Capítulo 5.

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 Josh estuvo todos esos días conmigo en la cabaña, sólo se iba por las tardes un rato a su casa y volvía antes de que la noche llegara.

El problema era que cuando yo estaba sola por las tardes no hacía más que pensar, ya que cuando estaba con él no podía hacerlo.

Pensaba en todo lo que había pasado, no hace 4 días, sino en lo que había pasado todo el tiempo que no estuvimos juntos. En todas las cosas que tuve que pasar y en cómo me afectaba tanto a mi no estar cerca de él.

Porque el pasado es el que condena a las personas, no el futuro.

Y las puede condenar de distintas formas, las puede condenar a hacer felices por el resto de sus días, o a ser buscados todos los días de sus vidas sin tener oportunidad de escapar, o a entristecer sin poder llegar a ser felices completamente.

Y mi pasado me ha condenado a la última opción.

No es que yo no sea feliz ahora mismo estando como estamos con Josh, si es que estamos de alguna forma, pero no puedo evitar revolver el pasado y ponerme triste o enojarme con el destino.

Sé que no puedo volver el tiempo atrás y evitarlo todo, porque entonces yo no estaría acá ahora. Pero si creo que estando yo acá ahora puedo hacer que el dolor sea un poco más llevadero todo.

Pero mis manos estan atadas por ahora, solo puedo esperar a que el tiempo pase y a estar lista para afrontar, una vez más, la realidad.

Decidido salir a caminar, ya que es lo único que puedo hacer ahora, que ya no debo hacer ningún reposo alguno.

Necesitaba un poco de aire después de estar tantos días encerrada en la cabaña, y aunque no sea la mejor tarde con el mejor clima de invierno, me encanta.

El invierno siempre ha sido mi estación favorita del año, desde que soy pequeña.

No camino muy lejos, me quedo una vez más en uno de los bancos de la plaza, la plaza en la que paso todo hace unos días.

No siento ningún temor ni nada por el estilo al estar aquí, para mí todo lo que paso solo fue un episodio frustrado y que deseo que no pase otra vez, no voy a permitir que eso me impida volver a la plaza tranquila.

Me siento en uno de los columpios que están vacios a observar la nada, porque no hay nadie ni nada ahora mismo. No hay nada que me distraiga de mis pensamientos, más que el viento y las nubes negras que se forman en el cielo, pero eso no es suficiente.

Después de un rato de estar ahí, unas gotas empiezan a caer del cielo, y aunque no he escuchado trueno, siento que va a ser una tormenta grande, entonces agarro mi cartera y camino de vuelta a la cabaña.

En el camino paro en una tienda y compro cosas para la noche, además de velas por si llego a necesitar si se llega a cortar electricidad.

Al doblar la esquina que da directo a la calle de la cabaña, veo del otro lado de la vereda a un hombre con un bebé en brazos y a una mujer, ambos están felices, lo sé por sus caras sonrientes, y por un momento me parece tierna la imagen de la pareja con su bebé.

Hasta que me doy cuenta de quién es el hombre y de cuento tiempo ha pasado desde que no lo veo.

Siento una punzada muy fuerte en mi pecho, y antes de que él o la mujer se percaten de mi presencia, aunque dudo que lo hagan, corro hasta la cabaña y me encierro adentro.

La tormenta empieza en cuento cierro la puerta detrás de mí y caigo al suelo llorando.

-Jen, ¿eres tú?

Ese es Josh desde la cocina. Rápidamente me levanto del suelo y limpio mis lágrimas.

-Sí, soy yo- digo sentándome en uno de los sillones que hay por ahí, sacando fuerzas de no sé donde para hablar porque no tengo muchas ganas, más que de llorar.

Él rápidamente viene hasta donde estoy y se sienta al lado mío. Yo en ningún momento me giro a verlo, tengo mi vista fija en la mesa ratona que hay enfrente mío porque sé que si lo miro me largaré a llorar otra vez.

Él al darse cuenta de que no quiero mirarlo, toma mi barbilla y la gira hasta que estamos completamente de frente los dos, pero sigo sin verlo directo a los ojos.

-Sé que algo paso, siempre te pones así cuando algo pasa, no lo eh olvidado. ¿Quieres contarme?

-Entonces si no lo has olvidado, porque quieres que te mire a los ojos, sabes que no podré hacerlo sin llorar...

-Porque es la única manera de que me digas que es lo que pasó realmente. Porque es la única manera de que sueltes todas tus emociones que estas tratando de contener ahí adentro tuyo sabiendo que eso no te hace bien. Porque es la única manera que tengo de ayudarte... Jen, por favor... mírame.

Lo hago. Ahora lo hago. Ahora lo miro a los ojos. Puedo ver sus hermosos ojos cafés mirándome. Y aunque esté reprimiendo con todas mis fuerzas las ganas de llorar, sé que no durara mucho.

Ahora es que me doy cuenta de la verdadera distancia que hay entre nosotros, y es que no hay mucha. Estamos tan cerca que si no fuera porque me siento mal lo besaría ahora mismo.

Él entrelaza nuestras manos, yo cierro los ojos por una milésima de segundo para poder sentir con mayor fuerza su tacto, cuando vuelvo a abrirlos, las lágrimas vuelven a salir.

-¿Quieres contarme lo que paso ahora?


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