Capítulo 5: Destellos rojos

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La maleta yace en el borde de mi cama, mientras intento que me entren los vaqueros.

Tres tirones después, me dejo caer sobre la alfombra; hace apenas una semana, no sabía siquiera si me concederian la beca, y ahora aquí estoy, con una camiseta enorme y una maleta para irme a Inglaterra.

Mi madre da vueltas por la casa gritando, aunque faltan aún dos horas para irnos; a veces creo que está más nerviosa ella que yo. Cierro la puerta de mi habitación y pongo música: para mí es como una salvación... la adoro. Aunque mis gustos son bastante curiosos, escucho tanto reggae como rap o pop; mi madre dice que no entiende como lo hago, pero a mi me parece natural pasar de Alfred García a Kaaris en un momento.

Prácticamente toda la habitación sigue igual, pues apenas me llevaré nada: algunos CDs, algo de ropa, mi portátil y cuatro carpetas llenas de canciones compuestas por mí; me encantaría poder llevar mi bajo, pero tendría que pagar un suplemento por subirlo al avión, así que me prometo encontrar una guitarra acústica en cuanto llegue.

Me quedo mirándome al espejo que hay frente a la puerta, y pienso que no soy lo que se puede considerar como una chica atractiva: mis facciones son redondas, pero no lo bastante como para darme un aspecto rechoncho, ya que en realidad estoy delgadísima. Todo ello quedaría bien, si no fuese por mi nariz, prominente y fina, que destroza mis ojos negros. Curiosamente, el septum que adorna mi nariz me queda bien, aunque prefiero el de mi oreja. No recordaba tener el pelo tan largo, pero no debe de haber crecido mucho, porque el tinte castaño aún se sujeta en mis raices. Me lo tiño cada dos o tres meses, no soporto el rubio plantino natural. La gente suele tomarme por una rebelde y una aventurera pero en realidad soy hasta demasiado organizada; estudio prácticamente veinticuatro horas al día y suelo tenerlo todo planeado en mi móvil, perfectamente preparado con alarmas. El chillido de mi madre me despierta de mi ensoñación.

- Anna! Baja ya! Tenemos que irnos.

- Ya voy mamá! - le grito en respuesta.

***

Sonrío cuando mi madre me abraza, le seco una lágrima y me doy la vuelta, caminando hacia mi nueva vida. Arrastro las maletas a través del aeropuerto. Una chica rubia me ayuda a subir el equipaje sobre mi cabeza y se sienta a mi lado. Hablo con ella prácticamente todo el viaje; al parecer se llama Sara y va a empezar el primer año de biología en una universidad londinense. Sonrío y le cuento que yo voy para estudiar primero de bachillerato y que más tarde me gustaría especializarme en economía.

Las horas pasan rapidísimo y parece que aterrizamos enseguida.

- Me ha encantado conocerte Anna, espero que podamos volver a vernos - me dice, muy sonriente.

- Por supuesto, eres lo más parecido que tengo a una amiga - bromeo, aunque en el fondo sé que es verdad, pues nunca he tenido amigos aparte de Luca, y él no cuenta.

- Si, para mí también - ríe, aunque puedo ver una gesto extraño en su rostro.

Camino hasta el autobús donde unos cincuenta alumnos alborotan y ríen.

- Hey! Mirad, una nueva... de donde eres guapa? - me dice un chico muy alto, moreno.

- Hmmm... Soy Anna, y soy italiana - contesto, esforzándome por sonreir.

- Hola Anna! Yo soy Delilah, él es Hugo y la pelirroja es Brooke - me dice la chica bajita que está al lado de Hugo, y luego me susurra: " Aunque tenga cara de capulla es muy amable."

Brooke ríe tras ella, y en un destello de pelo rojo me da un abrazo - Encantada Anna, te presentaría a todos, pero tardaríamos demasiado - exclama riendo.

Al fijarme en ella, me doy cuenta de que es guapísima: ojos azules, pelo rizado y pelirrojo, sonrisa perfecta y, aunque no está gorda, tampoco está nada delgada. Podría jurar que es la chica más guapa que he visto en mi vida.

- Eh Del, no me váis a presentar a la nueva? - vocifera un chico rubio que corre hacia nosotros.

- Si, claro: Anna, éste es Casey... Casey, ésta es Anna - replica Delilah, mientras Casey me sonríe.

- Hola... vaya, eres muy guapa, saldría contigo si no fuera gay, aunque a lo mejor Brooke está interesada - bromea él, bueno, creo que está bromeando.

- Si, claro, ya empieza la alianza homo; menos mal que Hugo y yo somos heteros, si no ya estarías perdida, Annie - grita Del mientras echa una carcajada.

Siete cafés y un portátilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora