Capítulo 4

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Susana se quedó asombrada, mientras que mi padre, nervioso, esperaba su respuesta.
Miré a Abraham, y vi que estaba al igual que yo; con la mandíbula hasta el suelo.

-¡Claro qué sí!-respondió Susana, dándole un abrazo a mi padre.

-No puede ser.-susurré mientras me llenaba de ira.

-¡¿Pero qué cojones es esto?!-gritó Abraham levantándose.

-Abraham, relájate.-le dijo Susana.

-¡¿Cómo quieres que me relaje mamá?! ¡Es que manda huevos!-dijo y se fue escaleras arriba.

-Perdón por su reacción.-le dijo Susana a mi padre.

-No te preocupes.-hizo una pausa.-Cariño.-Susana sonrió.

-Te has olvidado de mamá.-susurré con los ojos aguados.

-No cariño...no...

-Y encima tengo que aguantar a Abraham, que sabes perfectamente que nos odiamos. ¿Eso es lo que me quieres?-elevé la voz.

-No sabía lo de Abraham y tú...-dijo Susana.

-Claudia, baja la voz.-me dijo mi padre.

-¡No me da la gana bajarla, ¿vale?!-dije y me levanté.

Fui a buscar un baño, pero parece ser que no había en la planta baja o es que no lo encontraba, así que subí arriba.

Dios, gracias, lo encontré. Abrí la puerta y ¡ZAS! Me choqué con algo, haciendo que me cayese hacia atrás. Me toqué la frente, a la vez que hacía un gesto de dolor. Elevé la mirada y me encontré... Ag dios, lo que me faltaba. Era Abraham, que me miraba con los ojos entrecerrados, tocándose la frente al igual que yo.

-¿Qué coño quieres?-dijo calmado y soltando un suspiro, pero aguantando su enfado.

-Em...¿entrar al baño?-dije vacilándole.

-Buah, qué gilipollas.-dijo y salió.

-Me voy a callar...-dije.

Entré y cerré la puerta. Abrí el grifo y con mis manos me eché un poco de agua en la cara.

Una vez más o menos calmada, salí, cerrando la puerta. Bajé y vi a Abraham viendo la tele sentado en el sofá, y a mi padre y Susana en la cocina.

-¿Entonces os vendréis aquí?-reconocí la voz de Susana.

Me acerqué a la puerta de la cocina (que estaba cerrada) y me pegué a ella para escuchar.

-¿Qué cojones haces?-me dijo Mateo. Qué pesado.

-Shh.-le chisté.-Espera y calla.

-No lo sé, tengo que hablar con mi hija.-dijo mi padre con tono preocupado.

Abraham vino, y se puso a escuchar también. Le miré con una cara de asco impresionante.

-Yo también se lo tendré que comentar a Abraham.-dijo Susana.

-Yo voy a hablar con ella esta tarde. Me va a decir que no quiere, pero bueno, es lo que hay.-dijo mi padre.

-Claro, esta casa es muy grande para dos.-dijo Susana.

Otra vez la mandíbula hasta el suelo. Miré a Abraham y tenía los ojos como platos.
Escuché pasos, se dirigían hacia aquí.
Corrí al sofá y me tiré literalmente. En ese mismo instante se abrió la puerta. Uf, por los pelos.

-Claudia, nos vamos.-me dijo mi padre.

-Por fin.-susurré

-Despídete.-me dijo.

-Adiós Susana.-le di dos besos.

-Adiós cielo.-me respondió.

-Venga, vamos.-le dije a mi padre.

-¿Y Abraham qué?

-¿Lo dices enserio?-le contesté a mi padre con cara de asco.

-Totalmente enserio.

Me giré y lo vi ahí... Buag. Me acerqué a él y le di dos besos, a lo que el me respondió

HermanastroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora