Capítulo7. En Monteriggioni

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—Ezio... Ezio... despierta...

Su nombre comenzaba a retumbar en su cabeza, a medida que sus ojos se iban abriendo, y su vista era dañada por la luz. Le costó un poco abrirlos, hasta que empezó a divisar mejor.

—Apestas, hombre.

Era Ugo, quien lo miraba con una mezcla de preocupación y desagrado, no porque le cayera mal, sino por la forma en la que se encontraba.

Estaba sucio, ensangrentado, totalmente desaliñado e impresentable, y de su cuerpo no salía más que olor a alcohol. 

—¿Qué te hiciste?

No recordaba nada. Absolutamente nada. Apoyándose de un brazo en el suelo, se inclinó para ver mejor a su alrededor. Su cuerpo y cabeza dolían. Estaba simplemente tirado en el piso, con un par de botellas vacías, y otras rotas. Se llevó una mano a la cabeza, y sus dedos tocaron sangre sucia y seca de un corte que tenía.

—Yo... ah... ayer...

A su cabeza sólo venían recuerdos del triste desenlace del Carnaval. Su voz estaba ronca. Necesitaba algo de agua.

—Peleaste con tipos que pasaban por afuera, borracho. Eso pasó contigo—, dijo el ladrón, cruzándose de brazos, sin ayudar al florentino que lo miraba con un ojo más abierto que el otro, por la molestia de la luz del sol.

—Ah, ¿Sí?

El joven ladrón de gorro, gruñó irritado mientras veía al desorientado asesino quien aún parecía intentar recordar. —Solamente diste un golpe a uno cuando se burló de ti por el estado en el que te encontrabas. Te paraste y lo golpeaste, y luego de reírte, los demás te molieron a patadas.

El asesino bufó sorprendido. No podía recordar más que lo enojado y triste que se sentía. —Lo siento. No estaba en mi mejor estado...

—Recuerda que estás haciendo mérito para estar acá—, dijo molesto Ugo, todavía sin confiar completamente en el asesino. —No lo arruines.

Y sin más, se fue, dejando a Ezio ahí con desinterés, arreglando sus vendas en los brazos, seguramente a terminar algún trabajo.


Se levantó aturdido, sacudiendo su ropa. Todo volvía a su cabeza. No pudo dejar de pensar en el estúpido error que había cometido. No fue lo mejor. Fue impulsivo, irrespetuoso con el límite que los separaba, y en vez de tenerlo más cerca de él, ahora sólo lo había alejado. Sólo quedaba darle una explicación, la que fuera, la que se le ocurriera, pero que fuera concreta. Al menos que escuchara que de verdad estaba arrepentido.

Su corazón se volvía a quebrar en mil pedazos, al recordar, y sentir que había perdido mucho avance, y la confianza de este.

Miró a sus lados nuevamente con confusión, como si buscara algo. Se dio la vuelta, y corrió por las escaleras hasta la puerta cerrada de la habitación, y se detuvo, conteniendo el aire. 

Si aún estaba ahí, no sabía que palabra dirigir. No sabía qué decir.  Botó el aire en un profundo suspiro, y tocó la puerta tres veces. 

No hubo respuesta.

—Altaïr, si me dejas explicar, yo... — Llamó Ezio desde afuera con una voz algo dolida, pero se hizo una pausa, sin saber qué decir. ¿Qué explicación podría darle?

No obtuvo respuesta.

Puso cuidadosamente su oreja en la puerta.

No se escuchaba nada, ni una respiración, absolutamente nada. Ni su vista podía vislumbrar entre las paredes el aura de éste. ¿Estaba muerto?

The Golden Age [Ezio x Altaïr] || Assassin's CreedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora