Abrí los ojos y vi una especie de matorral plano donde terminaba el camino de adoquines. Me levanté, me dolían las costillas. Frente a mí, ese matorral se extendía verticalmente hasta donde daba la vista y empezaba la niebla, era altísimo y seguía a ambos costados. Volteé y supe dónde estaba, era un laberinto increíble, muros infinitos costeaban el camino que tenía aproximadamente dos metros de ancho y la niebla impedía ver el borde de paredes de ramas y hojas.
Me acerqué a tocar el muro del laberinto y resbalé con algo; al caer, dos ramas se extendieron e intentaron tomarme del pie a toda velocidad, escapé por menos de un centímetro, el corazón me palpitaba muy fuerte. ¿Conectado las cosas siempre tenían que asustarte de esa manera?
—AYUDAAAAAAAA —se escuchó, no muy lejos, la voz de Nacho.
Me puse de pie y empecé a correr, doblé a la izquierda en la primera bifurcación.
—AYUDENMEEE...
—SEGUÍ GRITANDO QUE ME GUIAS —le contesté lo más fuerte que pude mientras corría hacia el lugar donde me parecía que llegaba la voz.
—¿MAXI? ¡VENÍ RÁPIDO! ESTA MIERDA NO ME SUELTA...
Pasé varios cruces de caminos, todos únicamente hacia la derecha, pero seguí corriendo hasta que su voz me llevó a girar una vez más a la izquierda en otro cruce. En el fondo, donde terminaba el camino, vi a Nacho forcejeando desde el suelo con las ramas que lo tenían apresado por las piernas y la cintura.
Corrí hasta él, se debatía en el esfuerzo de arrastrarse y patalear para sacarse las ramas que lo agarraban. Sosteniéndolo por debajo de las axilas, empecé a tironear con toda mi fuerza, no paré hasta que la planta lo soltó y caímos los dos en el piso.
—Gracias, Gracias, Gracias —repetía tirado en el suelo, agitado y jadeando.
Yo me concentré en respirar, me había cansado mucho, ¡qué estado deplorable tenía! Me puse de pie y lo miré a Nacho, que todavía seguía en el piso.
—¿Cómo te agarró de las piernas? —pregunté bastante agitado.
—Cuando abrí los ojos me paré y vi todo este lugar —explicó asombrado—, entonces se me ocurrió patear las plantas.
Por un segundo estuve a punto de volver a tirarlo adentro del muro, pero mientras me agarraba la cabeza y me mordía los labios me calmé para hablarle.
—Vamos a ver si podemos encontrar a los otros —comenté volteando.
—Dale —dijo Nacho mientras se paraba enérgico—, perdón por la molestia —agregó sonriendo—, últimamente te toca el papel de Héroe.
—No me queda bien el papel, fue casualidad —dije mientras miraba en el cruce de caminos hacia dónde ir.
—Cómo la tenés con la casualidad... —dijo riéndose, no le presté mucha atención.
Varios metros a la derecha se encontraba el callejón sin salida por el que había empezado a correr, había pasado por sucesivos cruces de caminos y no había tomado ninguno; se me ocurrió una idea.
—¿Tenés algo para anotar? —le pregunté a Nacho.
—Que yo sepa no, a ver si en el bolsillo del chaleco... —metió la mano y sacó una libreta con una lapicera.
—Buenísimo —dije extendiendo la mano.
Nacho seguía mirando la libreta e ignorándome.
—¿Qué pasa? —le pregunté.
—Esto no es mío— dijo señalando la libreta y la lapicera.
—Igual préstamelos, no lo voy a perder.
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Memorias de Akasha
Science Fiction“¿Qué escogerías? ¿Tu vida actual, o tu más grande sueño, aun sabiendo que no es real? Siempre pensé que elegiríamos lo auténtico como respuesta a esa pregunta, desde el comienzo de los tiempos el hombre buscó, insaciable, la verdad. Sin embargo, mi...