Capitulo tres.

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— Gracias por traerme. —dije bajando de la moto ya delante de mi casa.

Asintió con la cabeza y me quedé de pie, en la entrada, esperando a que uno de los dos dijera algo. Bajé corriendo los pequeños escalones mientras él me observaba. Le di la chaqueta, la tomo y se la puso con sigilo.

— Nos vemos mañana. —Asentí.

— Buenas noches. —dije en forma de despedida.

Me metí en casa y colgué las llaves. Todo estaba en silencio, parecía que nadie estuviera en casa. Fui a la cocina y me serví un vaso de agua, involuntariamente sonreí al acordarme del trayecto en moto. Fue bastante mas tranquilo de lo que había pensado, una calle mas abajo empezó a frenar la moto intencionadamente para que me sujetara en su cintura, pero no fue así. Llegué a casa con las manos cogidas a la parte trasera de la moto, como al inicio.

Subí las escaleras y me puse el pijama. Seguí pensando en aquel abrumado día hasta que oí unos gritos estridentes.

— ¡Que te calles! ¡No quiero volver a verte! —era la voz de una chica, parecía estar llorando. Me levanté y seguí los gritos.

— ¿¡Quien es esta!? Otra de tus folleteos ¿verdad? — echó una mueca al asomarme por la puerta de la habitación de mi hermano.

— Es mi hermana. —Andy intentó acerarse a ella pero se apartó. La chica estaba llorando a pleno pulmón, llevaba el pantalón desabrochado y la camiseta en la mano. Solté un suspiro porque sospeché lo que había pasado.

— ¡No me mientas más! —gritó saliendo corriendo de la habitación, dándome un empujón. Se oyó un portazo.

Andy me miró con los brazos cruzados, apoyado en la puerta mientras que yo miraba escaleras abajo, por donde se había ido ella.

— Bueno, ¿no me vas a interrogar sobre lo que ha pasado? —preguntó como si estuviera orgulloso de "haberse follado" a una chica y después decirle que no quería nada serio. O eso era lo que suponía que había pasado.
— Creo que ya me hago una idea. —me giré para irme a mi habitación a dormir, pero me volteé para asegurar mi sospecha— Solo para asegurarme... ¿Qué has echo? —soltó una risa.

— Una chica de tu Universidad se presentó a mi casa borracha diciéndome que quería sexo, le dije que no y...

— Y acabasteis teniendo sexo. —completé.

— Sí, después se echó a vomitar y quedó en ropa interior, luego de decirle que solo la quería para el sexo despedazó su ropa y le tuve que dar de la tuya y entonces pensó que eras otra del cuadro y se enfadó aun mas.

— ¿Estas diciendo que esa petarda tiene mi ropa? -dije ahora enojada.— ¿Y cómo que "del cuadro"? Como ha sido tan tonta por haberse acostado contigo y más aun por creerse que tu y yo... ¡ewgh! —se echó a reír mientras a mi me daban ganas de estrangularlo. Se apoyó a la pared de brazos cruzados y me miró con una expresión seria, como si se estuviera pensando algo.

— A propósito, necesito mas condones. —lo miré perpleja, con una ceja alzada. ¿Que pretendía decirme?— ¿Los podrías ir a comprar mañana cuando salgas de la Uni?

Cerré la puerta de mi habitación con desprecio. Incluso pude oírle reír mientras se encerraba en su cueva. ¿Acaso hacía tanta gracia tratar así a las mujeres? Aunque la chica no debía tener mucha conciencia por haberse acostado con mi hermano... ¿varias veces? Meneé la cabeza con asco al imaginar esa idea.

Salí de la habitación en pijama al oír mucho ruido en el salón, baje las escaleras y la casa vibró. Mi madre estaba sentada en el sofá, preguntándole a mi padre que pasaba. Mi padre no respondía, estaba en la cocina. Andy bajó corriendo por las escaleras gritando a los cuatro vientos:

Silence PleaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora