Capítulo IV: ¿Realidad? - Fragmento 1/5

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Sentado en una terminal, a un lado Cintia, al otro, Jesica; me incliné hacia adelante.

A la izquierda de Jesica, tres personas en la misma actitud y otras varias terminales sin usuarios. No podía entender en qué momento nos habían conectado, esto literalmente se ponía cada vez peor pues no era capaz de identificar el momento en el que lo que vivía dejaba de ser real.

¿¡Dónde terminaba mi vida y empezaba este juego macabro!? Me saqué el casco y reemplazando una vez más la desesperación por furia fui en busca de Cintia. Estaba saliendo de su terminal, me precipité y tomándola de la camisa, la empujé contra el asiento.

—¿CUÁNDO MIERDA ME CONECTARON? —Bramé encolerizado, su falta de reacción me desesperó más— ¿¿CUÁNDO?? —insistí mientras la zarandeaba.

Algunas personas intervinieron a favor de Cintia, forcejeé contra ellos, pero eran muchos y lograron separarnos.

—Calmate Maxi y te contamos —escuché la voz de Juan—. Por favor, calmate y te cuento, no te vuelvas loco —me pidió conciliador, mirándome a los ojos.

—¡ESTÁN LOCOS! —aullé fuera de mis cabales— CASI VIOLAN A JESICA Y USTEDES NO HICIERON NADA.

—No iba a pasar a mayores, era un entrenamiento —dijo una voz que no reconocí.

—NINGUNO DE NOSOTROS SABÍA —contesté mirando hacia el lugar desde el que llegaba la voz sin distinguir a nadie en particular.

—¡Esa era la idea!; que pudieran reaccionar aun cuando no supieran que estaban conectados, calmate y te explico bien —contestó Juan y volvió a captar mi atención.

Su forma de tratarme me tranquiló y fui calmándome. Les pidió a los demás que me soltaran, mientras, yo seguía respirando agitado. Acomodó uno de mis brazos en su hombro y me empezó a cargar, entonces, me di cuenta de que me sentía muy débil, me costaba caminar.

—Estás exhausto, acompañame y te voy a contar los detalles de todo.

—¿Y Jesica? —dije levantando la cabeza preocupado.

—Tráiganla —solicitó al grupo, volteando y haciendo un gesto con la cabeza, después me miró de nuevo—. Ahí viene, quedate tranquilo.

—¿Qué pasó, cuándo nos conectaron? —pregunté cansado.

—Los antifaces que les pusieron son una especie de somníferos electrónicos, vinieron hasta acá dormidos —explicó.

—¡Pero si estuve despierto todo el viaje! —protesté incrédulo.

—Cuando los conectamos los indujimos a la camioneta, para evitar problemas relacionados a su ubicación espacial. Como su conductora era Cintia fue la persona que designamos como entrenadora —trató de explicarme, pero entonces volví a alterarme.

—¿Entrenadora? —pregunté indignado— ¡No hizo nada cuando esos enfermos atacaban a Jesica!

—Es que era el momento para que ella despertara... no tendrías que haber despertado vos en su lugar.

—¡Y qué! ¿Acaso iba a permitir que la violaran? —pregunté furioso.

—¡NO! —contestó urgente— No iba a pasar eso, ella iba a defenderse...además, no entiendo cómo sabías lo que estaba pasando...

—¡Lo estaba viendo! —confesé todavía exaltado.

—¿Qué? —preguntó incapaz de comprender.

—¡Lo miraba! Desde que paró la camioneta enfrente de la esfinge —aseguré con prisa.

Juan se quedó mudo, desconcertado. Me apoyé contra una pared para no provocarle mayor peso, y retiré mi brazo de su espalda. Después de acomodarme, medio encorvado, levanté la vista y vi que algunas personas acompañaban a Jesica hasta donde estábamos. Al verme, ella se adelantó y me abrazó.

—Gracias por sacarme a esas basuras de encima, gracias, gracias, gracias —me dijo mientras me abrazaba más fuerte. No sabía qué contestarle, se veía tan frágil, llorando temblorosa apretada a mi costado. Sentí que estuvimos así una eternidad, yo, semiapoyado contra la pared, y ella, abrazándome. Cuando me soltó, dio unos pasos hacia atrás.

—Si no hubieras estado ahí, no sé qué habría hecho —dijo tapándose el rostro—... no habría soportado vivir algo así —expresó ensimismada.

—No tuve tiempo para pensar, cuando vi al enfermo que intentó desnudarte ya no tenía idea de lo que estaba haciendo. Lo único que recuerdo es estar golpeándolos con ese garrote...

Gera entró corriendo, pasó entre el grupo y abalanzándose me interrumpió.

—¿Desde cuándo sabías? —dijo casi gritando.

—¿Qué cosa? —pregunté descolocado.

—Que estabas conectado —respondió con prisa.

—Desde que la camioneta paró —expliqué sin entrar en detalles.

Se acuclilló frente a mí, moviendo la cabeza como si negara lo que estaba escuchando.

—¿Y por qué hacías como si no vieras? —me preguntó extrañado.

—¡Porque no sabía dónde estaba conectado! Me dijeron que nunca llamara la atención —agregué como si fuera obvio, ignorando lo que le extrañaba—, pensé que si hacía algo fuera de esa premisa, iba a estar a merced de CoNeX.

Gera, sonriendo, lo miró a Juan.

—No entiendo cómo no te encontró antes el Viejo —comentó lleno de energía.

—¿Qué viejo? —pregunté.

—Ya lo vas a conocer, quédate tranquilo que después de esto va a venir en persona a verte —prosiguió Gera.

—¡No entiendo nada! —me enfurecí por las respuestas evasivas de los dos.

—No es normal que alguien se despierte en un entrenamiento antes de que sea su momento, y menos que pueda ver con los antifaces colocados y se haga pasar por ciego para resguardarse la primera vez que es consciente... Además, engañaste a Cintia —agregó impactado—, que tiene más de veinte años en esto, es una de las mejores entrenadoras. Tenías algo raro desde el principio, no quería que lo notaras... pero después de esto por más que intentara ocultártelo ibas a darte cuenta, mirá —dijo Gera señalando detrás suyo.

Muchas personas estaban mirándome desde la puerta, como si fuera alguna especie de alienígena. Definitivamente esto no era algo normal por lo que había dicho Gera, pero para mí fue lo primero que se me ocurrió, no lo sentí excepcional en modo alguno. Tenía una mezcla de sensaciones, todavía mantenía el enojo por lo que había sucedido y estaba confundido por las respuestas de ambos. Además no podía sacarme de la cabeza a Jesica, ahora sentada a unos metros, mientras Laura le alcanzaba un vaso con agua. Molesto y agotado, necesitaba descansar. Estuve a punto de caerme cuando Gera me sostuvo en vilo.

Enseguida, llegaron unos médicos, intenté decirles que estaba bien pero no pude modular dos palabras. Cerré los ojos, cuando los abrí me llevaban en una camilla. Llegué a ver algunos rostros borrosos y las luces pasando una detrás de otra, después volví a cerrarlos.


Cuando desperté, estaba en mi habitación, en una penumbra total. Me pareció raro no ver el pequeño reflejo del cartel de neón del edificio de enfrente, siempre alumbraba entre rendijas el departamento. Tal vez se había cortado la luz, pensé. Noté que llovía, el agua caía como música de fondo cuando me levanté de la cama. Acercándome a la ventana, tanteé el picaporte y la abrí. Las nubes tapaban las estrellas. Un relámpago iluminó el cielo y cuando me di vuelta, aquel monstruo enmascarado estaba parado frente a mí. Un terror inmenso me dominó.

—Despertá —ordenó, como si se introdujera en mi pecho con cada letra.


Memorias de AkashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora