-Bueno, Demonio, quiero ponerte un nombre, ¿Cómo te llamas? -se lo habré preguntado como cuarenta veces esta noche.
"Me llamo Lois".
Me impresiona, se llama igual que yo, se supone que es mi demonio, pero él es un chico, no corresponde nada a nada. Qué cojones.
-Vale, vale, Lois, me voy a dormir.
Me levanto de la cama y voy dispuesta a apagar la luz, cuando lo hago, parece que Lois desaparece, pero veo que algo negro se mueve por el aire, hasta convertirse en una diminuta luz, parece una luciernaga, pasé mi vista hacia la ventana, estaba cerrada, pero entraba la luz de la luna llena.
-Fuera, bicho -dije, moviendo las manos a su alrededor.
"Cuidado, me vayas a matar"
¿Qué? Aparte de ser humano, ¿Puede ser una luciernaga? Estoy flipando, pero tengo sueño. No digo nada, me quedo en silencio y me tumbo en la cama, me arropo, puesto que es invierno y de un momento a otro, estoy dormida.
Cierro los ojos fuertemente, la luz, esta vez del sol, aprieta fuerte.
"Buenos días, ¡Al instituto!" Dice su voz alegre, pero ronca, como afónica. Lois, cada vez me sorprende más.
-Al menos podrías irte cuando me vista, ¿No?
"Ni lo sueñes"
-Capullo.
Cojo ropa del cajón de mi cómoda y me voy al baño. Me miro frente al espejo. No soy de esas niñas que se maquillan para verse más guapas, no se puede hacer guapa a alguien feo, ¿No es así? Tampoco es que me peine mucho, según yo, la gente despeinada es más feliz. Yo y mis formas de ver que puedo tener felicidad, pero no hay. Simplemente me saco mi pijama, que consta de unos pantalones cortos (sí, aunque esté nevando ahí fuera, yo duermo en pantalones cortos y tirantes) y cambio mi pijama por pantalones largos, camiseta corta y una sudadera gigante gris, con unos zapatos viejos deportivos.
