Capítulo VII

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Después de que pillara a Dani con la rubia estaba muy atento conmigo, no vivíamos juntos pero él venía casi cada día a casa para verme, para hablar conmigo o para traerme cualquier tipo de regalo.

Lo dejamos dos meses hasta que un día descubrí algo, tenía náuseas y la regla no me había bajado, fui a la farmacia a comprar un test de embarazo. No se lo conté a nadie, estaba asustada y a la vez estaba muy feliz, dentro de mi se estaba gestando mi bebé, una pequeña personita que sólo hacía segundos que sabía de su existencia y ya lo amaba más que a mí misma. Era increíble el sentimiento que tenía por dentro.

Cuando ya lo asimilé llamé a Dani para darle la buena nueva, se puso loco de contento, no cabía en sí mismo de tanta felicidad. Vino corriendo a casa, con un ramo de rosas blancas y un chupete. Me volvió a pedir mil veces más perdón por lo de la rubia, me puso como excusa que lo había hecho porque necesitaba evadirse de todo lo que me había ocurrido con la bulimia y con todo. Le pedí que se callara sino lo echaría de nuevo de mi casa.
Las cosas iban a cambiar por mi bien y por el de mi pequeña lentejita sino ni siquiera lo conocería.

Llevaba ya 4 meses de embarazo y ya se me notaba la barriguita, me veía preciosa, cada mes iba al médico para vigilarme ya que después de padecer una bulimia tenía que vigilarme más, debía mirar si bajaba de peso o no. Sinceramente me veía más gorda pero esta vez me encantaba, sabía que dentro de mí estaba creciendo el verdadero amor de mi vida y por él haría lo que fuese, así fuera engordar o dar mi vida por él.

A veces tenía mis bajones, sobretodo cuando iba a la matrona y veía a esas mujeres embarazadas con sus madres... Echaba siempre de menos a mi madre como es evidente pero ahora la necesitaba, necesitaba que alguien me dijera cómo hacerlo y darme un abrazo cuando estuviera muerta del miedo por no saber si lo hago bien. Pero al menos tenía a Dani y a Belén que a raíz de mi embarazo volvió a entrar en mi casa sin molestar a Dani. No estaba sola pero necesitaba a mi madre y también a mi padre pero a él lo veía muy poco, no quería que yo fuera a verle a la cárcel.
A Dani también le daban pequeños bajones, él tenía a su madre pero echaba de menos a su padre. Le hacía ilusión que fuese un niño para ponerle su nombre. Era raro, nunca me hablaba de él. Un día lo escuché hablar con su madre y desde entonces empecé a investigar y a desconfiar de él.
-Venga Daniel, no estés triste, cuando nazca se lo puedes llevar para que lo conozca, no es lo mismo que Alex que no puede enseñarselo a su madre, además ella querrá enseñarselo a su padre y podéis aprovechar para que tu padre lo vea también
-Ya mamá pero Alex no sabe que sigue vivo ni sabe donde está. Mejor cambiemos de tema que nos puede escuchar.

Ahí comprendí que me había mentido, su padre no había muerto sino que estaba en la cárcel y quería saber el porqué. Y por qué me engañó.

Diario de una locaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora