Capítulo 12. El corazón y la herida

1.6K 96 143
                                    


Entonces el sirio, sin querer armar más nudos, soltó un profundo y pesado suspiro. —Está bien, Auditore, ¿Qué deseas saber? — Cubrió sus ojos con el interior del antebrazo, sintiendo que abriría de nuevo aquella herida que intentaba mantener sellada que si bien ni siquiera había cerrado, pero procuraba no recordarla y menos contarla a nadie porque sabía que sacaría el lado más doloroso de su ser.

—Quiero saber... por qué estás tan triste. Quiero saber eso... solamente eso. Entiendo que no quieras contármelo, porque te recordará a muchas cosas negativas. A mí me cuesta no recordar...

... Su mente, y su corazón, estaban llenos de sufrimiento y negatividad también.

—... Es por eso que a veces lloro, y mi llanto lo escondo en el desespero y enojo. Me es inevitable de vez en cuando, y es por eso que... intento centrar mis ideas en otras cosas. Mantenerme ocupado; pero quiero saber qué es lo que te entristece a ti. Te he visto. Estas últimas semanas. Te he visto al borde de las lágrimas, oculto. Te he visto succionando tus propios labios y mirando al cielo, como si buscaras una respuesta, súplica, algo...

Y era en esos momentos, en los que dudaba en si subir a consolarlo, a mirarlo, o simplemente observarlo de lejos y no molestarlo.

—...Quiero ayudarte tanto como pueda, Altaïr. Nunca separarme de ti. Estoy dispuesto a dejar muchas cosas de lado, evitar mirar cosas, evitar todo lo que pueda causarte tristeza, mirarte sólo a ti... todos los días, porque es lo que más quiero... —Porque sabía, pero no quería admitirlo, que a veces podía ser un embustero; que aunque negaba algo, lo hacía de igual manera, pero estaba más que dispuesto a abandonar esa costumbre insana, sólo para tener a ese sirio a su lado.

Se acercó al mayor en cuanto este tomó un poco de distancia. Con delicadeza, quitó el antebrazo de sus ojos, queriendo verlos.

—... El no mirar a los ojos es feo, Altaïr—, dijo con una sonrisa amena. —Tranquilo, no te odiaría jamás en mi vida, y si es que te fueras con otra persona, odiaría más a esa persona que a ti. Estaría tras tus espaldas, no te olvidaría... sólo si no me pides que me aleje. Tienes un lazo invisible en tus dedos, y parte de ese lazo, me tiene amarrado a mí...

Acto seguido, comenzó a acariciar su mejilla tiernamente, queriendo transmitirle cualquier signo de confianza, pasando cada digito por sus finos pómulos oscuros.

—Me tienes a mí.

Sin embargo, el rostro del sirio se denotaba incomodo y un tanto impaciente. Escuchaba al florentino tratando de no demostrar esa molestia evidente en su cara. Le quería demasiado, y había sido difícil, tal como nunca podría habérselo imaginado. Querer a un hombre de esa forma, y es por ello que temía a que el muchacho florentino le odiase cuando supiera la verdad, quien era... pero cabía la posibilidad de que le odiase si no le decía las cosas, también. Tal vez si mentía un poco, podría arreglar la verdad y así evitar el odio del joven, como con muchos quienes sí lo odiaban.

—Estoy triste porque perdí a dos personas muy importantes para mí. Fue mi culpa que haya sucedido—, respondió con voz seria y vacía, casi muerta. Quería ser firme y no desmoronarse, pero aquella caricia en su mejilla le estaba desarmando por completo, queriendo rendirse a los brazos del florentino, buscando algo de paz y refugio para los dolores de su alma.

Ezio tenía el leve desespero de querer saber más de él. Incluso se le había pasado por la cabeza decir algo como "¿Tal como a mí?", pero simplemente no sentía que era el momento de compartirlo. Quería saber las razones del por qué tendría que odiarlo. —¿Qué culpa tuviste? ¿Qué hiciste?

Se vio la mirada vacilante del sirio, hasta que se volteó al muchacho mirándolo a los ojos. —Ezio, escucha...—, dijo, tomando ambas mejillas del florentino, observándolo a escasos centímetros de sus ojos.

The Golden Age [Ezio x Altaïr] || Assassin's CreedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora