Dos.

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Dormir, despertar, llorar, fingir y repetir todo desde el principio se ha convertido en mi rutina diaria desde que él se fue. Jamás creí que pudiera llegar a dolerme tanto, ¿Cómo pude enamorarme así de él?

Mis padres solo me llamaron para preguntar si había terminado de una vez por todas con Axel, solo les respondí con un frio "si" y corte la llamada. Han insistido tanto con el teléfono que he decidido mantenerlo apagado, seguro lo que quieren es presentarme con el hijo de algún socio de mi padre para juntarnos y así ambas familias nos ahoguemos en dinero, pues que se ahoguen ellos, si yo me ahogo será en mis lágrimas.

Por ahora no me interesa ni quiero saber nada a acerca de chicos, el pecho me duele demasiado y ni siquiera estoy lista para ver la luz del día.

No he contado el tiempo desde que Axel salió por aquella puerta, no sé cuánto tiempo habrá pasado, pudieran ser horas, días o semanas. Tampoco sé cuándo fue la última vez que comí algo aceptable, cada vez que me da hambre tomo lo primero que veo en el refrigerador sin importarme si ha caducado ya.

Me siento la persona más imbécil y cobarde por no tener la fuerza de voluntad suficiente para ir a buscarlo, decirle lo mucho que me hace falta y confesarle lo que en realidad paso, estoy segura que si le cuento mis motivos el entenderá. Es tan comprensivo conmigo que seguro entendería el por qué lo hice y me abrazaría susurrándome que buscaríamos la forma de arreglarlo. Pero sé que no iré con él, porque soy una tonta, una cobarde y una niña rica que hace lo que sus padres ordenan solo porque sabe que si desobedece la desheredarían, y aunque no soy tan materialista, no quiero quedarme en la calle y vivir con la reputación de "rechazada por tu familia".

¿Mis amigos? No se han preocupado por venir, o llamar, o cerciorarse que sigo con vida, no les hago falta puesto que tienen más amigos con quienes gastar el dinero de sus padres y criticar a la clase social que está por debajo de nosotros. El único al que en verdad le importo no entra en mi clase social, y ese es Dante, lo conocí cuando recién salía con Axel, Dante es uno de sus mejores amigos si no es que el mejor amigo. No le conté mucho acerca de lo que paso, solo que mis padres no querían a Axel y yo no podía retarlos, el entendió y prometió no decirle nada al chico, espero que de verdad cumpla su palabra.

Mis ojos vuelven a lagrimear después de mencionar tantas veces aquel nombre en lo más profundo de mi mente. Mi frente se arruga al igual que mi nariz y comienzo con leves sollozos, pego mis piernas a mi pecho y me abrazo de estas, mi cabeza se recarga en mis rodillas mojando con mis lágrimas la tela gris del pants que uso. Mi gata pasea por la estancia maullando y frotándose contra los muebles en busca de un poco de afecto. Sube al sofá donde normalmente no la dejo pero estoy tan desinteresada que no me importa. Recarga su peludo cuerpo contra mí mientras maúlla y ronronea. Sin pensarlo mucho la tomo con mis brazos y le aprieto contra mi pecho, la gata no deja de ronronear de contenta y me encuentro a mí misma sollozando más fuerte.

El timbre de mi puerta resuena en la silencioso y desordenada estancia haciendo eco al chocar en los rincones del departamento. Perezosamente dejo a la gata a un lado y me levanto del sofá con mi rostro hecho un desastre y mis ropas sucias. Arrastro mis pies descalzos por la alfombra acercándome a la pantalla que me deja ver quien intenta entrar. La persona que está detrás de la puerta es en verdad quien menos espero. Mi ceño se frunce al ver a mi madre de pie en una posición perfectamente recta, su traje color azul cielo perfectamente limpio y planchado, sus zapatos picudos golpeando el piso con frustración, su peinado alto y perfecto y unos lentes de sol que complementan su atuendo

Debería estar molesta, debería odiarla, debería ir a cambiar mi ropa ya que cuando me vea así pegara el grito en el cielo, sin embargo me rehusó a hacerlo. Presiono un botón para que pueda entrar. La puerta se abre y me mantengo de pie esperando verla entrar.

Sus zapatos resuenan en el lugar y su perfecto caminar me enferma, es tan perfecta que tiene tantos defectos.

Su fría mirada se posa en mi cuando se saca los lentes de golpe. Hace una mueca de asco y lleva una mano a su pecho dramáticamente.

— ¡Que desagradable! ¡Charlotte, por favor! Mírate nada más, estas hecha un desastre, ¿Cómo se te ocurre estar frente a tu madre en esas sucias prendas? — chillo con voz aguda.

—Lo siento madre, no sabía que vendrías. — respondí en voz baja con mi mirada en el suelo.

—Si te dignaras a respondernos el teléfono a tu padre y a mí.

—No tenía batería. — me excusé.

—No importa. — volvió a colocarse los lentes y camino abriéndose paso en mi departamento. —Date una ducha y vístete bien, tenemos una cena con los Fray. — sacudió con asco el sofá y tomo asiento con sus piernas largas cruzadas.

—No creo que deba ir... — me interrumpió.

—Claro que debes ir, tienen un hijo y es de tu edad. Ahora que terminaste con la rata de calle puedes darle una oportunidad.

Sé que es mi madre, pero no tiene derecho alguno de llamarle de esa manera a Axel quien solo ha sabido amarme. La rabia me invadió pero me tragué el coraje asintiendo y callando. Di media vuelta en dirección a la ducha. No tenía más opción que obedecerla. Ojala algo salga mal y yo no tenga que ir, no tengo ánimos.

Lamento la tardanza, estoy por terminar mi primer novela y se me complico todo. En fin, espero que el capitulo les haya gustado.

-Xx.


Mariposa Azul (She)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora