5: La historia de Alessandro

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—Por supuesto sólo podía tratarse de ti, Renata.

Alessandro se acercó despacio, dejando que la vampira lo reconociera.

Era algo demasiado arriesgado, pero necesitaba desviar la atención de la mujer sobre la chica. No podía dejar que le hiciera algo a Rebecca y, aunque el instinto le gritaba que corriera a esconderse de nuevo y se alejara de ella, el darse cuenta de que Renata iba sola le hizo pensar que podría controlar la situación.

—Alessandro Hawthorne —saludó ella con tono orgulloso mientras lo miraba a los ojos, casi como si dijera ya te tengo.

Y, prácticamente, era verdad.

Alessandro sabía que había cometido un error enorme. No podía luchar en esas condiciones y, si ella lograba llevarlo con el resto de su familia, estaba perdido. No quería ni pensar en lo que le harían. El simple hecho de imaginarlo haría que le entrara el miedo, así que se esforzó por mantenerlo a raya antes de que se notara en su expresión.

—¿Por qué no nos retiramos todos y evitamos un problema? —sugirió mientras tomaba a Rebecca por la cintura y la empujaba hacia atrás, intentando indicarle que se para que se fuera de ahí antes de que las cosas se salieran de control.

Pasó un brazo protector sobre los hombros de la chica y se dispuso a dar media vuelta.

Aunque, por supuesto, era demasiado pedir que las cosas salieran bien con tanta facilidad.

—¡Ah, no! —exclamó Renata—. Nada de eso, Alessandro. Tenemos una pequeña deuda pendiente, ¿lo olvidas?

—Claro que no lo he olvidado, Renata —replicó él de forma educada, intentando mantener la cordura—. Pero me parece que éste no es el mejor sitio para saldarla. Hay muchos humanos cerca.

Una sonrisa sádica y burlona apareció en los perfectos labios de la mujer.

—Tranquilízate, ningún humano saldrá herido y tu pequeña mentirosa no dirá nada, ¿verdad?

Rebecca se quedó paralizada a su lado.

—Basta, Renata. Éste no es el momento. No aquí.

—¿Asustado? No te preocupes. Todo terminará pronto —dijo, dando un paso hacia ellos, sonriendo de una forma que la hacía parecer un depredador. Lo que realmente era—. Pero debo llevarte con mi familia primero.

Alessandro apretó un poco su abrazo a los hombros de Rebecca, obligando a la muchacha a acercarse a él para susurrarle:

—Vete al camarote y cierra la puerta. No salgas por nada. Por tu propio bien, obedéceme.

Sintió que la muchacha volvía a ponerse tensa y, al instante siguiente, todo pasó muy de prisa.

Renata se les echó encima al tiempo que Alessandro arrojaba a Rebecca contra la barandilla, para quitarla del camino y evitar que quedara aplastada entre los dos. Ese segundo que le tomó el quitarla de en medio, le costó que Renata lo tumbara al suelo. Ambos rodaron por el piso, luchando entre ellos por librarse uno del otro. De reojo alcanzó a ver que Rebecca se doblaba por la mitad cuando el tubo de la barandilla la golpeó justo a la altura del estómago.

La muchacha se escurrió al piso y giró la cabeza para verlos, como si no supiera qué hacer.

—¡Vete! —ordenó Alessandro.

Su tono no daba lugar a discusiones, así que Rebecca sólo los miró un segundo más antes de hacer caso e irse de ahí.

Alessandro y Renata se movieron tan rápido que si algún humano hubiese pasado por ahí en algún momento, no se habría dado cuenta de la lucha a muerte entre dos vampiros en ese mismo pasillo.

El último Hawthorne: Sol de MediodíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora