Capítulo 1

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Otro cansino día de instituto. Menos mal que solo queda un mes para acabar el curso...

Son las ocho menos cinco de la mañana, y me encuentro andando hacia la puerta de esta maldita cárcel. De verdad, estoy harta.
Camino con mi archivador de Vans entre mis brazos bajo la atenta mirada de todos los del pasillo. Entro lo más rápido posible a mi clase y me siento en mi correspondiente sitio. Tengo que sacar el libro de Física y Química, ya que es lo que tengo a primera hora. Cojo la llave de mi estuche y me dirijo hacia mi taquilla.
Lo cojo y cierro ésta última.

-Hola imbécil.

-Mateo...-dije desafiante.- Qué quieres ahora, déjame en paz.-dije e intenté irme.

Pero me cogió del brazo girándome bruscamente, así haciéndome daño.

-¡Ah!-me retorcí de dolor.

-Tú no te v...

¡Rin!
Uf, salvada por la campana. Me solté de su agarre, dedicándole una mirada de gran odio.

Me dirigí a mi sitio y me dejé caer en la silla.
Minutos después llego mi profesora de Física y Química.

-Buenos días alumnos.

-Buenos días Araceli.-respondimos desganados.

-Bueno, hoy corregiremos los ejerecicios que mandé el día anterior y daremos el último apartado del tema...

Empecé a hacer dibujitos en la última hoja de la libreta, como siempre.
Hoy no tenía ni la más mínima gana de atender, estaba cansadísima. Al menos era viernes...

-Claudia Quiñones.

-Eh, aquí aquí.-respondí al darme cuenta de que estaba pasando lista.

-Está empanada la imbécil.-escuché acompañado de muchas risas. Era Abraham.

-Mateo.-le llamó la profesora.

-Dime.-dijo Abraham, tan chulo como siempre.

-Hoy no estoy de humor para que estés de cachondeo, así que cámbiese de sitio.- Empezó a ojear las mesas.- Ahí, al lado de Claudia.

¿El mundo me odia?

-Joder...-se levantó resoplando y cogiendo sus cosas.

Se dirigió hasta la mesa a paso rápido y se sentó.

-Bueno, ahora que todo está en orden, empezaremos la clase. Abrid los cuadernos por los ejercicios.

Todos obedecimos y de un rápido movimiento ya tenía los ejercicios.

-César, primer ejercicio por favor. Salga a la pizarra.

Y así con todos los ejerecicios.

-Asquerosa amargada...-susurró Abraham, supongo que para sí mismo, pero lo suficientemente alto para que lo escuchase.

Me quedé mirándolo. Estuve enamorada de este imbécil durante tres años, tres putos años de mi vida perdidos...pero me he dado cuenta de como es realmente, y ahora el único sentimiento que tengo hacia él es odio; solo odio.
Pero eso no niega que sea guapísimo.

-Ya sé que soy guapo, pero no me mires tanto, que me vas a desgastar chiquilla.-me dijo pícaro.

-Anda y que te den.-dije rodando los ojos.

HermanastroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora