Capítulo 7: Mentiras

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Abro los ojos poco a poco, mientras la luz de la mañana me arranca los párpados de su intacta posición somnolienta. Estiro los brazos sobre mi cabeza y me levanto con cuidado, luciendo mi deshecha coleta turquesa y una camiseta ancha.

Entro en el baño lista para ducharme, cosa que necesito con urgencia, pero, al abrir la puerta, la silueta del cuerpo de Brooke aparece en mi campo de visión. Se me cae la cara de la vergüenza, e intento cerrar la puerta, pero doy un traspié y me caigo al suelo; mientras ella ríe por los codos y me tiende la mano.

Su pelo rojo le cae mojado sobre la nuca, y sus ojos azules intentan adivinar las curvas de mi cuerpo bajo el pijama; bueno, intentan adivinar si hay curvas, porque no las hay. Sonrío y me levanto, agarrándome a su mano con la perfecta manicura azul eléctrico; ella sigue mi mirada y vuelve a estallar en una risa.

- Qué pasa? - le digo, extrañada.

- Vienes a tomar algo con Del, Hugo y Casey ? - responde.

- No me has contestado - replico.

- Eso es un sí: vístete - grita echándome del baño.

Abro mi armario y saco unos vaqueros negros, una sudadera blanca y mis botas Dr. Martens; cojo mi bolso blanco y me maquillo. Me pongo lo típico: la raya, el rimmel y el eyeliner grueso.

Brooke sale del baño y me quedo hipnotizada: lleva unos vaqueros cortos azules, una camiseta ancha vintage y un par de converse blancas.

Se ríe al mirarme y me vuelvo a poner colorada, no entiendo qué hay de gracioso ahora.

- Muy guapa Annie - dice ella.

Corremos por los pasillos y llegamos a una habitación muy grande; cuando Casey abre la puerta puedo ver a su compañero, un tal Ishra: es un chico muy alto y moreno y parece estar garabateando algún dibujo. Cas, como me dice que lo llame, se apresura en engominarse el pelo mientras yo le observo. No se parece en nada a mí. Lleva una camisa blanca y un jersey mostaza encima, con un vaquero oscuro y zapatos negros de vestir.

Brooke le grita, alegre: 'Cas, cariño, vamos a una cafetería, no a una fiesta de año nuevo' y él le echa una mirada divertida, pero no dice nada. Corre hacia nosotras y me eleva sobre sus hombros, yo río entre dientes mientras me da vueltas en el aire. Cuando me baja, me sonrojo a causa de su interesante saludo y él se pone a preguntarme miles de cosas.

- ¿Así que eres italiana? ¿Italia mola tanto como dicen? ¿De que parte de Italia? ¿Algún día podremos ir a visitarla? - sus preguntas caen en ráfaga sobre mis oídos, tanto que apenas entiendo su atropellado inglés.

- Si, soy italiana, de Milán, bueno, Italia es muy bonita, y, sí: podreís venir, imagino - le digo, sonriente.

- ¡Genial! - exclama, cogiéndome a caballito.

Corremos los tres por los pasillos de la residencia hasta llegar al jardín enorme, donde Hugo y Del nos esperan. Nos sentamos todos en el coche de Hugo, Del de copiloto, yo en el centro y Brooke y Cas a mi lado.

Aparcamos en un parking y me
obligan a caminar durante 15 minutos antes de llegar a lo que parece ser una cafetería pequeña y acogedora, tiene unas enormes cristaleras, sofás viejos y mesas que no se parecen entre sí.

- Bienvenida al Duomo - dice Hugo, señalando el cartel azul mar en el que se puede leer ese nombre.

Duomo. Pienso derrepente en Milán y en Luca, los echo de menos. Vaya coincidencia.

Entramos en el bar y pronto entiendo el nombre de la cafetería; el camarero tiene el pelo castaño atado en una coleta y cuando me mira de arriba a abajo dice con un pronunciado acento milanés:

- ¿Y ésta? - pregunta, tosco.

- Es nueva - le dice Del - Éste es Pitt - me comenta - El mejor camarero del mundo.

- Encantada, soy Anna, yo también soy de Milán - le digo a Pitt.

Su mirada se suaviza y me sonríe - Ya me caes mejor, Annie- dice.

Me sonrojo y le dedico una sonrisa que parece una mueca, preguntandome porqué narices todos me llaman Annie.

Pitt nos sirve muffins y cafés a todos, el mío, sin leche y sin azucar, cosa que Cas parece detestar ya que me mira como si estuviera loca, pero, de pronto se pone a hacerme cosquillas y me muero de la risa.

***

Brooke y yo llegamos a la habitación sobre las diez de la mañana, ella se tumba alegremente en la cama y saca la guitarra; me la lanza. Yo, la cojo y empiezo a tocar Pompeii de Bastille, que retumba en las paredes.

Ella se suelta el pelo y se pone a bailar, mientras canta la canción, con una voz melodiosa. Me sorprendo a mi misma mirándola embobada, sacudo la cabeza, restándole importancia a ello. Cuando termino de tocar, me coje la guitarra y la guarda, me sonrie y sale de aquí con prisa.

Cuando llegan las doce Brooke aún no ha llegado y decido comprar un sandwich en una máquina expendedora que hay en la residencia. Enciendo el ordenador y llamo a Luca. Contesta tras tres tonos.

Allí está, se me revuelve el estómago, lleva el pelo castaño bajo un gorro rojo, una sudadera gris y una sonrisa enorme. Está en su habitación, reconozco el espejo en el que nos he nos sacado miles de fotos.

- Anna - susurra.

- Luca - contesto.

- Te he hechado de menos, es, dificil sin ti - murmura

- Y yo, aunque he conocido un grupo de gente y me encuentro muy bien, la residencia en enorme, estoy en una habitación con una guitarrista pelirroja que se llama Brooke, también he conocido a dos chicos, Hugo y Casey; y a Delilah que es muy guapa ¡Son todos tan divertidos!

- Me alegro que estés bien - sus labios siguen moviendose, pero yo ya no los escucho. Mis ojos se han quedado paralizados en algo que asoma tras su bufanda. Una marca morada que yo no recuerdo haber hecho.

Siete cafés y un portátilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora