. 

Cuando me quise dar cuenta ella estaba arrancando el coche para irse. Sonreí divertido. Vaya, no se le han caído aún las bragas conmigo. De hecho me estaba dejando plantado aquí, cuando claramente había tonteado con ella. 

Antes de que se alejase del todo grité por encima del ruido:

  - Felicidades princesita, ya nos veremos. 

Vi que me miró por el espejo retrovisor interior y creo que sonrió. 

Al poco tiempo Gale estaba aquí en coche. En cuanto le dije que había estropeado su preciada moto. Pero ambos sabíamos que a mí me daba igual, me daba igual él en sí. 

Saqué un cigarro de mi bolsillo trasero y le pedí a Gale un mechero. 

- ¿Eres idiota Dylan? - me miró mal - Hace mucho que no fumo, no llevo mechero. 

- Deberías, es muy útil en algunas situaciones... - recordé la cantidad de veces que me había servido para algo, pero ahora mismo no tenía. 

- Para quemar la casa contigo dentro - murmuró de mala gana. 

No le presté atención. 

Mientras él miraba su moto intentando averiguar cómo hacerla funcionar yo miraba la carretera. En concreto miraba el lugar por donde se fue su coche. Como si fuese a volver a verlo aparecer. 

Sonreí de miedo lado y pensé para mí mismo: Me equivoqué, esta chica no era un ángel, era mucho más. Podía tener aspecto de ángel, pero tenía al demonio bien escondido en su interior. 

Me iba a divertir jugando con esta princesa.  


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Te enseñaré a no tenerme miedo #1,5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora