Capítulo IV: ¿Realidad? - Fragmento 4/5

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—PASE —dije en voz alta. En respuesta, Nora abrió la puerta.

—Ahh, un Amigo —dijo contenta al ver al chico.

—Nos conocimos hace poco pero lo vine a visitar —contestó amable, noté entonces que no sabía su nombre.

—Qué bueno, necesitaba un joven fuerte —explicó mientras retiraba él intravenoso—, me vas a ayudar con tu amigo —hizo una pausa y agregó—. Ya te podes ir, bombón —me dijo muy dulce al momento que apagaba los monitores.

—Gracias, espero no volver muy seguido como paciente —comenté sonriendo.

Hablar con los demás me sacaba de esos pensamientos interminables sobre la realidad y el misterio que rodeaba al lugar. No era una solución, al contrario, podría ser una forma de evitar ser consciente, pero no quería seguir analizándolo, mi desgano era más fuerte que mi obsesión. Me senté en la cama y pude pararme, me encontraba bien, con suficiente energía, lo cual me resultó extraño.

—¿Querés ayuda, genio? —me dijo el amante de la violencia, tendiéndome una mano.

—No, gracias, creo que estoy bien —comenté, viendo con cuidado de no marearme.

Empecé a caminar y al ver que no tenía problemas para hacerlo me tranquilicé, ya estaba harto de esa cama. Saludé a Nora y salí con el loco al pasillo. No me gustaba etiquetar a las personas, al menos cuando sabía que iba a seguir viéndolas y hablando con ellas. Le pregunté el nombre, mientras me presentaba, "amante de la violencia" no era un buen apodo.

—Máximo —le dije extendiendo la mano.

Él me tomó con ambas manos y agachó la cabeza en un gesto de saludo reverencial como si en verdad me admirara.

—Nacho Crack, un gusto.

Nacho era un tipo algo más alto que yo, más grande físicamente y con la cabeza rapada, tenía una cadena con una placa que, junto a la vestimenta de militar, terminaba de crear un personaje bastante convincente. Sin embargo, no terminaba de comprármelo.

Además, daba la impresión de en verdad admirarme, no sabía la causa, pensé que quizás tenía que ver con lo que dijo sobre la prueba de Jesica. Recordé que Gera también me mostró que había mucha gente mirándome, como si hubiera hecho algo extraordinario.

Yo no sentía que hubiese hecho algo destacable, a mi parecer, cualquiera hubiera defendido a una mujer en esa situación. Por supuesto todavía me preguntaba de dónde saqué el garrote y por qué nadie más notó que estábamos conectados.

Caminábamos por un pasillo dentro de lo que seguía pareciendo la clínica; bastante bien adornado para ser un centro de la resistencia, evidenciaba que tenían buenos recursos. Yo lo seguía a Nacho.

—¿Qué andas pensando? —me preguntó.

—Nada, lo que pasó en el entrenamiento —respondí ensimismado.

—Si fue como escuché... ¡es una locura! —exclamó exagerado— ¡Y vos me lo confirmaste!

—No entiendo por qué confías tanto en mí...

—Porque sos un genio —contestó sin titubear—, no conozco a nadie que haya hecho algo como lo que hiciste hoy en un entrenamiento... ¡y menos en el primero! —agregó eufórico.

Mi ego se inflaba de a poco, sintiéndome superior. Antes, cuando hablaba de matar me molestaba, pero ahora, comparaba mi entrenamiento con el de los demás, me ponía por encima de ellos, y eso, me daba una sensación de grandeza. Como si en algún punto hubieran estado buscándome y al fin pudieron localizarme. No era la primera vez que me sentía así desde que todo esto había empezado, sin embargo, las otras veces había intentado disimularlo. Nacho no conocía a nadie que hubiera reaccionado como yo lo hice. ¿Sería una especie de Transnoopata de Elite?, me pregunté con suficiencia.

Memorias de AkashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora