Capítulo I

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Mi nombre es Alejandra Martín y estoy a la espera para la vista de mi juicio. Tengo 30 años y no estoy en la cárcel como el resto de mujeres que han cometido un asesinato, estoy en un hospital psiquiátrico dónde me han obligado a escribir un diario.
En realidad al principio no me gustaba la idea pero ahora creo que es una buena idea, así el jurado verá el porqué asesiné al que era mi marido.

El psiquiatra me ha recomendado que empiece por mi infancia que no fue fácil y que siga hasta este momento, que cuente lo que veo, lo que siento y lo que pienso. Eso para mi es algo difícil porque nunca he hecho nada parecido, a nadie nunca le ha importado lo que yo pensara o sintiese y a lo mejor esa es una de las razones por las que me veo en esta situación.

Veréis me crié en Taramundi, un pueblo de Asturias de casas blancas y de piedra, sus calles eran empedradas y la mayoría cuestas. Estaba rodeado de bosque, un bosque lleno de leyendas...

Mi casa estaba cerca del colegio por eso siempre me iba y me venía andando con unas amigas que vivían a tres calles de la mía. Mi padre era el doctor del pueblo y siempre estaba ocupado, no estaba casi nunca en casa, cuando no tenía consulta, tenía una urgencia o tenía guardia, así que mi madre era mi madre y mi padre a la vez, no sabía a que se dedicaba, creo que ella se dedicaba a mi. No trabajaba y se encargaba de la casa. Mi infancia hasta los 6 años y medio fue normal.

A los 6 años y medio mi amiga Julia, la que vivía a tres calles de mi, no vino a clase así que volví con mis otras amigas que vivían a 5 calles. A mi me daba igual, conocía todo el pueblo y a sus habitantes y ellos a mi, casi nunca había visitantes por lo tanto no tenía miedo de andar 5 calles sola, me equivoqué...
Iba andando por las calles que había recorrido miles de veces, iba cantando canciones de todo tipo, actuales, antiguas, en inglés o en español me daba igual, la música me invadía. De repente escuché una voz que provenía de una furgoneta azul
-Perdona guapa, estoy un poco perdido, ¿podrías ayudarme? Busco la calle Rafel de María.
-Lo siento, no sé dónde está esa calle- era raro, me conocía todas las calles de mi pueblo y esa ni me sonaba, había algo dentro de mi que me decía que huyera pero no le hice caso...
-No me entero guapa, ¿puedes acercarte?
No debí hacerlo... Cuando me quise dar cuenta estaba en el maletero de la furgoneta azul atada de pies y manos y con un trozo de tela en la boca para no poder gritar. No paraba de llorar y el tío siniestro no paraba de mirar por el espejo para mirarme, me miraba y sonreía... Paró el coche y bajó del sitio del conductor y entró en el maletero conmigo. Después de eso solo recuerdo verle quitarse la ropa y romperme la mía... Creo que mi cerebro ha decidido borrar los detalles aunque a veces tenía pesadillas y notaba como me tocaba, como rompía mis pantalones y como me pegaba... Me levantaba llorando y sudando... Y después de casi 24 años aún sueño con eso... No sé cuánto tiempo estuve en ese maletero pero a mí se me hizo eterno. Cuando el tipo decidió que ya estaba satisfecho me dejó medio desnuda donde mismo me había cogido... Era de noche, muy de noche, creo que rondaban las 11 de la noche y escuché como gritaban mi nombre, era mi padre que venía corriendo a por mi. Venía llorando, se ve que me había estado buscando como un loco, detrás venía mi madre que al verme me llevó corriendo al ambulatorio para examinarme, después sólo recuerdo a la policía hablando conmigo y a mi padre examinándome. Supongo que mi cerebro también quiso que olvidara ese momento.

A los dos días más o menos mi madre decidió explicarme lo sucedido, me explicó que ese hombre había abusado de mi y que a partir de ahora no dejaría que me pasara nada malo. Mi madre estaba destrozada y al mes no aguantó y se suicidó, la encontré yo, colgando del techo...

Mi padre y yo nos mudamos a otro pueblo de Asturias aún más pequeño y aún más remoto. Nuestra nueva casa estaba en medio del bosque. A partir de ahí tanto él como yo dejamos de salir a la calle, mi padre me educó en casa y sólo salíamos para comprar y volvíamos. Me hizo hermética, plantabamos las cosas y teníamos animales para no tener que salir de casa y me enseñó a cazar. Me educó en la naturaleza.
Aprendí a escuchar a la naturaleza, a convivir con los animales y eso hizo que viera a las personas como algo malo...

A los 16 años vinieron las autoridades a por mi, decían que era ilegal no tenerme en un colegio y muchas más cosas legales. A mi padre le quitaron mi custodia y yo fui a parar a un centro de menores donde me enseñaron a relacionarme con las personas aunque yo tenía siempre la ley de la naturaleza por bandera "la ley del más fuerte"

Diario de una locaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora