—¿Qué? —dijo asombrada una chica mientras volteaba la cabeza— No puede ser —de inmediato vino a darme la mano—. Te admiro Maxi —dijo con los ojos abiertos y perdidos en mí, a la vez que masticaba un chicle.
Yo me quedé paralizado, ¿me admiraba? Era una chica de mi edad, con pelo negro, corto y una vincha roja con lunares que lo recogía. Llevaba esa moda extraña que sigue la tendencia de los años '50, incluso los mismos peinados.
Jesica estaba en una de las camas de arriba, bajó y me sonrió, no dijo una palabra pero la noté incómoda, como si algo la avergonzara e intentara disimularlo. No sabía qué decirle, preferí devolverle la sonrisa y busqué al quinto habitante del dormitorio.
Sentado en un sillón individual, al lado de las camas de la izquierda de la habitación, había otro chico de nuestra edad, flaco, alto, con anteojos y bien vestido, estaba leyendo un libro y no se había distraído un segundo.
—Alex, vení a saludar —pidió Nacho.
—Te dije que no me interrumpas cuando estoy leyendo —contestó con seriedad.
—Perdonalo, es medio autista —se disculpó Nacho.
No sabía si acercarme a saludarlo, no parecía muy sociable y seguía leyendo sin dar importancia a mi llegada.
—Ni te preocupes, genio —agregó al verme dudar en acercarme—. ¡Clara! —Llamó, dirigiéndose a la chica con reminiscencias de hace cincuenta años— ¿Vos no le querías preguntar algo?
—¡Ahh...Si! —dijo emocionada ella— ¿Cómo hiciste para saber que estabas conectado?
—Porque la camioneta en la que viajaba nunca frenó —dijo Nacho haciéndose el inteligente— y es imposible que una camioneta no frene en capital.
—Le pregunté a Maxi —dijo mirándolo desilusionada—, no al gigantón —agregó molesta.
—Bueno, no te enojes —se disculpó Nacho, corriéndose unos pasos hacia atrás.
—Igual fue como él dijo, ¿Clara, no? —agregué salvando el momento a favor de Nacho.
—Si, Clara —me contestó ella como hipnotizada—. Entonces,... fue por eso, ¡qué deducción inteligente!
Alex respiró como si le causara gracia la respuesta de Clara.
—¿De qué te reís? —gritó Clara, con una voz que intimidaría a cualquiera.
—De lo obvia que sos, "Antiquie" —dijo refiriéndose al estilo de moda que usaba.
—Te dije que no me llames así —volvió a gritarle ella.
—¿Se conocen hace un tiempo, no? —pregunté al deducir que no podían tratarse así si recién se hubieran conocido.
—Sí, hace casi tres meses que los soporto —dijo Nacho sonriendo— menos mal que llegaron ustedes.
La puerta se abrió de golpe y entro Cintia con otro hombre.
—Los quiero en cinco minutos en la sala de entrenamiento —dijo el hombre con voz severa y salió cerrando la puerta.
Alex guardó el libro y fue al baño.
—Y ese, ¿quién es? —pregunté.
—No sé, pero tenemos que ir —dijo Nacho.
—Maxi, ¿sabes si todavía estamos conectados? —preguntó angustiada Jesica al acercárseme, apenas terminó su frase, Alex salió del baño y Clara se acercó para escuchar la respuesta.
—No, ni idea, no sé si estamos o no conectados— aseguré.
—¿Bueno, pero no hay nada que te diga que estamos conectados no? —insistió Clara asumiendo que eso era suficiente.
Toda la situación me parecía rarísima pero no por eso podía asumir que estaba conectado, mis últimos días se desarrollaban de forma extraña, preferí tranquilizarlos.
—No, por ahora no vi nada extraño.
—De todas formas nunca vamos a saber si estamos conectados o no —dijo Alex— así que váyanse haciendo a la idea —abrió la puerta y salió.
Su comentario me llegó como una daga en el estómago, tenía razón, íbamos a tener que acostumbrarnos a no saber dónde estábamos. Nacho me tomó de la espalda para que empezara a caminar y lo hice. Alex llevaba la delantera, las chicas, Nacho y yo lo seguíamos. Caminamos por el pasillo hacia la sala de entrenamiento, Cintia y ese hombre estaban esperándonos en medio del salón.
—Les quedan dos minutos —dijo el hombre.
No entendí por qué la rigurosidad, pero me apuré como los demás y nos acercamos casi al trote hasta el centro del salón.
—A partir de ahora tendrán un entrenador diferente —dijo a modo de formalidad Cintia— Les presento a Oscar Fuentes.
Nadie reaccionó, evité hacer el ridículo y me mantuve callado. Oscar era un hombre canoso de aspecto duro, como el de un militar retirado, probablemente tuviera más años de los cuarenta que aparentaba, era un hombre alto, casi tanto como Nacho y muy entrenado físicamente, usaba una camiseta blanca y un pantalón deportivo.
—¿Cuánto tiempo necesitan para resolver un problema en equipo? —dijo Oscar levantando la voz.
—¿Qué problema? —preguntó Nacho.
—¿CUÁNTO TIEMPO NECESITAN? —insistió gritando.
Nacho retrocedió dos pasos, no esperaba esa respuesta.
—Tres horas —respondió Alex confiado.
—Entonces, tres horas serán —sentenció Fuentes.
No me gustaba para nada quedarme hasta tan tarde, menos mal que no tenía nada planeado hoy, pensé.
Oscar levantó la mano señalando las terminales y Alex fue a sentarse en una, el resto lo seguimos e hicimos lo mismo; había personas esperándonos que nos prepararon lo más rápido que pudieron.
—¡Tiempo! —gritó Oscar.
Empecé a caer por un enorme hueco, sentía esa adrenalina en el pecho que hace tener la seguridad de que te va a estallar el corazón. No veía el fondo, ni a ninguno de los chicos, intenté asirme de las paredes pero estaban hechas de plantas, las rompía por la velocidad a la que caía. Entonces algo se iluminó más abajo, iba acercándome cuando empecé a distinguirlo... ¿Niebla?
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Memorias de Akasha
Ciencia Ficción“¿Qué escogerías? ¿Tu vida actual, o tu más grande sueño, aun sabiendo que no es real? Siempre pensé que elegiríamos lo auténtico como respuesta a esa pregunta, desde el comienzo de los tiempos el hombre buscó, insaciable, la verdad. Sin embargo, mi...