Palabras de tinta fría.

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Y ahí vas de nuevo, escritor. Lanzándote a la hoja.
Escribiendo porque es lo que sabes hacer, porque es lo que te gusta, tu medio ambiente, tu oscuridad al final del túnel, tu hogar dulce hogar. Ahí vas, abriéndote paso entre las fieras dudas - ¿Lo que escribo será muy bueno o muy malo? ¿Vale la pena esto? ¿No sería mejor la paz de no pensar ya? ¿Es este el momento de desertar o será mañana?...tal vez debí desertar ayer-.
Pero eres escritor a pesar de todo, de las veces en que te ves invadido por el silencio, por las ideas sin sentido, por palabras que no existen, por los sentimientos que no sabes cómo expresar y por los sentimientos que prefieres mejor callar. En el fondo lo sabes. Toca confiar en ti de nuevo. Del mundo nunca has sabido que esperar, te dices a ti mismo que debes esperar nada, pero algunas veces te ves obligado a recibir menos que eso. Ellos no ven más allá de las líneas donde has escondido muy bien tus horas de insomnio, tus lágrimas de rabia, tu frustración y alguno que otro momento feliz que más parece ajeno. Ahí vas de nuevo, borrando más de lo que escribes, corrigiendo tus espacios vacíos, moviendo de un lado a otro, el punto final. Conviviendo a tu pesar con aquellos que toman por breves instantes la parte glamorosa, si es que la hay (y si no la hay, la inventan) de ser escritor, mientras el resto del día son entes normales. A veces coincidiendo con uno que otro ser de tu especie medio extinta y la mayor parte del tiempo encadenado a tu peor mejor amigo, tú. Y al final de la tarde otra vez solo, leyendo tus monólogos que no se suponía que debían ser monólogos, o leyendo las historias que no has escrito desde tus hojas de papel en blanco.
Y en medio de la noche, escritor, te disfrazas de director de orquesta, tomas tu batuta y te dispones a dirigir a tu ejercito de fantasmas.

Pensamientos congelados. {Tumblr Quotes}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora