The Little Hell

127 9 5
                                    

Habrían pasado unos treinta minutos luego de que Kai había salido de la habitación de Kyungsoo, y el enano no podía dejar de pensar en lo ocurrido. Se le pasaban mil y un ideas por la cabeza. Desde un: "¿Qué pasa conmigo?" Hasta muchos posibles e imposibles desenlaces del acontecimiento, algunos haciendo que se retorciera en la camilla castigándose mentalmente por tener esos pensamientos y otros que lo hacían mirar las cosas de una manera, según su parecer, más realista.
La mirada de Kai estaba plasmada en su cabeza. Esta vez lo miraba de una forma distinta y, de alguna manera, sintió que pudo ver el verdadero "yo" del moreno, ese Jongin que se esconde detrás del chico, por decirlo de una manera...rebelde, ese chico que lo saca de quicio cada vez que puede y amenaza con romper sus esquemas.

A decir verdad...ya los había roto todos.

Casi como una tormenta había pasado sobre la resistencia de Kyungsoo y había arrasado con esa determinación, hasta ese momento, impenetrable.
Todos podían describir a D.O como un chico de palabra y de carácter inquebrantable, menos Jongin.

Cuando se trata de Kyungsoo y Jongin, nada es unilateral y mucho menos esta vez.
Por un lado se encontraba Do Kyungsoo pensando que había sucumbido ante los encantos de un menor y sintiéndose fatal acerca de ello. ¿Acaso había perdido su dignidad ante el moreno? ¿Acaso había caído ante los encantos de ese, según él, malcriado?
Habían sólo dos respuestas:
• Por esta vez no.
• Completamente.
Dos respuestas que el castaño desconocía o, puede ser, tenía el atisbo de su existencia –aunque, por supuesto, no reconocería jamás la segunda – que hacían que el pequeño no supiera si había "salido victorioso" o no en este último encuentro.

Pues sí, era como un juego.

Y por otro lado estaba Kim Jongin, con una sensación extraña, la imagen de un chico hermoso y la rabia de no recordar lo sucedido.

Tras horas y horas pensando, no consiguió nada.

Absolutamente nada.

El rostro de aquel chico daba vueltas por su cabeza casi haciendo burla de sus infinitos intentos por recordarlo todo.
Se encontraba solo en esa reluciente casa, donde su única compañía era su reflejo en las brillantes baldosas del piso de una sala de estar helada, con una mesita de centro y un café a medio tomar sobre ella.

Subió las escaleras en dirección al único lugar especial para él en el mundo: Su sala de baile.
Al llegar allí se sentó en el piso de madera tratando de encontrar la inspiración que le había hecho falta desde hace días.
Estaba frente a ese espejo que cubría toda la pared tratando de hallarse a sí mismo.

*Flashback*

–Estoy harto de él. – Se escuchó la voz resonar en aquella pequeña casa. Quizá pretendía no ser escuchado, pero al parecer el padre de Jongin no sabía medir ni el volumen de su voz, ni sus palabras.
–No hables así, es nuestro hijo. Está pasando por una etapa difícil y debemos apoyarlo. Te guste o no. – Respondió su madre.
Jongin estaba sentado en un escalón de la escalera en forma de espiral que adornaba aquella casa. Aun estaba con su uniforme.
–Estoy harto de ti también. Juegas a ser una buena samaritana cuando en realidad tú y yo sabemos que lo único que quieres es deshacerte de ese niño, que por un descuido engendramos. No lo queríamos en verdad y vino a arruinar todo. Todas nuestras oportunidades se fueron con su llegada. – Dijo subiendo cada vez más el volumen de su voz. 

El chico, aún sentado en la escalera, derramó una lágrima de profundo dolor. Esta significó su decisión final.

Su madre había cambiado su actitud luego de la respuesta de su padre. Ella se exasperó.
–¡¿Y ahora esto?! – Hizo una pausa. – ¡¿Acaso tengo que soportarte a ti también?!– Ese hombre le dio una bofetada a aquella mujer. Se hizo un silencio seco.
Para Jongin ya no eran sus padres, sólo eran dos personas que existían. 
Ya era todo un caos en su vida y no necesitaba más penas. Así que decidió hacer efectiva su anterior decisión.
Subió las escaleras y se dirigió a su habitación. Tomó un bolso y echó en el ropa de cambio, un poco de comida y todo el dinero que disponía de sus ahorros. Había estado trabajando hace tiempo y siempre guardó dinero en caso de que lo necesitara.

Abrió su ventana y bajó hasta el jardín. Dio media vuelta y observó por última vez lo que consideraba su infierno.
La escena era bastante cliché:
Un chico de quince años, en uniforme escolar, escapando de casa. Sin saber donde ir, pero con la decisión clara.

*Fin Flashback*

Ahí estaba aún, frente al espejo, observando su reflejo que ahora tenía una lágrima extendiéndose por su mejilla.

"En verdad valió la pena."

Mi único alientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora