Me hicieron esperar en la casa del arquitecto Equis Castillo, la hija del ya citado profesionista estaba arreglándose. A todas luces, la casa estaba sola (exceptuando, por supuesto, a las criadas y a Dora). De arriba llegó su voz, que gritaba:
-¡Encuentra la cantina y preparate un trago!
Hícele caso y caminé hasta el gran comedor, para encontrarme con un simpático barecito en un rincón. Tomé un par de vasos y puse en ellos whisky apócrifo. Ya en la sala, me senté, dedicándome a la loable tarea de eliminar el líquido del vaso.
Dora bajó las escaleras a gran velocidad, para sentarse junto a mí. Oprimiendo mi brazo.
-Dame un traguín.
Le señalé el otro vaso, que bebió al instante.
-Vamos, se hace tarde -dijo a guisa de explicación-. Acabate eso.
Emulándola, di un sorbo y el licor cambió de lugar. Nos levantamos para salir a la calle.
La reunión del Circulo Literario Moderno era en el salón de actos de una escuela particular. Al llegar, un muchacho muy alto y rubio se nos unió y juntos entramos en el salón. Un señor de flacura insultante hacía todo lo posible por controlar a los miembros. El rubio, llamado Jacques, pidió silencio. Todos callaron, para elegir presidente de debates. Él. Entonces redactó la orden del dia, en cuyos puntos figuraba la admisión de Gabriel Guía (yo, para ser mas preciso). Se leyó una carta de Herr Kafka, pero no atendí al lector: su voz era una apetecible invitación al estrangulamiento. Luego dieron opiniones y me abstuve por lo ya dicho. Mas pude percibir que Paco Kafka podía ser considerado como un mediocre cualquiera, con solo basarse en la critica de los circuloliterariomodernistas.
Prosiguieron con la discusión de mi ingreso. Dora intervino proclamando mis inquietudes, y fui aceptado. Ni modo. Después, un joven de mirada turbia se colocó unas gafas para leer: Cofradía sexual, poema dedicado a Julio Enrique. Y nos martirizó con su infamia rimada. Lamentablemente, aún soportamos seis poemas más, suivis de sus respectivas críticas.
Terminada la reunión, Dora y Jacques subieron en mi coche y fuimos a cafetear a un lugarejo seudobeatnik llamado La Náusea Embriagante. Ahí estaba oscuro como mis pensamientos. Un desaparrado mesero nos trajo unos cafés con tintes morados. De un tocadiscos salía una gruesa voz cantando:
There is a tavern in the town
& there muy true love sits down
& drinks her wine as happy as can be
& never thinks on me.
Después, pareció que me habían inyectado la tonada: no podía despegarla de mis labios. Bebidos los pretensos cafés salimos de la ratonera que fue, en efecto, toda una náusea embriagante.
Tras dejar a Dora en su casa, enfilamos hacia la de Jacques. Ambos reímos todo el trayecto merced a las correrías de Tulio el Pederasta, que contaba Jacques con verdadera gracia. En su casa todo mundo dormía. Subimos silenciosamente a su recámara, no sin antes birlarnos una botella de whisky de la sala. Tiré un par de cojines en la alfombra y ahí me senté. El se arrojó en la cama. Tomamos la botella. El primer trago me dio la impresión de un shock eléctrico, pero no di importancia a las impresiones y me dediqué exclusivamente a beber como tuerto. Un raro sopor me llegaba en oleadas. Entre cerré los ojos. Era la evasión, y la busqué con furia. Jacques fumaba.
Dijo:
-Estás en la escuela con Dora, ¿no es así?
-Así es.
-¿Y como se porta en clase?
-Es una amenaza. Aún me debe un chistesito...
-¿De que trata?
-Pues se boto la puntada de contarle al teach de literatura que yo había plagiado un cuento.
-¿Y que dijo el maistro?
-El muy bestia lo creyó, incluso dijo que el cuento es de Chéjov.
-¿Y es?
-Todavía no.
-¿Tan bien escribes?
-¡Bah, que mas quisiera!
-Ya doy.
-Lo que sucede es que el maestro es una bestia que ni a Chéjov ha leído.
-En efecto, de buena gana le abría el vientre para echarle puños de sal.
-Eso mismo quisiera hacer con mucha gente.
-¿Si?
-Si. Soy casi anarquista.
-Ah...
-En veces me dan ganas de poner una bomba a todo el mundo, acabar con todos.
-Hazlo.
-No, no puedo, no sería capaz. Soy un cochino cobarde.
Tch, tch.
Hablando de sus debilidades, contó que era un gran admirador de Nietzche/
-¿Eróstrato?
-No, Nietzche,
Y que su ideal sería borrar todo vestigio de sentimiento en sí para llegar a Superman. Aplaudí hipócritamente sus ideas, ocultando el desprecio que me produjeron.
Lo invité a callar y seguir bebiendo, pero no me hizo caso. El asunto tomaba un matiz desesperante. Me invitó, entonces, a discutir la filosofía nietzscheana. Me negué, y para hacerlo rabiar
-¡Eres un existencialista-guadalupano! -chille.
Se enfureció y dijo a gritos que yo no era mas que un mediocre burgués.
-Amen.
Estábamos demasiado borrachos pero continúe burlandome. Para mi sorpresa, su cólera no creció, sino que empezó a llorar, sacando su caudal inmenso de complejos. Confesó sus penas, y como me empezaba a llenar de un espíritu paternal, opté por tomar un papel sarcástico y agresivo. Apuesto que le dolía, pero no hizo nada por detenerme. Hubo un momento en que me sentí perdido, confuso, y como no acertaba a explicar mi propio estado de ánimo, solo bebía y bebía.
A las 5 de la mañana el licor se acabo, con Jacques dormido. Dando traspiés logre levantarme y salir a la calle. Maneje pésimamente y varias veces estuve a punto de estrellarme. Pero pude llegar sin percances (con una borrachera inclemente).
En mi recámara, las vueltas aparecieron de nuevo. Todo era circulo. Los muebles giraban enloqueciendome. Creí desfallecer en mi propio cuarto. Pero nada. Caí en la cama con los ojos vidriosos viendo ese azul techo que también empezó a girar. Los regaños de mi padre, las carcajadas de Dora y yo en el centro de todo, como un títere con los hilos rotos. Al llevar la mirada al tocadiscos me pareció ver una pancarta que decía
ASÍ HABLABA ZARATUSTRA
Mi voz se desgarro en un grito al caer dormido.