— ¡Altaïr! — Llamó Ezio desde las escaleras.
No abstuvo respuesta alguna. Era como si el segundo piso estuviera en un completo desierto. Ni un alma viviente era capaz de circular.
— ¡Altaïr! ¡Va a oscurecer y no alcanzaremos a ir! — Llamó de nuevo, pero no obtuvo respuesta nuevamente.
No se había visto en todo el día, puesto que Ezio había ido por unos encargos de Antonio de Magianis, y de la cortesana y su hijo, y por supuesto, Altaïr habría de ido a investigar la provincia, en busca de su propia información de la cual siempre era silencioso al momento de hablar. Se suponía que estaba por ser la hora nona, y las dos campanadas sonarían pronto.
Con un suspiro resignado, el florentino decidió subir por los escalones de a zancadas por zancadas.
—Altaïr...— Volvió a llamar desde la puerta Ezio. —No te sirve no contestarme y hacerme creer que has salido de una u otra manera de ésta habitación.
Nadie respondió, más simplemente Ezio alzó una ceja de modo dubitativo.
—Puedo oír tu respiración.
—Psicópata... — Susurró en respuesta a Ezio desde adentro.
— ¿Ves? Ahí estás.
Sólo un gruñido de frustración le fue entregado en respuesta.
—Le sciami...
Ezio giró la manilla de plata e ingresó con dicha habitación, donde se suponía que estaría el sirio ahí, con su cara de pocos amigos. Pero no, nadie estaba.
— ¿Altaïr?
Ezio no entendía nada, o no lograba captar. Altaïr no estaba en esa cama cubierto bajo las sabanas con el impedimento de que aunque fuese la luz lo tocara como se imaginó y esperaba verlo. No estaba sentado en el escritorio que usaba como trabajo en anotar cosas en árabe, y un detalle importante, la ventana tampoco estaba abierta.
Entonces si esta estaba cerrada, ¿Por qué sus atuendos no yacían doblados? Se había vuelto un leve costumbre ordenar su ropa así, pero no lo veía en ninguna parte. ¿Se lo habría puesto ya seguramente? Quizás simplemente el atuendo estaba en el armario. Era la única forma de descartar.
Así entonces, el florentino decidió caminar hasta el armario para comprobar que el atuendo estuviese allí. Incluso, en su camino rodeando la cama para llegar al armario que se encontraba al lado de la ventana, se inclinó un poco sólo para saber si Altaïr pudiese haberse escondido allí abajo, aunque sería algo de críos, pero por no tener que ir dicho lugar, seguramente Altaïr lo haría.
Sus manos se trasladaron con suma calma hasta las manillas estilizadas de este armario, y en cuanto lo abrió, su cuerpo se heló de abajo hasta arriba, sin esperarse ver a aquella silueta dentro del armario. Ojos amarillos llenos de furia en una total calma. Era un mismo ser maldito como de esos cuentos encantados.
— ¿No conoces acaso el concepto de "privacidad"? — Gruñó Altaïr frunciéndole más el ceño al florentino, quien, ese mismo momento, pegó un salto del susto hacia atrás, junto con un inevitable chillido, apenas con un buen color de piel presente.
— Che cosa hai fatto li, por el amor de Dio?! —Ezio llevó sus dos manos a su propio pecho, perturbado por repentino aparecimiento, queriendo calmar la taquicardia con su mano empuñada. Lentamente recobraba el aliento.
Altaïr salió del dichoso armario como si hubiese sido empujado, más no quitó ese clásico y taciturno rostro de encima. Se le veía algo irritado; aunque si bien, y su aire inspiraba arrogancia ahora. Se dio cuenta que, dentro del armario habían atuendos diferentes que parecía haber usado, y su atuendo parecía nuevamente seco después de algún tipo de limpieza.
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The Golden Age [Ezio x Altaïr] || Assassin's Creed
FanfictionAdvertencia: "The Golden Age" es una novela de Ezio x Altaïr. Si no es de su gusto el genero de temática homosexual, tiene el derecho a retirarse. La breve y emotiva historia de Ezio se desarrolla en Venecia, presentándonos el año 1481, alrededor d...