Capítulo uno.

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Las gotas de lluvia dan contra el parabrisas y resbalan hasta caer. Mi madre solloza en el asiento del copiloto y Eliot maneja con su mandíbula tensa. Voy con la cabeza apoyada en la ventana y puedo sentir cada vibración que da el cristal. No me siento triste, no me siento sin esperanzas... me siento en blanco, vacía. Como un libro sin una historia en él, sin una portada. ¿Cómo debería reaccionar ahora que sé que mi vida será más corta de lo que pensaba? ¿Qué debería hacer ahora que sé que tengo una enfermedad terminal?

Al llegar a casa, Eliot aparca y nadie baja. Nadie habla, y podría hasta jurar que nadie respira. Hay un silencio absoluto, interrumpido solamente por el hermoso sonido de la lluvia. Aquel silencioso momento no dura mucho ya que lo interrumpo al abrir la puerta y bajar del auto, cerrando con un golpe. Saco la llave de mi bolsillo y entro a casa, sin encender las luces, subo corriendo a mi habitación. Dejo la puerta con seguro y me lanzo sobre la cama, soltando un grito ahogado en lágrimas y reprimido contra el colchón. No puedo creer lo miserable que se ha vuelto mi vida en tan solo un par de horas. Antes creía que crecer sin un padre era triste, que ser diferente a las chicas de la escuela era atroz, que no tener amigas era la peor cosa que me podía pasar, pero esta noticia ha cambiado mi punto de vista acerca de la vida. El cáncer no es un simple problema de adolescentes, el cáncer te mata, no tiene solución. Vuelvo a gritar y a darle puñetazos a la cama.

- ¿Quieres que te traiga la cena a tu habitación, cariño? -pregunta mi madre desde el otro lado de la puerta.

¿Qué clase de pregunta estúpida es esa? Esperaba que viniese a consolarme, o que solo me diese un abrazo contenedor y mantuviéramos el silencio hasta que yo decida hablar acerca de esto. Pero no, ella decide preguntar esa estupidez.

-No -contesto y vuelvo a hundir mi rostro entre las almohadas.

- ¿Estás segura? -insiste. Levanto mi rostro y seco mis lágrimas.

-He dicho que no, gracias.

No sigue insistiendo, así que supongo que se ha marchado. Suspiro. Mi madre nunca ha sido de esas madres que te preguntan cómo estás, cómo ha ido tu día o que te pide tu opinión para tomar una decisión en conjunto. Siempre es ella, su computadora y sus libros, sus viajes de trabajo junto con Eliot. Ellos se conocieron en uno de sus viajes, mi madre había viajado a Alemania para entrevistar a un ex presidente que fue culpado de abusar a una de sus empleadas (por cierto, al final de cuentas, era culpable), Eliot era un exitoso periodista de Francia que fue ahí para investigar el mismo caso. Las cosas fueron surgiendo de a poco, él dejó su trabajo para venir a vivir a Florida, después de un tiempo siendo novios se casaron y ahora ambos trabajan juntos. Él es igual que mi madre, jamás se mete en mis asuntos o pregunta cómo estoy. Siempre he sido yo sola. Antes estaba Armi para hacerme compañía, pero luego de su muerte todos mis días han sido iguales: La escuela, mi gato y yo.

Luego de estar llorando encerrada en mi habitación, cuando la lluvia cesa y escucho a mi madre y Eliot adentrarse en su habitación, decido bajar a buscar algo de comer. Después de todo, soy un ser humano y necesito alimentarme. Al abrir la puerta, August, mi gato, entra corriendo y se recuesta en mi cama. En la cocina está mi plato servido, listo para calentar en el microondas. Bueno, por lo menos se han dado el tiempo de hacer ese pequeño detalle. Lo caliento y me siento en el sofá a comerlo. No me molesto en encender la televisión o en correr los cojines. Como cada cucharada lentamente, ni siquiera siento el sabor de la sopa. Solo lo hago, es un movimiento inconsciente. ¿En serio estoy dispuesta a que cada día del resto de mi vida sean así? Es como estar muerta, me siento como un cuerpo vacío, sin alma y sin vida. Sin razón para vivir. Ya ni mis libros tienen sentido. Ni la música... ni la vida. ¿Para qué nacer si de todos modos moriré? La vida no tiene sentido. Es un experimento profundo, doloroso y confuso.

Before I die.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora